Sánchez se aferra a Patxi López
Pedro Sánchez, consciente de que el eco de su relato ya se apagó, se aferra a la figura del ex lehendakari como tabla de salvación con la que seguir a flote, pese a que el propio Patxi López, cuando conoció la confesión de Sánchez, se declarara sorprendido de que otros le hagan los planes.
Volvió, rompió su silencio, pero pasó sin pena ni gloria. Murió Fidel Castro y Pedro Sánchez quedó relegado a las páginas pares de los diarios impresos y a unas "colas" en los telediarios, pese a que su paso por la localidad valenciana de Sueca provocó un tornado, en el sentido meteorológico del término. Unas horas después de su visita cayó una espectacular tromba de agua que se pudo ver desde varios kilómetros de distancia. Tantos como los que separan ya al PSOE del que fuera su secretario general durante dos años y medio.
Y eso que los más entusiastas del trabajo de la gestora se empeñaron en contraprogramar su reaparición con la entrega de un premio de las Juventudes Socialistas a José Luis Rodríguez Zapatero en Toledo. No fue necesario, por mucho alegato implacable que el ex líder del PSOE hiciera contra la dirección interina del partido y dictara, imbuido de no se sabe qué autoridad, que su mandato ya había terminado. El pasado nunca vuelve por mucha insistencia de él que se guarde en el subconsciente. Al final, aunque nos empeñemos en preservar del olvido los recuerdos, el presente acaba imponiéndose.
Nadie lo escribió mejor que Proust en "En busca del tiempo perdido". Al final, el tiempo destruye, trasforma, degrada, cambia a las personas que conocimos y hasta nos cambia a nosotros mismos. Lo sabe Pedro Sánchez, aunque no haya hojeado la gran obra maestra del novelista francés, y lo sabe el PSOE. Al ex secretario general se lo han advertido ya hasta los más íntimos, después de que media España asistiera en directo a su suicidio televisivo. Y los cuadros dirigentes del partido dicen que el único riesgo que nadie quiere correr es que vuelva el ex secretario general.
De ahí las continuas especulaciones sobre las posibles terceras vías. Y de ahí también que el propio Sánchez haya frenado su ímpetu inicial y ya no dé por segura su candidatura. Lo hizo el sábado en Valencia ante un nutrido grupo de periodistas locales. "Iré en la candidatura de Patxi, aún no se si delante o detrás", afirmó al tiempo que predijo la derrota de Susana Díaz en el próximo congreso.
El ex secretario general, consciente de que el eco de su relato ya se apagó, se aferra a la figura del ex lehendakari como tabla de salvación con la que seguir a flote, pese a que el propio Patxi López, cuando conoció la confesión de Sánchez, se declarara sorprendido de que otros le hagan los planes.
Sin demasiada esperanza de futuro en una candidatura propia, Sánchez siente el anhelo de recuperar el tiempo perdido, resucitar los momentos del pasado y revivirlos nuevamente en el presente a través de López. Y por eso ha rebajado a una "jugada inteligente" el acercamiento de Miquel Iceta a Susana Díaz y ha calificado de "ficticia" la neutralidad prometida por el primer secretario del PSC para las primarias. El ex secretario general cree que los socialistas catalanes están vacunados contra la presidenta de Andalucía y que, frente a un adversario con el perfil de López, Díaz tendría dificultades para hacerse con la victoria holgada que busca.
Una lectura compartida por quienes nada tienen que ver con Sánchez: "Pedro genera rencor; Susana no despierta entusiasmo y Patxi no es concluyente, pero no activa vetos y además no es una amenaza para ningún dirigente territorial". No se trata tanto de que López pudiera imponerse a Díaz en un duelo orgánico, sino de lo que su hipotética candidatura pudiera restar a la de la andaluza a cuenta del apoyo seguro que tendría en Cataluña dados los vínculos del socialismo vasco y catalán. A nadie se le escapa que López fue el primero en salir en defensa del PSC cuando Andalucía y la gestora amenazaron con la ruptura después de que los catalanes rompieran la disciplina de voto en la investidura de Rajoy.
El caso es que en las filas del "susanismo", donde una hipotética candidatura de Sánchez no preocupa lo más mínimo salvo el ruido y el daño que pueda seguir haciendo al PSOE, temen que se consolide una tercera vía, se llame ésta López, García o Pérez. No es para menos porque, aunque es cierto que la inflamación posterior al Comité Federal del 1 de octubre ha bajado y que la militancia y los cuadros quieren pasar cuanto antes la página de esta crisis, el nombre de Susana Díaz sigue provocando algunos recelos, si bien más fuera que dentro de partido.
Quienes más despegados están de los "aparatos" y no buscan anclajes orgánicos o institucionales lo tienen claro y además temen que un PSOE que vuelva a equivocarse con el liderazgo acabe tercero en la escena nacional hasta encontrar un Trudeau, el carismático primer ministro canadiense que puso fin a una década de gobiernos conservadores. Claro que para esto en el PSOE tendría que cundir el ejemplo también en la defensa que el liberal canadiense hizo de los periodistas, tras el abucheo de los suyos a un reportero: "Ey, en este país se respeta a los periodistas. Hacen preguntas difíciles porque es lo que tienen que hacer". E igual para esto hace falta más de una década.
Paralelismos aparte, lo cierto es que el silencio y la ambigüedad calculada de Patxi López tiene despistado al universo socialista. En el "pedrismo" le consideran uno de los suyos aunque él no se considere uno de ellos, y en el "susanismo" sospechan que sólo intenta subir su cotización para ganar espacio tras el próximo congreso. Sea como fuere, no hay solución para el PSOE que no pase por un acuerdo con el socialismo vasco, y menos ahora tras su entrada en el Gobierno de Vitoria.
Conclusión: todos miran a Patxi mientras él calla y... ¿otorga?