Cómo Vox ha cambiado al PP
La ultraderecha condiciona a los populares, obligados a asumir su discurso desde la fuerte irrupción de los de Abascal en Andalucía.
La ultraderecha de Vox condiciona a los populares desde su fuerte irrupción en el Parlamento andaluz hace casi un año y medio. Ahora, con 52 diputados ultras en el Congreso dispuestos a revertir “las leyes liberticidas”, el PP asume algunas de las líneas más duras del discurso de Santiago Abascal y compite por liderarlo. Por eso ha cambiado tanto desde que se fue Mariano Rajoy.
“Creo que en campaña de las generales, en los meses previos y quizá posteriores, Vox nos ha influido. Pero creo que hoy en día, ya en el nuevo año, no tanto”, reconoce a El HuffPost un diputado popular a las órdenes de Pablo Casado en la Cámara Baja.
El partido vive mentalmente condicionado por la eclosión de la ultraderecha. Fuentes de la formación que piden anonimato cuentan que “Vox recuerda al PP cada día que es más débil”. De manera que, dicen, es de “vital importancia” unir al centroderecha. “Menos PP significa menos España”, recalcan estas fuentes a este diario. “Ver a 52 diputados de otro partido que podían ser nuestros martiriza mucho”, aclaran.
Algunos miembros del PP están empeñados en que la formación siga siendo la casa común del centroderecha. Por eso, hay quienes justifican a El HuffPost que “los populares deben ser el único partido que tienda la mano a los Abascal”. Cualquier guiño es bueno si quita votos a Vox.
La salida de Alfonso Alonso del PP vasco, uno de los últimos moderados del partido, y la designación como candidato a lehendakari de Carlos Iturgaiz, perteneciente al ala dura del expresidente José María Aznar, es el último ejemplo de cómo el tsunami verde está cambiando a los de Casado. ¿Pero cuándo empezó a transformarse el PP?
El PP se asustó mucho con el batacazo del 28-A y el millón y medio de votos que se fue a parar a Vox. Pero el miedo contagió a los populares cuatro meses antes con el éxito de Abascal en las andaluzas. Desde entonces, la sombra de la ultraderecha es alargada en Génova 13.
En ese tiempo se ha visto a Casado ensayar distintas estrategias para contener la fuga de apoyos. Ha pasado de insultar mucho a Sánchez, como Abascal, a ponerse el traje de hombre de Estado cuando Ciudadanos se quedó a solo nueves escaños, para después, con Vox como tercera fuerza el 10-N, volver a insultar y parecerse a Abascal.
Para el recuerdo —y la hemeroteca— quedan todas las formas que el PP, que ahora concurrirá con Cs en Euskadi, copió de Vox. Como la manera en la que Abascal se refería a los ahora aliados naranjas: “veleta”.
La sombra de la ultraderecha legislando
Entre el 28-A y el 10-N Casado cambió ideología por economía para hacer campaña, como le pedían los barones de su partido, entre ellos Alberto Núñez Feijóo y el ya dimitido Alfonso Alonso. Pero en el Congreso, donde la fallida investidura de Sánchez el pasado verano preparó a los partidos para la repetición electoral del 10-N, el PP siguió copiando a Vox. Ya no lo hacía en Twitter, sino en las iniciativas legislativas.
Un ejemplo es la Proposición de Ley Orgánica para el reconocimiento del carácter de Agentes de la Autoridad a los funcionarios de cuerpos penitenciarios que el PP llevó al registro de la Cámara el pasado 19 de septiembre. Después de que lo hiciera Vox.
El plagio está cargado de simbolismo. No obstante, uno de los miembros fundadores de Vox, José Antonio Ortega Lara, es un funcionario de prisiones retirado que fue secuestrado por ETA durante 532 días y fue militante popular entre 1987 y 2008.
Carlos Iturgaiz, el nuevo candidato a lehendakari propuesto por Génova, ya lo fue en 1998, en plena ofensiva terrorista de ETA. Ahora, con la banda disuelta, los populares sitúan al frente a un personaje que vivió los tiempos más duros en Euskadi.
Iturgaiz cree que trabajar con el partido de Santiago Abascal, como en Andalucía, Madrid o Murcia “es muy bueno y necesario” y “se podría dar en otras partes de España”.
La seguridad y la propiedad fueron el otro puntal de Vox que obligó al PP a seguir la estela de la ultraderecha. Tras las andaluzas, Abascal lanzó una cruzada contra la ocupación de viviendas. Propuso una reforma legislativa para poder hacer uso de la fuerza a la hora de defender las casas y para que los okupas puedan ser expulsados en cuestión de horas.
El PP no solo lo vio bien, sino que cogió el guante apenas un mes después en el Congreso y en febrero propuso lo mismo: “Ley Orgánica contra la ocupación ilegal y para la convivencia vecinal y la protección de la seguridad de las personas y cosas en las comunidades de propietarios”. No iba a ser menos.
Cataluña y el 10-N vuelven a mutar al PP
La sentencia del procés en octubre de 2019 y las protestas del independentismo, que provocaron disturbios en toda Cataluña, reventaron el marco con el que los partidos preparaban las elecciones del 10-N. Las imágenes de las barricadas por las calles de Barcelona y la ocupación del Aeropuerto de El Prat pesaron mucho. Y Vox lo aprovechó.
Antes, Casado intentó durante un tiempo aglutinar bajo la marca España Suma a su partido, Cs y Vox. No lo consiguió. Pero fue subiendo el tono. Temía que Abascal pescara más que él con la bandera española hasta el 10-N. Y casi lo consiguió. Vox se convirtió en tercera fuerza con 52 diputados y el PP, segundo, recuperó peso: de 66 a 88.
El cataclismo fue naranja. Y Casado volvió a tener respuesta en ellos. ¿Por qué se disparó Vox y se hundió Ciudadanos? Porque el electorado de derecha quiere al PP de toda la vida, el discurso duro. Y así, durante la investidura de Pedro Sánchez en enero, con el primer Gobierno de coalición de izquierdas desde la Segunda República llamando a la puerta de La Moncloa, Casado volvió a disparar insultos y se olvidó de la economía.
El duelo entre PP y Vox está servido y revive pesadillas de la historia reciente. Casado y Abascal se acordaron en la tribuna durante la sesión de investidura de la sangre vertida por ETA y de la derramada durante la Guerra Civil. El presidente del PP pisó el discurso al jefe ultra y le obligó a rehacerlo.
El líder del PP leyó un catálogo de exabruptos imposible de memorizar. Volvió a ser una máquina de insultos que marcó el tono con el que está haciendo oposición a Sánchez. El PSOE sabe que Vox ha cambiado tanto al PP, que no puede contar con él para nada en esta legislatura.
“Con la ultraderecha no pueden [los del PP] hacer ninguna concesión al Gobierno. En cuanto la hagan, Vox se les tirará al cuello”, cuenta al El HuffPost un diputado socialista que espera, como todo su grupo, que Vox no deje al PP tan irreconocible que no pueda llegar a acuerdos en los que son necesarios, como en Cataluña o en pensiones.