Y Bárcenas tiró de la manta…
Dice Pablo Casado que “ese PP ya no existe”. Sin reparar que él pertenece a “ese PP”.
Hay que remontarse hasta 1610 para encontrar el origen de la expresión “tirar de la manta”. En esa lejana fecha, en la Catedral de Tudela se colgó un lienzo o manta con el nombre de los conversos que permanecieron en la ciudad navarra tras la expulsión de España, en 1498, de los judíos que no renunciaron a su fe. Con el paso del tiempo, los descendientes de estas nuevas familias católicas comenzaron a tener empleos al servicio de la Corona y a gozar de privilegios. La protesta de los viejos cristianos fue elaborar un censo de los convertidos y situarlo en un lugar público para que todo el pueblo conociera que no eran católicos de pura sangre. Etimológicamente, su significado sería investigar o cuestionar estas conversiones consideradas falsas o de supuesta conveniencia. Hoy, en cambio, cuando alguien tira de la manta, descubre irregularidades o asuntos turbios que afectan a terceros o desvela secretos que pueden causar perjuicios a otras personas.
Y Bárcenas, “Luis, sé fuerte”, extesorero del Partido Popular y condenado por corrupción política a 29 años de cárcel, ha tirado de la manta la semana pasada… Ha hecho efectiva su amenaza con una confesión ante la fiscalía que apunta directamente Mariano Rajoy y que desvela la financiación ilegal del PP, la existencia de una Caja B, que se extendió desde 1982 a 2009. El escrito remitido al Ministerio Público confirma los conocidos sobresueldos recibidos por los dirigentes durante décadas y la supuesta adjudicación de contratos públicos a cambio de mordidas. Este descarnado testimonio hace aún más complejo el tránsito judicial que aún le queda por delante a la hoy primera fuerza política de la oposición.
Como era de dominio público, la condena y el consiguiente ingreso en prisión de Rosalía Iglesias, cónyuge del extesorero, ha precipitado los acontecimientos. Bárcenas pactó con su partido el silencio a cambio de ‘salvar’ a su mujer de vivir entre barrotes y a la sombra. Un acuerdo que no ha sido posible para el bien y la salud de nuestro estado de derecho y que, por otra parte, deja en evidencia el concepto de independencia de la Justicia que maneja el PP. Se entienden ahora mucho mejor su bloqueo (poco respetuoso con nuestro marco constitucional) a la renovación de un Consejo General del Poder Judicial que lleva más de dos años en funciones, las tretas para condicionar nombramientos en altos tribunales, ese fatídico mensaje de WhatsApp del que fuera director general de la Policía Nacional y portavoz en el Senado, Ignacio Cosidó (“controlaremos la Sala Segunda -del Supremo- desde detrás”), y el uso de las cloacas en la ‘Operación Kitchen’ para eliminar documentos inculpatorios en poder del extesorero, esto es, una presunta corrupción de Estado para tapar su propia corrupción. Un itinerario inaceptable en términos éticos y democráticos y quién sabe si también será considerado ilegal cuando culmine el procedimiento judicial. Esta forma de actuar huele a podrido, ofrece un insoportable tufillo filomafioso.
El bombazo se ha producido en vísperas del comienzo de otra vista oral sobre asuntos turbios del Partido Popular. Desde hoy, se juzga precisamente si el PP usó fondos de su Caja B para remodelar la sede nacional de la madrileña calle Génova, una causa donde testificarán los ex presidentes José María Aznar y Mariano Rajoy, además de otros muchos cualificados dirigentes. Más madera después de la primera condena del partido por lucrarse de la trama Gürtel y fue obligado a devolver 255.492 euros, una sentencia que desencadenó la moción de censura que los apeó del Gobierno.
La verdadera tragedia, siguiendo a Platón, es cuando los seres humanos tienen miedo a la luz. La reacción de la actual dirección de los populares ante la amenaza consumada por Bárcenas se enmarca entre lo temeroso, lo previsible y lo deshonesto por querer dar todo por zanjado con una artificiosa línea divisoria temporal. Se ha desentendido del pasado y ha intentado marcar un cortafuegos imposible. Dice Pablo Casado que “ese PP ya no existe”. Sin reparar que él pertenece a “ese PP”, fue portavoz y vicesecretario con Rajoy y miembro del gabinete de Aznar en esa parte de la historia de su partido. Quien renuncia a sus raíces por la mera supervivencia no demuestra ni gratitud ni nobleza. Además, como ya hizo el equipo anterior, cuando saltó a la luz el escándalo en 2009, la cúpula actual se ha refugiado también en imaginarias teorías conspiratorias contra el PP. Otra demostración del estado de pánico en el que se encuentran y que, conocidos sus tejemanejes, es una coartada que no la traga (casi) nadie.
Un día después de la confesión de Bárcenas, además de huir de los periodistas, Pablo Casado se hizo una foto con un lechón… Imagen inoportuna. Cualquiera podría pensar en pocilgas (políticas).