Iglesias busca salida para Errejón
Iglesias y Errejón. Dos almas, dos estilos, dos modelos organizativos, dos ejércitos y hasta dos partidos distintos. La profecía es la misma. Uno de los dos no sobrevivirá a Vistalegre II, por mucho que haya quien diga que, tras la segunda Asamblea Ciudadana, habrá que desterrar la cultura política de guerra instalada desde hace meses en las entrañas de la organización "podemita".
"...Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida". Cambien la magia por la vida pública, el Colegio Hogwarts por la facultad de Políticas, las luchas entre Harry Potter y Voldemort por las de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón y tendrán una trama digna de la mejor saga de J. K.Rowling con idéntico público. Por algo no es casual la dosis de pubescencia que destila la crisis de Podemos.
Dos almas, dos estilos, dos modelos organizativos, dos ejércitos y hasta dos partidos distintos. La profecía es la misma. Uno de los dos no sobrevivirá a Vistalegre II, por mucho que haya quien diga que, tras la segunda Asamblea Ciudadana, habrá que desterrar la cultura política de guerra instalada desde hace meses en las entrañas de la organización "podemita".
Una batalla cuyo origen algunos sitúan en el tiempo, no en el debate por la convergencia con IU ni en las diferencias sobre si había o no que apoyar la investidura de Pedro Sánchez, sino en abril de 2015, cuando uno de los cinco fundadores de Podemos, Juan Carlos Monedero, se vio obligado a abandonar la Ejecutiva tras un pulso con el ministro de Hacienda por el cobro de unos trabajos de asesoría. Ya aquél episodio mostró la tensión entre dos almas que se debatían, en apariencia, entre la moderación y la osadía y la responsabilidad institucional y el latido de los círculos.
Tras aquella renuncia, Errejón ocupó el papel de número dos que algunos atribuían hasta entonces a Monedero y que es el que, junto a la portavocía parlamentaria, acabó empoderándole. La imagen de moderación del secretario Político, su discurso sobra la transversalidad y el apoyo mayoritario de los medios de comunicación siempre jugó a su favor en el pulso con un Iglesias, que acabó endureciéndose en la refriega y no supo convencer a quienes, como Carolina Bescansa o Luis Alegre, decidieron saltar a la vía antes del "choque de trenes".
El último en convulsionar el universo "podemita" ha sido precisamente Alegre -otro miembro del equipo fundador que ya no está en la primera línea, tras augurar que el entorno de Iglesias acabará con él y con Podemos. En un artículo publicado en eldiario.es lamenta haberse encontrado con una camarilla "dañina dispuesta a destruirlo todo con tal de no perecer su condición de cortesanos". Las tesis del que fuera secretario general de Madrid, que anuncia que en Vistalegre votará por Pablo Iglesias, coincide con la que estos últimos días previos a Vistalegre sostiene el "errejonismo" sobre el equipo del líder de Podemos.
¿Dónde está el proyecto político? ¿Dónde están los círculos? ¿Dónde los inscritos? No están, replican los "pablistas", que no ven más que una lucha por el control orgánico y la supervivencia personal de quienes se creyeron el "círculo del poder" , se sienten agraviados y cargan contra quienes les han usurpado el lugar a la derecha del Padre.
La lucha no puede ser más dura. Y a cinco días de la Asamblea Ciudadana, ya da igual quien traicionó a quién primero, cuándo y por qué Podemos cambió la agenda social por una disputa orgánica y quiénes serán los damnificados. De momento, el saldo es contrario a 5 millones de españoles que creyeron en un nuevo proyecto político que ha resultado ser más de lo mismo en menos de tres años. Como en otros partidos, en el de los morados también es difícil entender lo que ocurre sin conocer antes los lazos personales quebrados entre algunos de sus dirigentes. La política, al fin y al cabo, la hacen las personas, y estas son como el común de los mortales, también en los desengaños, las rivalidades, las traiciones, las decepciones y los rencores.
El caso es que han llegado hasta aquí, a su segundo congreso, abiertos en canal y atrincherados en torno a dos liderazgos. Uno de los dos saldrá malparado. La decisión está en manos de los 450.000 inscritos que votarán hasta el próximo sábado listas y documentos.
Si se imponen los de Errejón, ya saben, Iglesias dejará la secretaría general. Sin su equipo y sus ideas, se volverá a la Facultad de Políticas. Si, por el contrario, sale bien parado del plebiscito, ya no hay duda de que el espacio de Errejón en el partido y también en el Parlamento quedará disminuido. La negociación dependerá, eso sí, del porcentaje de apoyo que el secretario político obtenga a sus documentos, y si es en torno al 40 por ciento que sumó en la consulta sobre las reglas de votación para el congreso, la negociación será a cara de perro.
La imagen captada por los fotógrafos en el último pleno del Congreso de los Diputados de la acalorada discusión que Iglesias y Errejón mantenían a cuenta de la Comisión de Garantías de Podemos da idea de la hostilidad previa a su segunda Asamblea Ciudadana. Los puentes para un acuerdo previo a Vistalegre II estaban ya todos rotos en ese momento, si bien ambos cerraron con posterioridad un pacto de mínimos sobre el "tribunal" podemita cuya paternidad prefirieron que se anotaran después los anticapitalistas. En todo lo demás, la entente fue imposible.
Ni Iglesias aceptó los días previos a la finalización del plazo para el acuerdo el planteamiento de Errejón de que él se quedara con el control del partido y dejara en sus manos el espacio parlamentario, ni el secretario político entró a valorar una hipotética salida hacia el Ayuntamiento de Madrid como posible sucesor de Manuela Carmena cuando llegue el momento.
La conversación al respecto existió en el curso de una reflexión conjunta sobre el post Vistalegre II. Y es que Iglesias cree que, cuando llegue el momento, el relevo de Manuela Carmena -que ya ha dicho que no repetiría como candidata al Ayuntamiento de Madrid- necesitará de un nombre de peso, y que si Errejón aceptase el reto podría acumular una experiencia de gestión que le situaría el primero en la carrera cuando se abra su relevo. El planteamiento, sin duda, pasa primero por la victoria del secretario general en la votación que finaliza el próximo sábado porque, de lo contrario, su anunciada renuncia abriría un nuevo cisma orgánico.
Aún así no parece que Errejón esté por la labor. Su prioridad está en la escena nacional y en el Parlamento, un espacio donde intentará preservar la portavocía de Podemos. Tanto él como Iglesias saben que no hay mejor puesto para crecer políticamente, tener visibilidad... y hacerse peligroso.
Atentos, porque la batalla después de Vistalegre será esa. Y recuerden: ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida, al menos en el mismo espacio.