Los días más difíciles en Zarzuela
¿Cómo es la relación entre Felipe VI y Juan Carlos I? ¿Qué baraja casa real? ¿Cómo afectan los escándalos del emérito a la institución?
Corrían los desinhibidos ochenta. Millonarios, actores, cantantes, empresarios, vedettes… y el rey Juan Carlos, en mitad de la pista del Club de Mar. Palma era todavía una joya casi natural, con olor a bronceado y gin tonics después de cenar en Flanigan. Una democracia novata, que se olvidaba de las sotanas y trasnochaba bajo el amparo de la palabra libertad. Un monarca en pantalón corto al que nadie tosía y al que todos se pegaban al calor de la fama, el prestigio y el dinero.
Pero entonces don Juan Carlos era uno de los símbolos de la Transición, de frenar el golpe de Estado, de una nueva sociedad plural que entraba en la UE y se atrevía a organizar unos Juegos Olímpicos. Pero esos veranos han pasado… y esa imagen se ha destrozado. Ahora el emérito es un hombre lleno de negocios opacos, que está poniendo en peligro a la propia corona y que se ha convertido en el mayor problema para su hijo Felipe.
No hay mañana en la que una Zarzuela en plena pandemia no se atragante con varios titulares: comisiones del AVE del desierto, cesiones de 65 millones de dólares a Corinna, envíos de dinero a Marta Gayá, sociedades panameñas, despachos de abogados británicos ávidos de suculentas herencias… La ejemplaridad se esfumó de la figura de Juan Carlos I, con el Gobierno apremiando a la casa real para tomar decisiones y el rey actual aplicando el “matar al padre” para poder sobrevivir.
“Una crisis reputacional muy profunda”
“Hay una crisis reputacional muy profunda, que toca suelo en el caso del rey emérito. Hay una crisis de seguridad y convicción sobre la propia monarquía como institución”, reflexiona José Antonio Zarzalejos, periodista, escritor y conocedor de los entresijos de la casa real. Añade al hilo: “Pero creo que hay nivel suficiente de confianza colectiva e institucional en la figura de Felipe VI”. Lo dice no sólo por impresión, sino porque ha tenido acceso a encuestas sobre la figura del actual rey que no se han hecho públicas.
“La situación de Felipe VI hay que verla retrospectivamente y luego proyectarla al futuro. Desde el 2014 ha tenido un reinado muy atribulado desde el punto de vista familiar. Ha tenido que tomar medidas muy radicales, que empezaron con la reducción drástica de la familia, que implicó a sus hermanas”, describe.
Después llegó, prosigue Zarzalejos, un hecho muy importante: “el código de conducta de miembros de la familia y para todas las personas de la casa del rey”. Para después revocar el título de duquesa de Palma a Cristina por el escándalo de Nóos -que acabó con la infanta en el banquillo y con Iñaki Urdangarin en la cárcel-. Todo esto hay que vincularlo con una proclamación en la que por primera vez en la historia no hubo signos religiosos ni misa. En las huellas de esta monarquía, dice el periodista, hay que recordar también que es el primero que se casa con un plebeya, además divorciada.
Para contextualizar este periodo, Zarzalejos explica que en esta etapa actual Felipe VI acordó con su padre que se retirase de la vida pública y luego quitarle la asignación pública después de enterarse de la sociedad panameña a través de un despacho de abogados. Cuando salió la noticia de Lucum en la prensa suiza y británica se produjo una “catarsis” entre padre e hijo, relata Zarzalejos.
Esto llevó a esa decisión de quitarle la asignación del Estado de 194.000 euros y de renunciar a la herencia simbólicamente a través de un notario. “Cuando se produce esto, el rey Juan Carlos está muy tocado de salud, prácticamente ha perdido la movilidad y tiene un ánimo muy deprimido, además de escasas capacidades de reacción”, añade el periodista.
A la vez se ha producido un movimiento muy importante al pasar la investigación a la Fiscalía del Tribunal Supremo especializada en delitos económicos, en la figura de Juan Ignacio Campos. Anteriormente estaba en Anticorrupción, pero se da este cambio al tratarse de un aforado -el rey debe ser juzgado si llega el momento por parte de un tribunal superior al que le tocaría como ciudadano corriente-. Con un debate jurídico de fondo sobre si la inviolabilidad, atribuida en la Constitución, se terminó cuando abdicó o no.
Esto lleva a que, como reconoce Zarzalejos, se estén barajando a la vez varias ideas en la Zarzuela. Una de ellas es que el propio monarca emérito abandone esa residencia, aunque esto llevaría a otras cuestiones polémicas como pagar otra residencia pública o el servicio de seguridad que debe trasladarse con el correspondiente gasto. Es la “salida más verosímil que se puede adoptar en un plazo breve, pero no es seguro”, remacha.
La respuesta más radical sería la de derogar la disposición por la que se le mantuvo el título de majestad tras la abdicación. Pero Zarzalejos cree que esta es más complicada y puede que se la guarde Zarzuela como “munición” ante escenarios más complicados que pueden llegar como que hagan sentarse en el banquillo a Juan Carlos I. Además, modificar esto conllevaría un decreto que debe pasar por el Consejo de Ministros.
Todo esto tiene también el origen jurídico de la abdicación. Para este periodista, se hicieron cosas “buenas” entonces como la ley de un solo artículo para que dejara de ser el monarca pero también “chapuzas” como el aforamiento vía enmienda en una ley que no tenía nada que ver. No se siguió el modelo de otras monarquías como la holandesa, donde la reina Beatriz pasó a ser princesa y se fue a una residencia privada. “A mi juicio no deberían convivir dos reyes”, sostiene.
