Vivir en Madrid perjudica seriamente su salud (mental)
La gestión de la pandemia en la Comunidad es justo lo contrario a lo que recomienda la OMS, y quienes lo sufren son los ciudadanos.
“A mí ya me da igual que nos confinen o no; lo que quiero es saber qué voy a poder hacer con mi vida mañana”. Esta frase pronunciada este viernes a las 9 de la mañana de boca de una arquitecta madrileña de 29 años que vive en Puente de Vallecas podría haber salido de cualquiera de los más de 6 millones de personas que residen en la Comunidad de Madrid.
Desde marzo hemos aprendido que ‘pandemia’ es sinónimo de ‘incertidumbre’, pero lo que está ocurriendo estas semanas en Madrid debería tener otro nombre. Cuando parecía que la población tenía asumido el confinamiento perimetral de la capital y otros nueve municipios ordenado por el Ministerio de Sanidad, llega el Tribunal Superior de Justicia de Madrid y anula esta norma, dejando la puerta abierta, literalmente, a salir y disfrutar del puente del 12 de octubre lejos de la ciudad.
Muchos ciudadanos respiraron aliviados… sólo unas horas, en las que se mantuvieron pegados a las noticias. Por un lado, quedaba la duda de si el millón de habitantes de las 45 zonas sanitarias con restricciones previas podrían o no moverse con ‘normalidad’. Por otro, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, pidió a todos los madrileños que no salieran de puente (después de recurrir las restricciones, aunque eso es otra historia).
Este viernes se han despejado las dudas en cuanto el Gobierno central ha decretado el estado de alarma en la Comunidad de Madrid. Es evidente que la situación es delicada —epidemiológica, política, económica y socialmente—, pero el tira y afloja entre administraciones no hace sino complicar aún más el panorama para los madrileños.
Bienvenidos al “hartazgo pandémico”
La gente está moralmente hundida, y los expertos lo saben. Esta semana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado una guía dirigida a los Gobiernos para contrarrestar el ‘hartazgo pandémico’, una sensación de “desmotivación” que, según la OMS, afecta hasta al 60% de los europeos.
“Los ciudadanos han hecho grandes sacrificios para contener la COVID-19. Ha tenido un coste extraordinario, que nos ha agotado a todos, sin importar dónde vivamos o qué hagamos. En tales circunstancias, es fácil y natural sentirse apático y desmotivado, experimentar hartazgo”, reconoció este miércoles Hans Kluge, director regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud.
De hecho, según un estudio europeo impulsado por la Fundación AXA, los españoles son los ciudadanos de Europa que más problemas de salud mental sufren por el Covid-19. De acuerdo con este estudio, un 34% de los españoles reconoce sentirse mal o muy mal, frente a la media europea del 22%, y sólo un 20% de los españoles afirma que su estado de ánimo es bueno.
“Aunque a distintos niveles en función de cada persona, el confinamiento y la pandemia han tenido un impacto psicológico en la población”, constata José Ramón Ubieto, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. “Pero si además a eso le sumas la desconfianza generalizada en los dirigentes, la confusión que generan algunas medidas y las peleas internas entre unos y otros, no se logra transmitir precisamente ánimo a la población ni un gran entusiasmo para cumplir las medidas”, añade.
“Es más que natural que la población se sienta perpleja, confusa, harta y sin tener una idea de por dónde van los tiros. No se puede pedir al ciudadano que sepa descifrar todos los tiras y afloja técnicos, políticos y jurídicos”, coincide Daniel López Acuña, exdirector de la Acción Sanitaria en Crisis de la OMS.
