Las claves de la semana: Más madera... para el PSOE
El reloj ya está en marcha. Tic, tac, tic, tac... Rajoy ha salido de su zona de confort y ha puesto día al debate de una investidura que se presume fallida... O no, que diría el presidente de los populares. De momento, las condiciones impuestas por Rivera y sobre las que no se discutió en un Comité Ejecutivo del PP convocado el miércoles a tal fin fueron aceptadas el jueves por el mismo Rajoy, tras un colosal ejercicio de cinismo con el que tomó el pelo a propios y a extraños.
El reloj ya está en marcha. Tic, tac, tic, tac... Mariano Rajoy ha salido de su zona de confort y ha puesto día al debate de una investidura que se presume fallida... O no, que diría el presidente de los populares. De momento, las condiciones impuestas por Rivera y sobre las que no se discutió en un Comité Ejecutivo del PP convocado el miércoles a tal fin fueron aceptadas el jueves por el mismo Rajoy, tras un colosal ejercicio de cinismo con el que tomó el pelo a propios y a extraños.
¿No es eso lo que quería Pedro Sánchez? ¿Una fecha? Ya la tiene: 30 de agosto. La primera votación será la tarde del 31. A partir de ahí empezarán a correr los 60 días máximos que establece la Constitución para la elección del presidente. Si no lo hay, el 25 de diciembre, volveremos a las urnas. ¡No hay quien crea semejante esperpento!
Una fecha elegida en comandita con Rivera
Así que o Rajoy está seguro de que al final saldrá elegido la primera semana de septiembre o definitivamente es que ha perdido el oremus. Claro que también puede ir a una investidura fallida y, después de las elecciones vascas y gallegas del 25 de septiembre, someterse a una segunda si es que el PNV necesita del apoyo del PP en el Parlamento de Vitoria. Sólo así tendría el beneplácito de los cinco diputados del nacionalismo vasco, y sumaría 175, con Ciudadanos y CC.
En todo caso, la fecha del 30 de agosto ha sido elegida, en comandita, con Rivera. Ambos pretenden redoblar la presión sobre Pedro Sánchez y que sea él quien cargue con la culpa de llevar a los españoles a las urnas el día de Navidad. La finta la descubrió, pocos minutos después de que se conociera la fecha, Xabier García Albiol, en su cuenta de twitter:
"El 30 debate investidura. A ver si @sanchezcastejon tiene "narices" de enviar a 36.000.000 d españoles a repetir elecciones el día d Navidad".
El catalán no hablaba a humo de paja ni decía nada que no hubiera escuchado antes en su propia casa. "Más madera, que es la guerra", que diría Groucho en una escena tan disparatada de Los hermanos Marx en el oeste como a la que asistimos en la política española desde ya hace ocho meses.
Que Sánchez pague las consecuencias
Si el secretario general del PSOE está dispuesto a llevar a España a unas terceras elecciones, que estas sean en Navidad y que pague él las consecuencias del disparate. Ese fue el mensaje que esta semana quiso trasladar Rajoy al hacer pública su decisión de cumplir con la Constitución y someter a la Cámara Baja su programa de gobierno.
Sánchez tiene, pues, un problema. Bueno, más de uno, aunque no lo parezca. Su apacible verano ha transcurrido entre tuits sobre la participación española en los Juegos Olímpicos, comidas en chiringuitos, baños de sol y portadas de las revistas del cuore. A juzgar por las imágenes que nos ha regalado, uno diría que nada ni nadie perturba su descanso porque nada ha cambiado en la escena política. Pues la pantalla ya es otra.
137 no son 170
Además de una fecha para la investidura, Rajoy tiene ya, no 137, sino 170 votos, como le pidió Sánchez tras el 26 de junio para que el PSOE estuviera en la solución a la gobernabilidad de España. Pues ni por esas. Sigue atrincherado en el "no" porque está decidido a convertir su negativa a Rajoy en la principal bandera de su campaña de reelección como secretario general, pues cree que así se asegura el apoyo de la militancia.
Y para todo ello se parapeta tras unas resolución política aprobada por el máximo órgano entre congresos de su partido. Vale, venga, aceptamos pulpo como animal de compañía y damos por bueno el texto del Comité Federal del PSOE en el que se ampara Sánchez para mantener el "no", aunque éste se aprobara en diciembre y un contexto político que nada tiene que ver con el de ahora.
Un debate a librar en el Comité Federal
Ahora bien, cuando tras el 30 de agosto el debate ya no sea si Rajoy "sí" o Rajoy "no", sino si el PSOE está dispuesto a llevar a España a unas terceras elecciones, ¿qué hará Sánchez? Tendrá entonces que librar ese debate y hacerlo en los órganos de dirección de su partido porque esa discusión nunca ha existido. El secretario general tendrá primero que fijar la posición de su Ejecutiva y llevarla, después al Comité Federal que hoy se resiste a convocar y someterla a votación.
Si verdaderamente, como ha dicho, está decidido a que el aspirante del PP no cuente nunca y en ninguna circunstancia con la abstención del PSOE, tendrá que ofrecer una alternativa o verbalizar que está dispuesto a pagar el precio de que España pase por unas terceras elecciones.
Los barones, silentes
Ese, dicen, será el momento en el que los barones, hoy silentes, muevan ficha porque si la opción pasa por un gobierno alternativo a la derecha -como ha dicho Pablo Iglesias de nuevo esta semana- no lo permitirá su partido. Y si la elección es pasar un tercer examen en las urnas de nuevo con él como candidato, mucho menos.
Alguien tendrá que parar este juego que apesta a tacticismo orgánico desde uno y otro lado del universo socialista. Es verdad que tanto Sánchez como los barones más críticos tienen poco margen para la rectificación después de haber ido tan lejos, pero lo que está en juego es algo más que el liderazgo de unas siglas. Ni uno está atrincherado en el "no" porque sea lo que más convenga a España sino por mera supervivencia, ni otros están callados por lealtad, sino por simple cálculo, pues es sabido lo que opinan, y no es precisamente lo mismo que Sánchez.
Pues eso: que Rajoy ha salido de su zona de confort y ahora falta que lo haga el PSOE. Esto ya no es sólo asunto de un secretario general cuyo mandato, por cierto, caducó en febrero pasado.