Ya, deja eso, no autopubliques
Mucha gente se toma en serio el refrán que dice que se debe sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Sobre todo, esto último. Creo, siendo uno de los que escriben libros, que se puede vivir perfectamente sin escribir. La vida puede ser mucho más cómoda y feliz siendo un simple lector.
También creo, con riesgo a equivocarme, que jamás se había publicado tanto como ahora. Según estadísticas leídas a vuelo de pájaro, durante el 2015 se publicaron en Iberoamérica más de 190 mil títulos. Una tendencia en alza que se mantiene. En otras palabras, se publican libros que nunca alcanzaremos a leer.
Estos números reflejan los libros con ISBN, muchos pertenecientes al boom de la autopublicación, un modelo que ha ido en crecimiento, pues abundan los autores que quieren pasar de la escritura a la publicación en lo que demora hacer un chasquido con los dedos. Pero, ¿vale la pena autopublicar?
Algunas editoriales responderían con un rotundo «Sí» y pasarían a enumerar a los grandes autores que iniciaron autopublicándose, principalmente aquellas que han aprovechado este modelo para generar ingresos y comprobar cómo se comportan ciertos autores en el mercado antes de considerar apostar por ellos.
La lista no es corta e incluye, entre otros escritores y escritoras, a Virginia Woolf, Marcel Proust e incluso a Gabriel García Márquez que, según cuenta Plinio Apuleyo Mendoza en El olor de la guayaba, terminó editando La hojarasca por su cuenta, ayudado de algunos amigos, en una imprenta de Bogotá. Sin embargo, una lista de escritores no es garantía de los beneficios de este modelo para los autores. De hecho, son más los que le apuestan a la autopublicación y reciben como reconocimiento el silencio de un mercado demasiado grande para tenerlos en cuenta.
Sin embargo, hay autores que defienden este modelo, porque ven en él una salida a los rechazos editoriales y un modo de entrar a un "mundo" que consideran cerrado. En otras palabras, quieren acortar ese camino que convierte a la persona que escribe en un escritor o escritora.
En algunos casos hacen la distinción con lo que se conoce como vanity publishing, que viene a ser lo mismo, con la única diferencia de que el autor no gestiona el proceso de publicación, sino que paga a una empresa (las mismas del rotundo sí) por una gama de servicios que van desde informes de lectura hasta diseño de portada, impresión, distribución y medios. Alguien convencido de que su obra no ha sido publicada por no tener los contactos correctos o por no ser lo suficientemente comercial, o porque los editores no tienen buen gusto, ve en este tipo de empresas el trampolín para saltar hacia el reconocimiento que creen merecer. La gran trampa del ego.
Estas conclusiones, a las que llegan muchos aspirantes a escritores, están sustentadas en la lista de escritores mencionada y en estrategias publicitarias. Pero Gabriel García Márquez no se volvió escritor porque pagara para publicar La hojarasca. No. Recorrió un camino compuesto de lecturas, rechazos editoriales, puertas cerradas, hambrunas y reescritura.
Estoy convencido que si un libro tiene algo que decir, aunque sea poco, encontrará una editorial dispuesta a dejarle hablar. El mercado editorial actual es grande y variado, con el nacimiento constante de editoriales independientes dispuestas a apostar por nuevos libros y autores.
Los rechazos forman el carácter del escritor, lo hacen volver sobre un libro para descartarlo o reescribirlo. Quizá son las puertas cerradas las que ayudan a que un libro tenga un proceso de maduración que posibilite a los lectores encontrarlo en el momento idóneo. Además, esto permite que los autores pasen por un filtro, asegurándose de publicar un libro con un mínimo de calidad.
No es mentira que muchas editoriales y editores se enfoquen en la publicación de libros comerciales. No hay que olvidar que una editorial es un negocio, hay facturas que pagar. Sin embargo, siempre habrá lugar para esos libros que tienen el potencial de cuestionar la manera en que concebimos nuestra realidad. Un editor, que trabaja en un gran grupo editorial, me dijo una vez que la publicación de estos libros le permitía editar otros en los que sabía que no llegaría a vender mil ejemplares.
Por último, considero que escritor no es sólo quien publica y ve su libro en los estantes de las librerías. Sino aquel que se entrega al acto de escribir a pesar de los rechazos, las horas de sueño y el sacrificio económico. Aquel que está dispuesto a reescribir, aunque al final del día tenga que seguir viendo su manuscrito en el cajón, aguardando por el momento de salir a la luz.
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