Objetivo 17-A: blindar al rey
El independentismo está dispuesto a convertir a Felipe VI en su nuevo y necesario enemigo exterior para justificar errores y cargar culpas
Fue abucheado en agosto de 2017 en la manifestación de repulsa que siguió a los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils, declarado persona "non grata" en octubre por el Ayuntamiento de Girona tras un discurso que abrió la puerta al 155 y recibido con acritud durante su visita al Mobile World Congress de Barcelona. Pese a todo, esta semana, Felipe VI regresa a Cataluña. El motivo: el primer aniversario de los atentados yihadistas del 17-A. Lo hará acompañado de la reina, y no en su mejor momento.
La Monarquía es la institución peor valorada por los catalanes de una lista de 18 y de la que sólo la Universidad, los Mossos y los ayuntamientos reciben el aprobado. Son datos del CEO (Centre de Estudis d'Opinió) del pasado mayo. En el resto de España, no se sabe cuál es la valoración porque hace 39 meses -3 años y 90 días- que el CIS no pregunta a los ciudadanos su opinión sobre la Corona. De hecho, dejó de hacerlo poco después de la proclamación del actual monarca, una falta de escrutinio que contribuye a la sensación de que se intenta ocultar un elemento que sobrevuela el debate público de cuando en cuando como es el cuestionamiento de la Monarquía. Un asunto que, sin duda, trata ahora de azuzar el independentismo, depuesto a convertir, tras la salida de Mariano Rajoy de La Moncloa, a Felipe VI en su nuevo y necesario enemigo exterior para justificar errores y cargar culpas.
Las discretas gestiones del Ejecutivo con algunos líderes políticos y las conversaciones entre la Delegación del Gobierno en Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona han servido no obstante para rebajar la tensión con la que los de Puigdemont pretendían recibir al Jefe del Estado en Barcelona. El presidente Sánchez se empeñó desde el minuto uno en la asistencia del rey al homenaje a las víctimas, y así se lo transmitió a Quim Torra cuando el president de la Generalitat le visitó en La Moncloa: Felipe VI estará sí o sí en el aniversario del 17-A.
La presencia del jefe del Estado no era negociable para un Ejecutivo que desde que lo es no sólo ha mantenido una comunicación fluida con la Zarzuela, sino que ha dado sobradas muestras de implicación en una especie de "operación blindaje" a Felipe VI para que su figura no se viera cuestionada por el escándalo de los supuestos negocios turbios de Juan Carlos I que destaparon las grabaciones del comisario Villarejo a la "amiga íntima" del rey Emérito Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Desde que La Moncloa supo de la organización del homenajee, el gabinete del presidente ha trabajado discretamente por normalizar la presencia del rey en Cataluña.
Y todo ello pese a que el Gobierno era consciente de que una parte del independentismo pretendía convertir el aniversario del 17-A en una especie de plebiscito sobre Felipe VI. De ahí las continuas manifestaciones públicas contra la presencia del rey desde el Govern y sus satélites políticos y mediáticos: que si nadie le ha invitado; que si no será bien recibido; que si algún día tendrá que pedir perdón por el discurso que pronunció tras el 1-O; que si Cataluña no tiene rey; que si hay que llamar al boicot; que si se expondrá a un escrache...
A falta de cuatro días del homenaje, todo está preparado y, salvo sorpresas de última hora, controlado tanto por la Casa del Rey como por La Moncloa para que la visita transcurra con normalidad, sin sobresaltos y a ser posible, sin la tensión que acompañó a la manifestación del año pasado.
No ha sido casualidad, sino fruto de conversaciones discretas entre socialistas y dirigentes de ERC, que tanto Omnium Cultural como la ANC, las dos principales entidades independentistas, se hayan desmarcado en los últimos días de las llamadas al boicot a Felipe VI durante el acto oficial. Tampoco que el mayor de los Mossos, Josep Lluis Trapero, y el ex consejero de Interior, Joaquim Forn, hayan rechazado públicamente que el soberanismo les convierta, como pretendía, en protagonistas del homenaje, y hayan dejado claro que el 17-A debe ser un día dedicado exclusivamente a las víctimas. Y mucho menos que Podemos haya defendido con rotundidad la presencia del rey en el homenaje y haya cargado contra Torra por pretender utilizar el acto para escenificar diferencias políticas.
La última en condenar la pretensión del independentismo de convertir ahora al monarca, como símbolo del Estado, en objetivo de su acción política y en centro del hostigamiento ha sido la siempre ambigua alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, quien en las últimas horas ha pedido que no se politice el acto, cuya organización corre a cargo de su Ayuntamiento. En su opinión, hay otros muchos días al año para hablar de Monarquía o República.
Todo ello, más el hecho de que Colau haya pedido ayuda a la Delegación del Gobierno para organizar y supervisar los recorridos y garantizar el normal desarrollo de los actos previstos durante el homenaje, se ha recibido con un contenido alivio en La Moncloa. No es para menos. La operación blindaje, al menos en lo político, esta vez ha funcionado. Otra cosa es que Felipe VI logre reparar y cómo la brecha que su discurso tras el 1-O abrió entre la Monarquía y una parte nada desdeñable de la sociedad catalana. Pero eso ya no es cuestión sólo de blindajes ni de conversaciones entre el PSOE y el resto de formaciones políticas.