Y la bruja era buena...
"Hasta no hace mucho, parecía que los científicos ni se habían enterado de que más de la mitad del planeta tiene cuerpo de mujer, así que para qué estudiarnos".
La ausencia de cultura menstrual en nuestra sociedad nos ha traído un desconocimiento absoluto de nuestros propios ritmos. La Revolución Industrial nos convirtió en simples autómatas, resultando fundamental la producción, sin importar las condiciones del trabajador, y esto resultaba un agravante si nacías mujer. El horror que han tenido que sufrir aquellas que seguían en pie con su endometriosis incapacitante o las recién paridas incorporadas porque perdían el trabajo si no lo hacían.
Nosotras tenemos la suerte de poder disfrutar de diferentes fases durante nuestra etapa fértil, que podrían haber sido aprovechadas para un mejor rendimiento, si alguien nos hubiera enseñado a hacerlo.
Lo de parar de trabajar para disfrutar de un embarazo con plenitud resulta un imposible para muchas, y lo de tener que hacer verdaderos tetris por la falta de ayudas y medidas para la crianza, es un insulto, sobre todo si levantamos un poco la vista en el mapa y entendemos por qué el índice de natalidad de nuestro país da bastante pena.
No debe importar mucho a quienes deberían haber movido ficha hace demasiado tiempo ya. Las pirámides de población se siguen llenando de personas mayores que echan de menos las risas de bebés y de parques con criaturas llenas de vida. Mientras tanto, siguen habiendo empresas que promueven a sus trabajadoras la congelación de sus óvulos para que sigan siendo productivas cuando a aquéllas les conviene. Ser madre a partir de los 40 en una sociedad como esta no resulta nada fácil.
Desde la primera regla (menarquía) hasta la última (menopausia) nuestras hormonas marcan dos tiempos en cada ciclo claramente diferenciados ya que, sus variaciones estarán detrás de la subida o bajada de neurotransmisores que provocarán cambios en el hambre, el sueño, la concentración o las emociones. Hasta no hace mucho, parecía que los científicos “ni se habían enterado de que más de la mitad del planeta tiene cuerpo de mujer”, así que para qué estudiarnos... Tenemos mucho trabajo por delante, demasiados estudios pendientes para corroborar con la ciencia lo que el cuerpo ya nos dice, lo que pasa es que no siempre le escuchamos.
Me encanta el concepto ‘Sabiduría ancestral’, aunque no sea nada científico, porque me lleva al conocimiento de nuestro cuerpo para ser capaces de aumentar el volumen de las emociones y la intuición, y bajar el de la mente y la razón cuando esta no deja de dar vueltas como una lavadora. Desde mi climaterio he abierto mi agenda a cursos que aportan vida a mi tiempo, he retomado retos pendientes como el de meditar que me permiten frenar al elefante mientras pongo en su sitio al jinete.
La madurez nos va dando razones que teníamos escondidas, va poniendo las cosas en su sitio, subir el escalón que supone el climaterio es entrar en la etapa de “chamana”, mujer sabia, experimentada de la vida. La medicina china habla de la segunda primavera, así que prefiero seguir con ese concepto y aparcar todo lo negativo que se suponía llegaba cuando los sangrados cesaban.
Disponemos de muchas más herramientas que nuestras abuelas, encerradas en sus cuerpos, olvidaron que podían disfrutar. Las redes permiten enviar señales a lugares que nunca imaginaste para que hoy, ahora, alguien como tú, se esté planteando que esto de llegar a la fase de Bruja no tiene nada que ver con aquella tía fea de la verruga en cara, pelo estropajo y escoba en mano que en la feria te atizaba al pasar por el túnel.