La relación entre padre e hijo actualmente, añade Zarzalejos, no es ni tensa, más bien es nula, inexistente. Juan Carlos y Felipe ya tuvieron antes duros enfrentamientos. El primero: el noviazgo con la modelo noruega Evan Sannum (“el padre puso todas las zancadillas”). “Tampoco le gustó la boda con Letizia”, añade, pera describir: “Hay una frialdad permanente, la no relación. Su mujer tampoco con su suegro tiene la mínima empatía, no hay química”. Las relaciones del rey actual se ciñen especialmente a su madre, a su tía Irene y a algunos de sus primos. Al monarca le preocupó especialmente también la situación de la casacuando sucedió lo de Botsuana.
Si toma otra decisión, ¿cuándo será? Zarzalejos responde: “Los ritmos de la casa del rey no son los sociales ni los del Gobierno. Es posible que estén pensando que se van a dar escenarios peores que los de hoy y no se pueden quedar sin munición antes de tiempo. Si ahora agotan todos los recursos para distanciarse, puede llegar un peor escenario en el que no tengan ninguno más”.
El otro factor a tener en cuenta, manifiesta Zarzalejos, es que no hay un Gobierno “friendly” con la corona: una parte (la de UP) es “abiertamente hostil” y tampoco “la parte socialista ni Pedro Sánchez son particularmente friendly”. En su opinión, el presidente del Gobierno no le concede “la preeminencia fácilmente” como se ha podido ver en gestos como la invitación al acto de homenaje a las víctimas del covid, la forma de nombrar ministros antes de que los sepa el rey o “la ausencia de defensa parlamentaria frente al ataque de ERC, PNV o Bildu”.
Pero advierte de que también hay situaciones por temas familiares en otras monarquías como caso de Harry o el del príncipe Andrés en Reino Unido o la situación del rey de Bélgica pidiendo disculpas por Leopoldo II.
Para Alberto Lardiés, periodista y autor de La corte de Felipe VI y La democracia borbónica, “el tiempo ha demostrados dos cosas”. “Una es que Juan Carlos de Borbón no era ese rey tan maravilloso que contaron desde la Transición. No se comportaba con la ética y ejemplaridad de alguien que ostenta la corona y la Jefatura del Estado”, explica.
Luego añade: “Por otro lado, se demuestra que la corona anduvo muy lista cuando cambió al rey a tiempo. No me quiero imaginar que estas cosas se hubieran conocido con Juan Carlos en el trono. La monarquía fue audaz. Cambió de rey a tiempo y ese cortafuegos mediático y político de separar a un rey del otro es la excusa que le vale a Felipe VI”.
No obstante, Lardiés opina que todo esto esto “está erosionando bastante la imagen de la monarquía en general, también a Felipe VI”. “Ese cortafuegos no termina de funcionar en el ánimo de la gente”, añade. ¿Y cómo es de verdad el actual monarca? Contesta el periodista: “Siempre se ha definido con la palabra prudente. Lo que él quería era alejarse del legado de su padre o no parecerse demasiado en su forma de reinar. Es de todo menos campechano. Es bastante más prudente y trabajador y menos mujeriego que su padre”.
Sobre próximos gestos, cree Lardiés que “esa medida contundente es obligatoria pero no me atrevo a pronosticar la intensidad de la misma”. “Al final se están conociendo muchas noticias tenebrosas que obligan a hacer algo pero es verdad que no ha sido condenado por nada y goza de la presunción de inocencia. Pero creo que ante los españoles ya ha perdido la inocencia, no era ese rey irreprochable. Algo hay que hacer. Con sacarlo de Zarzuela será suficiente o lo que se atrevan a hacer. Pero no me atrevo a calibrar la intensidad”, apostilla.
La relación entre padre e hijo en los más personal, prosigue el escritor, siempre fue “tirante, en comparación con la de madre e hijo”. “Ahora mismo está peor que nunca, no me atrevo a decir que cerca de la ruptura porque siempre serán padre e hijo, pero en su peor momento”, insiste. Asimismo, refleja que “don Juan Carlos nunca se llevó bien con Letizia” y en ese triángulo “esto ha decantado definitivamente la balanza para que Felipe esté más unido a Letizia y menos a su padre”.
El discurso desde que reina siempre lleva el “ser ejemplar” e intenta comportarse de “forma irreprochable”, añade Lardiés sobre Felipe VI, a la vez que recuerda gestos como los de dejar de recibir regalos o aprobar el código ético. “Pero hay que seguir profundizando en la transparencia de la casa real. Saber cuánto nos cuesta realmente la casa del rey. Se habla de una asignación en torno a ocho millones de euros, pero hay una serie de partidas de otros ministerios, se calcula que nos acaba costando entre 50 y 60 millones al año. Los británicos saben hasta si se ha comprado un café u otro, está todo fiscalizado”, comenta al hilo.
Además, hay que dar esos pasos con el emérito “en una época de crisis como la que se avecina”. “Por mucho acuerdo de la UE que parece bueno, vienen un paro y una deuda disparados, gente con problemas a finales de mes”, vaticina, para declarar: “Así no se puede sostener una monarquía que se comporta con opacidad y con negocios oscuros”. Por ello, dice con contundencia que se debe explicar a los españoles por qué se ha tardado un año en contar esto cuando ya lo sabían Felipe VI y el Gobierno.
Días muy complicados en Zarzuela. ¿Y cómo está el emérito? Lardiés señala: “Para definirlo hay que conocerlo. Tiene mucho carácter. La palabra es encabronado. Por la situación, se siente desde hace dos años desprotegido y maltratado por la casa. Por lo que yo sé, está muy enfadado por Corinna y por la falta de respaldo”.
La corona, en días trémulos.