¿Y ahora qué hacemos con el Valle de los Caídos?
Un cementerio civil, un centro de interpretación, un espacio desacralizado público... y hasta demolerlo: estos son los planes de políticos e historiadores
Hoy se ha dado el primer paso en firme para exhumar a Francisco Franco de su tumba del Valle de los Caídos y acabar así con la carga simbólica de un complejo mastodóntico, el más grande levantado en Europa para honrar a un dictador. Cuando Franco repose en El Pardo, la mole de Cuelgamuros, en la sierra de Madrid, perderá el mejor reclamo propagandístico del fascismo con que aún cuenta, pero el recinto es mucho más. De ahí la complejidad de decidir, cuando esos huesos se muevan, qué se hace con él, qué uso se le da.
Ningún país que haya pasado por una dictadura como la española ha dejado intactos los monumentos que recuerdan semejantes tiempos. Los han transformado, los han modificado, han acabado con ellos tirándolos abajo, incluso. Eso es lo que ahora tenemos que decidir nosotros, teniendo en cuenta que la cruz, la basílica, el monasterio y la hospedería se levantan sobre una fosa común de 33.833 personas, españoles de todos los rincones, del bando que dio el golpe de estado en 1933 y del bando que apoyó al legítimo Gobierno republicano. Trabajadores forzosos que murieron picando piedra y héroes de la ultraderecha como José Antonio Primo de Rivera, también.
Con el aval final del Supremo y las elecciones del 10-N a las puertas, los partidos políticos van a tener que posicionarse, sí o sí. Por ahora, hay opiniones diversas y no muy precisas. “Primero era lo primero, sacar a Franco de allí. Ahora hay que pensar el siguiente paso”, resume un asesor socialista a El HuffPost. Las opiniones van desde los que quieren demolerlo (nacionalistas, independentistas) a los que prefieren mantenerlo como está, porque tocar algo es “reabrir heridas” (PP y Vox).
La propuesta más firme la lanzó en 2018 el PSOE (partido en el Gobierno, aunque sea en funciones, y con visos de ganar los comicios por venir), y consistía en convertir el Valle en un Museo para la Memoria. Lo llegó a plantear en una proposición de ley en el Congreso, estando aún en la oposición. Sin embargo, meses más tarde Pedro Sánchez cambió de idea y planteó la necesidad de hacer del complejo un cementerio civil, manteniendo la basílica que hoy está regentada por monjes benedictinos, cuyo prior se ha posicionado, militante, con la familia del dictador.
Los socialistas quieren que sólo queden enterradas en el Valle las personas que “fallecieron a causa de la Guerra Civil”. “Que el Valle de los Caídos se consagre como un lugar destinado a honrar y rehabilitar la memoria de todos los fallecidos en la Guerra y la represión política posterior”, decía ya en el decreto ley que aprobó el Consejo de Ministros a finales de agosto del pasado año para dar cobertura legal a la exhumación de Franco y que ya entreabría esta vía para el futuro del recinto, de 1.340 hectáreas.
En sus comparecencias de esta mañana, ni la vicepresidenta Carmen Calvo ni la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, han avanzado nuevos planes al respecto. Se han limitado a indicar que estamos ante un día “histórico”, que no se habría logrado sin el “esfuerzo” de su formación, y que el proceso de exhumación ha de llevarse a cabo “cuanto antes”.
Los que no quieren tocar nada son los populares. Su postura siempre ha sido la misma. Ni apoyaban la salida de Franco del Valle ni alterar el recinto tal y como está hoy. No es una cuestión “prioritaria” para España, ha dicho en reiteradas ocasiones su líder, Pablo Casado. Ciudadanos, por su parte, no termina de ser claro. Insiste mucho en que cualquier decisión al respecto requiere del “máximo consenso”, por lo delicado del debate, aunque no se cierra en banda, como el PP. De hecho, una de las ideas que más han repetido es que no les parece mal que se cree un “cementerio nacional” que siguiera el modelo del militar de Arlington, en Washington (EEUU); en él reposan veteranos de todas las guerras en las que ha participado Estados Unidos, desde la de independencia a las de Irak o Afganistán.
Hace justo un año, Podemos presentó un informe en el que detallaba sus planes: una completa “resignificación” del espacio para transformarlo en un “centro memorialista” al estilo del que recuerda a los masacrados en los campos nazis de Auschwitz-Biekenau (Polonia) y despojarlo de la “simbología fascista” y religiosa. Incluso, apostaba expresamente por “demoler” la gran cruz que preside el complejo y arrebatar el control de la basílica a la Iglesia católica. La idea es que se “rompa totalmente el poder simbólico” del Valle y pase a ser un lugar de “memoria democrática”. Para ello, tendría que ser exhumado también Primo de Rivera.
Las formaciones nacionalistas, como el PNV o ERC, ven demasiado “cargado” de pasado el Valle de los Caídos y, aún con Franco fuera, entienden que la única manera de borrarlo es acabando con el monumento. Frente a la reconversión o el statu quo, la demolición. Es “un mausoleo hecho a la mayor gloria del dictador con restos de personas, a cuyas las familias ni les preguntaron si les iban a llevar o no allí. Está hecho con trabajo forzado de prisioneros republicanos a la mayor gloria del dictador”, denuncia Aitor Esteban, el portavoz parlamentario de los vascos. Por eso lo mejor es acabar con él.
