¿Y si los de abajo ya son casta?
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¿Y si los de abajo ya son casta?

Queremos y tenemos derecho a saber si ese dinero que llegó del exterior fue o no a financiar a Podemos; por qué Monedero cobró los trabajos supuestamente realizados tres años después y unos días antes de registrar la marca del nuevo partido y dónde están los documentos que acreditan el contenido de los trabajos realizados... Trans-pa-ren-cia se llama transparencia.

Llegaron al centro del tablero político y cambiaron el tradicional eje entre izquierda y derecha por "los de arriba frente a los de abajo"; defendieron que la confrontación actual debía librarse entre los intereses del pueblo (los de abajo) y los de las élites (los de arriba); y se marcaron como objetivo acabar con la casta para que gobernase el pueblo, es decir ellos mismos, los de abajo.

Y así, aunque nadie los vio venir, Podemos subió como la espuma a lomos de la ira y la frustración de muchos ciudadanos hartos del desigual precio pagado por la crisis hasta alcanzar el podium del tablero electoral en algunas encuestas (la última, la de Metroscopia publicada por El País). Su secreto no fue aparecer en las tertulias televisivas, sino haberse sabido ubicar en los debates que vertebraban el estado de ánimo de los españoles, poner un espejo delante del país y empatizar con una mayoría social. En el fondo, son un partido hecho a golpe de encuestas porque su núcleo fundador está lleno de politólogos y sociólogos y por eso su relato coincide con lo que opinaba la mayoría social: no más impunidad ni más enriquecimiento entre las élites a costa del sufrimiento del pueblo. Y todo con una carga profundísima de idealismo, poesía de los clásicos, retórica popular y frases redondas.

Pero claro resulta que hacer política implica algo más que decir lo que la gente quiere escuchar, es también estar a la altura, exigir responsabilidades a sus líderes, rendir cuentas y, sobre todo, no comportarse como los miembros de la casta que ellos tanto detestan. Pues, la primera en la frente. Los españoles hemos comprobado que la rendición de cuentas tiene para los de Pablo Iglesias el mismo significado que ha tenido en los últimos años para los de las élites. Y por ese camino es probable que los ciudadanos perciban que no es tan real esa machacona invitación a protagonizar el cambio desde abajo ni tanta la euforia por la democracia participativa.

Porque si hoy preguntamos entre los españoles si Juan Carlos Monedero les ha convencido con sus explicaciones sobre la tributación y el destino final de los 425.000 euros que cobró por trabajos de consultoría a los Gobiernos de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador dirían que no. Que los chicos de Pablo Iglesias han recurrido a las tradicionales recetas de las casta: primero, todo es falso; luego, no hay delito, después, es una campaña de acoso y derribo y más tarde, la culpa la tiene el mensajero. Queremos y tenemos derecho a saber si ese dinero que llegó del exterior fue o no a financiar a Podemos; por qué Monedero cobró los trabajos supuestamente realizados tres años después y unos días antes de registrar la marca del nuevo partido y dónde están los documentos que acreditan el contenido de los trabajos realizados... Trans-pa-ren-cia se llama transparencia, la misma que ellos pidieron al extremeño Juan Antonio Monago cuando se supo que había financiado con dinero público viajes personales.

Así no. O cambian de táctica o parecerán un partido como los demás, dispuesto a todo para proteger a sus dirigentes, incluso a establecer grados de tolerancia entre lo defraudado a Hacienda por el PP y su presunta financiación ilegal de los últimos 20 años, la obscena utilización de las "tarjetas black" de algunos consejeros de Caja Madrid, incluidos los de IU y la declaración complementaria con la que Monedero ha intentado reparar el error y ponerse al día con sus impuestos. Pues sepan que nada es tolerable ya. ¿No será que los de abajo ya son casta? Si no lo son, se parecen mucho. En lo de la falta de transparencia llevan camino, y en las luchas intestinas por ocupar el poder lo son ya. Pregunten a Echenique, Miguel Urbán o a Teresa Rodríguez. ¡Apañados vamos!

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