El disputado voto de las señoras
Como en El disputado voto del señor Cayo el motivo es el abandono. En el texto de Delibes era el campo. En la huelga convocada para el 8-M son las mujeres. ¿Feminismo? Más que eso. Es un movimiento global y transversal que rechaza una determinada manera de vivir y ver el mundo y que pretende visibilizar la centralidad de las mujeres en la sociedad, además de las injusticias de un sistema que las condena a una vulnerabilidad de derechos y una serie de injusticias que no siempre han estado en el centro de la agenda política.
"Si paramos, se para el mundo", dicen. El argumentario para la convocatoria es tan amplio como los problemas que afrontan las mujeres por el hecho de serlo: violencia machista, falta de presupuesto para combatirla, mayor precariedad laboral, acoso, persistencia de barreras en la proyección profesional, discriminación salarial, falta de reconocimiento del trabajo doméstico...
La huelga no será una protesta laboral al uso, ya que su seguimiento no se podrá medir con indicadores clásicos porque el trabajo de muchas sigue siendo invisible y no remunerado. En todo caso algo ya está claro: será un día en que las mujeres dirán ¡basta! y en el que a los partidos no les quedará más elección que seguir escondidos o aceptar que sus políticas son parte del problema. ¿Recuerdan a Rajoy ante la brecha salarial? "Mejor no entremos en eso".
Pues no por casualidad feminismo -esa palabra que aún incomoda a algunas- fue declarada palabra del año en 2017 por el diccionario estadounidense Merriam-Webster. Desde el fenómeno MeToo en EEUU unos dicen que la movilización global de las mujeres es coyuntural y otros que tiene algo de revolución. Hay debate: ¿es una transformación transversal que cambiará el mundo o sólo un estallido pasajero? Habrá que esperar para saberlo con certeza, pero la metamorfosis ha llegado y en nuestro país, como antes ocurrió en otros, podría hacerse notar hasta en las urnas.
Los políticos deberían tomar nota pero, a la vista de los últimos pronunciamientos, no parece que todos lo hayan hecho, mucho menos valorado la trascendencia de un movimiento que puede afectar también a la composición del actual mapa político. El más rápido en entender el alcance ha sido Podemos. Ciudadanos no se ha dado por aludido. La protesta no van con ellos porque dicen que es "política". ¡Acábaramos! El PP, que ha calificado la huelga de "insolidaria y elitista", se ha posicionado en contra. Y el PSOE se ha puesto de perfil al apoyar tan sólo los paros parciales que secundan los sindicatos mayoritarios.
La cuestión no es baladí porque el movimiento lo impregna todo y obligará a todos a posicionarse ante la desigualdad de género que es ya tan importante como la economía o la política social. Así ante un mapa político fragmentado y en movimiento y con un PP desfallecido, no será cuestión menor la atención que los líderes políticos presten al movimiento 8M.
Si la derecha tradicional, como apuntan los sondeos, ha perdido el favor del electorado más españolista en beneficio de Ciudadanos y ha conseguido indignar a los jubilados -su principal nicho de voto-, ya sólo le faltaba despreciar el clamor de las mujeres para que el descalabro en las próximas generales llegue a ser antológico. Y de ahí que no se explique que Rivera, tan hábil para capitalizar otros asuntos de la agenda, no haya hecho suyo el clamor de las mujeres y haya preferido convertir la protesta en ideológica para rechazarla de plano.
Si los naranjas han estado poco ágiles, no menos lo ha estado el PSOE, teniendo en cuenta que más de la mitad de su electorado es femenino. Sólo Iglesias y el partido del "macho alfa" han sido capaces de vislumbrar lo que llega y lo que significa un movimiento que traspasa fronteras y, en el algunos casos, ha decidido gobiernos. Su apoyo es incondicional y activo. Tanto que el PP sostiene que la huelga ha sido convocada por los morados como si esto fuera colores, ideologías o un único manifiesto.
Repasemos. Podemos y Ciudadanos fueron la primera y segunda opción de los votantes de entre 18 y 34 años en las últimas generales, un cita en la que quedó demostrado también que a las formaciones lideradas por Pablo Iglesias y Albert Rivera no terminaba de convencer en el electorado femenino. En aquella convocatoria, según datos de la encuesta post electoral del CIS, el PP ganó claramente entre las mujeres. El 22,8% dijo haber votado por el PP frente a un 21,6% que confesó haberlo hecho por el PSOE. Sólo un 17,9% lo hizo por Podemos y el 10%, por Ciudadanos.
Con todo, los socialistas presentaban el perfil de votante más feminizado, ya que el 56% de su electorado fueron mujeres. Un porcentaje que se reduce ligeramente en el caso del PP hasta el 54% y se desploma hasta el 49% en el caso de Ciudadanos y hasta el 43% en el caso de Podemos.
Son datos que, ante la movilización de las mujeres, no debieran obviar con tanta ligereza en los cuarteles generales de los principales partidos porque revolución o no, lo cierto es que hay una nueva generación de mujeres inconformistas que han liderado el movimiento pero lo han extendido en poco tiempo a todos los rincones y a todas las edades . Y algunos aún no se han enterado de que el ¡hasta aquí hemos llegado! no tiene edad, ni condición social ni ideología. Y que si hace un siglo fue el derecho al voto y hace medio la libertad sexual y el acceso al mercado laboral, lo de hoy ni empieza ni acaba el 8 de marzo. Por eso se entiende aún menos que las mujeres del PP hayan asumido con tanta resignación y silencio el insultante argumentario distribuido desde la calle Génova contra la convocatoria y que además lo repitan sin sonrojo por radios y televisiones.
Pues eso: que hace tiempo que el universo de la comunicación política demostró que el material del que está hecha la política son las emociones, que la ideología ha cedido paso a estímulos emocionales en la explicación del voto y que hay contextos específicos que activan más los estímulos emocionales y pueden hacer que los electores cambien de comportamiento. El de las mujeres en este siglo es uno de ellos, y ni el PP, ni Ciudadanos, ni el PSOE parecen haberse enterado. Allá ellos.