Los consejos de la OMS que NO se cumplen en Madrid
La Organización Mundial de la Salud plantea en su última guía varias recomendaciones que deberían aplicar los gobernantes en sus políticas frente a la pandemia, y que harán reír (por no llorar) a los madrileños. El organismo pide a los políticos:
1. Ser transparentes
2. Aspirar al máximo nivel de equidad en las recomendaciones y restricciones
3. Ser lo más coherente posible en los mensajes y las acciones, y evitar medidas conflictivas
4. Coordinarse y evitar mensajes cruzados entre expertos y portavoces
5. Aspirar a la máxima predictibilidad teniendo en cuenta que las circunstancias son impredecibles.
“La previsibilidad es una necesidad básica psicológica que previene el estrés y la sobrecarga mental. Esta pandemia está caracterizada por lo contrario a la predictibilidad. Aun así, los países pueden aspirar a la mayor previsibilidad estableciendo criterios epidemiológicos específicos [...]. Los países también pueden comunicar claramente las fechas de las restricciones y hacer un seguimiento de ellas para que la gente sepa qué esperarse”, indica la OMS.
Lo cierto es que con la declaración del estado de alarma ya hay algo firme a lo que atenerse, y además no cambian las restricciones que se establecieron en varios municipios de la Comunidad de Madrid hace una semana. Pero a lo largo de estos días ha habido tanto vaivén político-jurídico que la situación general, y la que transmite el Gobierno regional, es que las cosas sí han cambiado.
“Si todas las autoridades dan el mismo mensaje, la población tiene la sensación de que al final tendrá una recompensa. Pero si cada uno habla de criterios distintos, la gente duda de que vaya a haber recompensa, lo cual confunde y cabrea aún más”, explica José Ramón Ubieto.
Para Natàlia Cantó, doctora en Sociología y profesora de Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, el principal problema está en que, cuando “todas las instituciones deberían dar la impresión de que se toman el bienestar de la gente como lo más importante, nadie está teniendo esa sensación”.
“La población ha desarrollado un escepticismo que probablemente no tendría si se le estuviera mostrando un cuadro más claro”, sostiene Cantó. “En una situación real de vida o muerte, no puede ser que una institución diga A y la otra B, porque además existe una jerarquía, y una emergencia no es momento para hacer politiqueo”, critica la socióloga. “En cambio, la gente tiene la sensación de que se está utilizando la pandemia para sacar rédito y posicionamiento político”, lamenta.
La consecuencia de esto, explica Cantó, se traduce en dos actitudes extremas entre la población: “La gente puede caer o en el pánico de pensar ‘ostras, vamos a morir todos, estos no tienen ni idea’ o en el pasotismo de ‘esto es un cachondeo, ellos no se aclaran y yo me estoy quedando sin un duro, así que todo me da igual’”. “Llegar a la pequeña ventana que se sitúa en el término medio resulta muy complicado, es un equilibrio muy precario, por eso la emergencia se tiene que gestionar con una delicadeza máxima”, razona.
La necesidad de hacer “pedagogía social” (no todo está perdido)
Para llegar a esa “pequeña ventana” que permita gestionar una situación de emergencia, “hay que ser claros, y emitir mensajes de alarma sólo cuando sean necesarios, pero además deben ir acompañados de instrucciones muy claras para que la gente tenga la sensación de que se sabe lo que se está haciendo”, explica Cantó.
En esta situación, Daniel López Acuña considera importante recalcar que la declaración del estado de alarma responde a una necesidad de salud pública y, por ello, se necesita “mucha pedagogía social” para que la gente entienda que no es una cuestión política —como algunos se empeñan en señalar— sino sanitaria.
“Las medidas son para proteger la salud de los madrileños. Tiene que quedar claro que no es una imposición ni una orden dictatorial para volver al confinamiento de marzo, sino que se trata de aplicar las medidas que se estaban aplicando hasta ahora, pero con otro marco jurídico que lo permite”, explica el epidemiólogo. “Lo que se está haciendo es evitar irradiar la pandemia fuera de la región y, a su vez, reducir la transmisión en los nueve municipios con restricciones”, apunta.
La población, y los propios políticos, pueden ‘consolarse’ pensando que tendrán claridad y seguridad sobre las restricciones al menos durante las próximas dos semanas, que todo esto va dirigido a mejorar la salud pública, y que es preferible llevar a cabo “acciones cortas pero decisivas para evitar una cronicidad en la interrupción de la actividad económica”, recuerda López Acuña. Por si acaso, ya lo dijo esta semana el FMI: los confinamientos para frenar el avance del virus son mejores para la economía que otras medidas más laxas.