Prensa y cambios
Hoy aprovecharé post para dar algunos ejemplos de cómo la lengua deja inscribir en ella misma, con más o menos sutilidad, sentidos y juicios. También para mostrar algunos detalles de la imparable y tenaz evolución de la lengua en la prensa. Daré alguna pincelada de algún uso que todavía inscriben en la lengua una consideración desvalorizadora de las mujeres.
Este artículo está también disponible en catalán.
Cuando empecé a escribir estos posts, pensé, en mi ingenuidad, que principalmente versarían sobre lengua y si bien es verdad que he hablado de ella, también lo es que la vida, la realidad, a veces te mece, a veces te estremece, y te lleva a escribir acerca de asuntos que jamás habías pensado que tratarías.
Hoy aprovecharé el post para dar algunos ejemplos de cómo la lengua deja inscribir en ella misma, con más o menos sutilidad, sentidos y juicios. También para mostrar algunos detalles de la imparable y tenaz evolución de la lengua en la prensa. En primer lugar, daré alguna pincelada de algún uso que todavía inscriben en la lengua una consideración desvalorizadora de las mujeres.
La prensa no sólo es transparente a la hora de delatar la ideología de quienes escriben, sino incluso de quienes deciden, por ejemplo, destacados o titulares. Así, es posible hallar titulares que traicionan lo que realmente ha dicho la persona de quien se habla.
Es evidente que la opinión de Eastwood sobre Jolie es laudatoria sin ambages. Ahora bien, el titular la convirtió en peyorativa: Eastwood tilda de diva a Angelina Jolie, sobre todo teniendo en cuenta que tildar significa: «Señalar a alguien con alguna nota denigrativa».
En su diversidad, la prensa puede reflejar de dos modos muy distintos una misma información. Para dar cuenta de la misma noticia, en un primer titular podía leerse: El sexo penetraen el Barbican (Redacción. Adn, 11.10.2007, p. 22.). Al cabo de unos días, en otro medio, se usaba un verbo muy distinto: El sexo entra en el museo (Rafael Ramos. La Vanguardia, 18.10.2007, p. 45.). La lectora o el lector de este post juzgará si este mínimo cambio es significativo o no.
Esta misma prensa es una mina de reflexiones sobre la lengua. Veamos, por ejemplo, un artículo en el que una periodista reflexiona sobre la improcedente manía de los medios de hablar del físico de las mujeres.
Hay otro tipo de sexismo que aún puede verse en alguna redacción. Este afectaría a la forma, es decir al distinto modo de presentar a mujeres y a hombres, y no al contenido que denunciaba la periodista en el fragmento que se acaba de ver.
Sin excepción se cita por el nombre a las dos políticas, con el consiguiente efecto minimizador o familiarizador; en cambio, ellos son citados por el apellido como corresponde a un medio periodístico.
Por otro lado, los imparables cambios se pueden ejemplarizar con un detalle que versa también sobre nombres, apellidos y su pertinencia en el momento de nombrar a las mujeres. Así, un internauta afeaba en un diario que se cite a una tenista por el nombre y no por el apellido.
Entre los muchos cambios que emergen a la hora de visibilizar al colectivo femenino, empieza a ser relativamente habitual el uso de las dobles formas como una estrategia más de representación de mujeres y hombres (a veces las utilizan incluso quienes quisieran prohibir su uso).
Si alguien ha tenido la paciencia de llegar hasta este último párrafo, aprovecho para decir que estos y muchísimos otros casos, por ejemplo, los avatares de una denominación como jueza, la absoluta normalidad y naturalidad de la palabra serena (en lugares donde este oficio ha renacido), el desdoblamiento del artículo que antecede al término bebé, la instauración de una derivación lógica como genia..., en definitiva, de qué modos se habla de las mujeres, cómo se las ve, cómo se las valora, los puede hallar en un libro mío recién salido del horno.
Espero que les apetezca y, si es el caso, lo disfruten.