Rajoy calla y espera... ¿a Pascua?
El presidente en funciones es tan hermético sobre sus planes como reacio a adelantar acontecimientos, pero es humano y como tal le delatan algunos gestos. La noche del viernes se le vio responder al aplauso de su grupo con otro que él mismo dirigió a los suyos y que concluyó con el pulgar en alto. El guiño no pasó desapercibido para algunos populares, y ha dado pie a la especulación sobre la retirada de un Rajoy que calla y espera... ¿a Pascua?
Suárez eligió la Semana Santa; Zapatero, también. El primero legalizó el PCE; el segundo aprovechó para hacer una gran crisis de gobierno. Uno era católico; el otro, no. Pero ambos aprovecharon la Semana Santa, tiempo de recogimiento y vacación, para sorprender a España. Es probable que la elección de la fecha en sendos casos tuviera objetivos distintos: el del ex presidente de la UCD suavizar el impacto y el del último jefe de gobierno socialista, aumentarlo.
Se acerca la Pascua y, ya saben, para algunos es tiempo de penitencia y oración. ¿Qué será para Mariano Rajoy? Imaginen que el Jueves Santo fuera su última cena en La Moncloa; el Viernes lo dedicara al silencio y al recuerdo de lo que fue y no volverá a ser; el Sábado, día de luto, anunciara su adiós y el Domingo de Resurrección pusiera en marcha el reloj, no el de la democracia, sino el de la verdadera regeneración del PP.
Recuerden que hablamos de Rajoy, de un político silente y esquivo, de quien resulta ilusorio pensar que ha compartido con alguien su secreto. Ni los que practican el "marianismo" más militante saben qué pasa por la cabeza del de Pontevedra, menos después de presenciar el viernes pasado en la Carrera de San Jerónimo un espectáculo más propio de asamblea universitaria que del mejor parlamentarismo, presidencia incluida.
Mucho se ha especulado con lo que puede hacer el presidente en funciones a partir de la investidura fallida de Pedro Sánchez: que si tomará él la iniciativa, que si esperará paciente la convocatoria de las nuevas elecciones para tomarse la revancha, que si sigue empeñado en la gran coalición al estilo centroeuropeo con PSOE y Ciudadanos; que si hará o no un Artur Mas en el último momento...
"El gran cambio para España sería que fuéramos capaces de hacer un acuerdo entre los tres grandes partidos", ha dicho en una entrevista con ABC en la que afirma que está dispuesto a dar la batalla, pero en la que confiesa su estupor por que en este nuevo tiempo decretado por las secuelas de las crisis se haga bastante más espectáculo que política.
En esta sociedad de la hipercomunicación y la democracia del canutazo, no todos están preparados para presenciar según qué cosas. Rajoy es uno de ellos. Pueden suponer lo que pasó por su mente el día que vio cómo el bebé de Bescansa pasaba de mano en mano por los escaños del hemiciclo, cómo Iglesias y Domenech se fundían en una efusivo beso o con qué soltura el "coletas" ofrecía desde la tribuna de oradores su despacho para que la popular Andrea Levy y el "podemita" Miguel Vila se conocieran mejor.
El presidente en funciones es tan hermético sobre sus planes como reacio a adelantar acontecimientos, pero es humano y como tal le delatan algunos gestos. Por ejemplo el que tuvo la noche del viernes cuando la bancada popular ovacionaba su discurso en la segunda sesión del debate de no investidura de Sánchez. Nunca antes se le vio responder al aplauso con otro que él mismo dirigió a los suyos y que concluyó con el pulgar en alto. El guiño, que pasó desapercibido para el gran público pero no para algunos populares, ha dado pie a la especulación sobre la retirada de un Rajoy que calla y espera... ¿a Pascua?
¿Será antes del 2 de mayo para que sea otro quien teja el ansiado acuerdo con PSOE y Ciudadanos que permita que haya un nuevo gobierno? Sánchez y Rivera ya han dicho cien veces "no" a otra presidencia del gallego. Si el del PSOE le llamó "indecente", el de Ciudadanos ya ha dicho que no puede limpiar España quien no supo limpiar su partido. Votar Rajoy, en definitiva, es para ambos blanquear el pasado reciente de un PP asolado por la corrupción y la decadencia moral. Su retirada facilitaría el acuerdo entre los tres grandes. Lo de menos es ya quien lo presidiría.
Recuerden que en esto del lenguaje flexible también el secretario general del PSOE es ya un experto. Sus últimas palabras ante el pleno del Congreso fueron para llamar a un gobierno con participación del PSOE, no presidido por estas siglas. Así que, como ya dijimos en El Huffington Post, podría ser ahora Rivera quien se postulara como candidato. Dicen en los mentideros de la capital que entonces socialistas y populares, con Rajoy ya fuera, facilitaran un gobierno de los tres grandes, que eso es lo que quieren Merkel, Bruselas y los del Ibex 35.
Sánchez, que en aras de su supervivencia dentro del PSOE ha decidido casarse con Rivera para lo bueno y lo malo, evitaría así el coste de unas elecciones en las que Podemos le recuerde sus propias contradicciones por la izquierda. Claro que, antes de esto, hay expectación por lo que la UGT -principal referencia sindical del PSOE- diga sobre semejante matrimonio en su congreso del próximo miércoles. Hasta ahora Cándido Méndez ha sido prudente con los tibios términos pactados en materia fiscal y laboral entre ambas formaciones. Lo que diga quien le suceda en la secretaría general está por llegar. El maridaje de Sánchez con Rivera permite en todo caso al líder del PSOE desterrar la idea de fracaso tras su no investidura e impedir que la formación naranja transite de nuevo hacia la derecha.
Mientras, en Rajoy se atisba más reserva que concisión, pero en el PP están preparados para cualquier escenario, incluso uno en el que su jefe de filas de un paso atrás para garantizar la tantas veces invocada estabilidad de España. Si esto fuera así, Podemos tendría para sí en exclusiva el espacio de la izquierda para hacer oposición.
Hasta aquí lo que puede ocurrir antes del dos de mayo para evitar nuevas elecciones. Pero si Rajoy se empeñara en no facilitar el cambio, sepan que hasta su propia parroquia (léase el editorial de ABC de ayer domingo) le exigiría "un alto sacrificio personal", que es lo mismo que decir que en caso de elecciones no repita como candidato. Pues eso, Mariano, que tienes la Semana Santa para sorprender a propios y a extraños.