Votar para frenar el populismo neoconservador en Europa
La historia más reciente ha demostrado que todos los procesos y avances de la humanidad no son inmanentes y, por el contrario, son reversibles si no se defienden con determinación día a día. De nada sirve luego lamentarse de lo que se pudo hacer y no se hizo. Es necesario confesar que en estas elecciones europeas nos jugamos mucho más que saber el próximo reparto político que regirá el Parlamento Europeo y el equilibrio en el resto de sus instituciones derivado de ello. Nos estamos jugando, no sólo el futuro del proceso de integración sino también –es importante subrayarlo– la pieza central que determinará el futuro inmediato de los sistemas democráticos en nuestro continente. Y justamente en la región del mundo cuna del pensamiento liberal democrático, en donde los valores del pluralismo y la defensa de los derechos pensábamos estaban más asentados.
Las fuerzas del populismo neoconservador, racista y excluyente avanzan inexorables hacia el corazón de Europa. Después de ganar gran parte del centro del continente que dejó el comunismo para abrazar otros autoritarismos, conquistada Italia con la llegada de la Liga de Salvini, acechada Alemania con el auge del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania y a pesar de haber sido frenada en España y Portugal, con sendas victorias socialistas, el “nido de la serpiente” del autoritarismo intransigente y xenófobo puede colocarse como fuerza política determinante en el Parlamento Europeo. Para consolarnos sirve aquella frase mítica de Bogart en la inmortal Casablanca: siempre nos quedará París… a pesar de que los “chalecos amarillos” le han bajado los humos europeístas a Macron.
Olvidamos con demasiada facilidad como históricamente los movimientos fascistas se valen de los valores democráticos y de las elecciones libres para, finalmente, acabar con ellos. Y lo peor es que el escenario puede ser propicio para estas fuerzas antieuropeístas porque después de muchos años empujando la “nave” de la integración europea a través de tantas “tormentas” económicas, sociales y políticas con la permanente debilidad institucional y la dominante falta de voluntad política, lo que le pide el cuerpo probablemente a una parte significativa de los europeos es no votar en las actuales elecciones al Parlamento Europeo. ¿Cómo se puede explicar a nuestros electores, especialmente a los más jóvenes, la utilidad de un proceso de integración en donde, como ocurre en España con un 53%, las nuevas generaciones se encuentran abocadas al ostracismo laboral o al destierro?
Dicho esto, y aun así, es imprescindible participar activamente en estas elecciones más que nunca porque estamos abocados a una refundación de Europa. Esa Europa de 27 estados +1 que, a pesar de los muchos borrones ha escrito, con su proceso de integración, las páginas más largas de paz y prosperidad en un continente históricamente en conflicto permanentes que fue el origen de las dos guerras mundiales. Para eso dimos la lucha desde 1979 -una vez que pudimos elegir directamente a nuestros representantes- para dar solución progresiva al denominado “déficit democrático”, para colocar a la ciudadanía como motor de este proceso de integración incluso, por encima de Estados y de patrias; los más ingenuos llegamos a acariciar la idea de que el rango jurídico de esa ciudadanía elevado a norma en el tratado de Maastricht sería el punto de bóveda de una Europa unida y federal.
Pero con el paso del tiempo el sueño se esfumó, y ahora estamos inmersos en esta vorágine del Brexit, derivada de la continuada indefinición británica, que lleva condicionando la Unión y sus políticas los dos últimos años; empezando por estas propias elecciones en donde a dos semanas de realizarlas no sabíamos si UK acudirían a ellas o no. En el argot castellano se decía “despedirse a la francesa” cuando alguien se iba sin decir nada; ahora se ha acuñado el término de “despedirse a la inglesa” cuando dices muchas veces de forma cansina que te vas, pero nunca acabas de irte.
Es imprescindible conseguir una mayoría parlamentaria impulsora de esa inevitable refundación de Europa para poner en marcha una reforma de los tratados que, llegados a este punto de atomización de políticas, interés y modelos, parece inevitable. La Comisión Europea en su Libro Blanco sobre el futuro de Europa diseña un “tercer escenario” de futuro para que, los estados decididos a avanzar con paso firme y decidido, lo puedan hacer con el mecanismo de “cooperación reforzada” o solidaria, sin estar sometidos a esos estados-rémora que siempre dificultan las decisiones en su permanente duda hamletiana respecto a su verdadera vocación europeísta. Este mecanismo para adoptar y ejecutar las posiciones o acciones comunes debe estar institucionalizado en un nuevo Tratado que abra nuevamente la puerta a una inevitable constitucionalización del proceso. La necesidad de un proceso constituyente y de una Constitución para Europa tendrá que volver a plantearse, antes o después.
Es urgente abordar con mente amplia y nuevos compromisos los puntos urgentes de la agenda establecida por la Unión fruto del renovado pacto entre Merkel y Macron:
- El avance en la nueva agenda común de inmigración, asilo y refugio, asumiendo de forma directa y sin delegación a terceros Estados (acuerdo con Turquía) la protección efectiva de los derechos de esas personas que llegan a nuestras fronteras huyendo de la guerra y/o de la hambruna.
- La puesta en marcha de un Ejército Europeo capaz de cubrir el retraimiento y las desavenencias con el socio transatlántico que también se extiende a una verdadera “guerra comercial” fruto de esta esperpéntica “twitter diplomacy” de Trump (Con estos amigos…).
- Avanzar en la construcción de una verdadera “Europa Social” con nuevas políticas comunes en materia de desempleo y de apoyo a los jóvenes y a las familias.
- Poner en marcha la tercera fase de la Unión Bancaria y dentro de la Unión Monetaria, transformar el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) en un Fondo Monetario Europeo (FME).
- Fortalecer la Acción Exterior común en todos sus múltiples escenarios y de forma prioritaria la cooperación al desarrollo y la ayuda que requiere dar un paso adelante cuantitativo y cualitativo con nuevos instrumentos que le permita una cooperación más eficaz, eficiente y sostenible.
Asociado con este último punto, si aspiramos a intervenir de forma efectiva en la gobernanza global con una voz común en el exterior es imprescindible avanzar a mejor ritmo en el fortalecimiento del Servicio Europeo de Acción Exterior y profundizar con mayor voluntad en la reforma de la Política Exterior y de Seguridad Común, fortaleciendo la figura del Alto Representante e introduciendo en este ámbito el protocolo de votación por mayoría a las decisiones que se adopten dentro de él. El Parlamento Europeo debe reivindicar una competencia plena de control en políticas que intervienen de forma estratégica en el futuro del sistema internacional.
En conclusión, somos muchos los ciudadanos que pensamos necesario responder con firmeza y peso a los grandes retos económicos, políticos, diplomáticos y militares que tenemos por delante; para ello, Europa no es el problema, sino que, por el contrario, Más Europa es la única solución; la cuestión es definir qué tipo de Europa es la que deseamos construir.