La ONU exige “contextualizarlo”
Hasta en las Naciones Unidas tienen claro que como está, levantado hacia el cielo como un homenaje en piedra a quien sometió a España durante 40 años, no puede seguir. En el año 2014, el relator especial para la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición de la ONU, el colombiano Pablo de Greiff, reclamó a España una postura más valiente a la hora de afrontar las deudas pendientes con las víctimas de la Guerra Civil y el Franquismo y, entre otras recomendaciones, llamaba expresamente a “reconsiderar” el Valle, porque no se trata de un asunto de “política partidista”. Hay que “contextualizarlo todo” en “favor de la promoción de la verdad y la memoria con una función preventiva”.
Rechaza este complejo porque no explica nada del trabajo forzoso de miles de presos políticos que allí trabajaron, “bajo condiciones inhumanas”, ni se explica que Franco fuera “inhumado allí sin ser víctima de la Guerra Civil”. “Difícilmente podrá pensarse como un lugar en favor de la paz y la reconciliación (…) mientras siga en el centro del monumento la tumba con flores del dictador”, señalaba a propósito de la exhumación.
Lo que dicen los historiadores
Como entre los políticos, entre los historiadores también hay división de opiniones: mejor crear un lugar de homenaje a las víctimas, mejor un centro de interpretación, mejor un espacio desacralizado de uso público para fines educativos o artísticos... Lo que no se nombra es dejarlo tal cual, sine die.
Ángel Viñas, autor, entre otras obras, de La otra cara del Caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco, y ¿Quién quiso la Guerra Civil?, tiene claro que el primer paso que hay que dar ahora es “exhumar los restos mortales lo más rápidamente posible” y, de seguido, “desempolvar el informe -que yo recuerde, no hecho público- de la comisión de expertos que se reunió al final del segundo gobierno Rodríguez Zapatero y reexaminar sus recomendaciones a la luz de la nueva situación. En todo caso, hacerlo público”, abunda.
Dicho informe (que puedes leer al final de esta noticia) ya decía que la presencia de la tumba de Franco “dificulta el propósito de hacer del conjunto un lugar para la memoria de las víctimas de la Guerra Civil sin ninguna otra connotación ideológica y política”.
En declaraciones a El HuffPost, Viñas sostiene que hay que “aprovechar las líneas esenciales que se juzguen adecuadas para incorporarlas al programa con el que el PSOE concurra a las próximas elecciones” y, “en el supuesto de que el PSOE siga conformando el futuro Gobierno, preparar rápidamente medidas para resignificar Cuelgamuros”. Entre ellas, plantea “promover la exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera; reexaminar el estatuto jurídico del monumento; promover la salida de la congregación religiosa en concertación con las autoridades eclesiásticas”.
“Evidentemente todo esto es necesario, pero no suficiente. La resignificación debe, en mi opinión, implicar una reducción drástica del papel religioso dando paso a una valoración precisa de lo que fue, en realidad, la Guerra Civil, de sus orígenes y de su desembocadura en la dictadura franquista. Sería conveniente dar audiencia a los sectores de la sociedad civil en el diálogo con la Administración y con presencia parlamentaria. El ejercicio requiere transparencia, contención y dedicación”, concluye Viñas.
José Luis Gutiérrez Molina, investigador de la Universidad de Cádiz y director científico de la web Todos los Nombres, reclama un proceso rápido, por pura “salud” democrática. Es importante que se acabe cuanto antes con los “honores” estatales diarios, teniendo en cuenta que el conjunto pertenece a Patrimonio Nacional desde su apertura al público, el 1 de abril de 1959.
Aclarar ya el destino final del complejo es precipitado, prefiere ver los pasos intermedios que se dan. Por ejemplo, hay un último escollo judicial en la figura de un juez de Madrid, José Yusty, quien mantiene bloqueada provisionalmente la licencia de obras para actuar en la basílica de Cuelgamuros, informa EFE. Hay que llevarse a Franco, hay que llevarse a Primo de Rivera y hay que dar “reparación” a los demás enterrados. Luego las preguntas son muchas: “No es barato de conservar y hay que ver para qué se quiere. Hay que retirar a los benedictinos el control, desacralizar un edificio público y crear una comisión que analice las posibilidades. ¿Por qué no se decide, quién sabe, que se mantenga como hostería? Decirlo ahora mismo es complicado, todo está muy contaminado como para pensar en soluciones tipo Auschwitz. Hay que ver el uso que quiere hacer la sociedad, lo que la sociedad necesita. Que se solucione lo inadmisible y luego vemos. En cuatro o cinco años, con serenidad”, propone.
Patrick Beirens, investigador de la Universidad belga de Lovaina, especializado en totalitarismos en la historia contemporánea de Europa, apunta a que es “impensable” mantenerlo como lugar de homenaje fascista y apuesta más por convertirlo en un lugar “donde entender el pasado del país”. El modelo de los campos nazis en Polonia no le disgusta, pero avisa de que la comparación es “demasiado simple” porque de partida tenemos “decenas de miles de muertos con los que hay que hacer algo”.
“Si se quiere aplicar el concepto de verdad, justicia y reparación, ninguna solución debe pasar por responder a esas víctimas y sus familias”, indica. Si no pueden ser desenterradas, por el mal estado del complejo, hay que mantener las sepulturas y, por tanto, mantener al menos una zona “de recuerdo, de homenaje”. El resto debería “explicar, explicar y explicar”, que es lo fundamental.
Y plantea incluso que, sea cual sea la solución, se vote en un refrendo, para que sea “la decisión de los españoles”. “Los ciudadanos tienen ya suficiente madurez democrática como para apostar”, concluye.
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