Viva la historia
Contra los cazadores de las esencias y los depositarios de las purezas, viva la Historia como empresa humana unificadora, la Historia real y material, la Historia concreta
I. Los cazadores de las esencias, los depositarios de las purezas, los paladines de la autenticidad, -en una palabra, los tontos-, están convencidos de que la humanidad se nos presenta ya naturalmente dividida en pueblos, entidades previas y trascendentes con tal poder para poner orden en la condición humana que deben regir desde el idioma en el que soñamos hasta el importe de las multas por mal aparcamiento. Y, más que ningún otro aspecto, deben regir el mapa político. Llaman “autodeterminación” a esta monserga. Sólo el sexo, con sus actuales atascos genéricos, compite con los pueblos en ofrecer a la ciudadanía ensoñaciones para distraerse de la vida real imaginando un paraíso narcisista de pureza originaria.
Para ellos el curso de la Humanidad -la mayúscula es aquí meramente enfática- no es más que una epopeya de liberación de los pueblos, cuyos espíritus sostienen firme el timón de esta gesta en medio de tormentas imperiales y fascistas. Que su antiimperialismo sea un producto del Imperio Romano o que el volksgeist sea un antecesor directo del nazismo les preocupa poco. No hay más futuro que el origen. Y cuando el mapa étnico coincida con el mapa político habrá terminado la prehistoria. Los pueblos, cuyas fronteras se nos revelarán naturales como los ríos, vivirán armónicamente en la alegría de ser ellos mismos, origen de toda paz y todo descanso eterno. La Historia concluirá sin ni siquiera haber empezado.
II. Pero tranquilos, contra esta aterradora distopía tenemos el 12 de octubre, la fiesta que, por encima de otras consideraciones no menores, celebra que es la Historia y no el destino de los pueblos la que gobierna el curso de la Humanidad. Hay mucho que celebrar en esta fecha, por ejemplo, el hito fundacional de la Hispanidad, el único gran bloque a nivel mundial que puede desempeñar en la actualidad un papel progresista en la dinámica de la que participan el feroz capitalismo anglosajón evangélico y el furioso feudalismo islamista. No se puede ser tan ingenuo como para creer que el rebrote de la leyenda negra y el ataque a los que la combaten no le hace el juego a trumps y erdoganes.
Pero el descubrimiento de América va mucho más allá. No hay tal esplendor étnico, sino una Humanidad común en su naturaleza histórica y conflictiva. Lo ocurrido el 12 de octubre de 1492 pertenece a ese puñado de hitos -mitad contingentes, mitad necesarios- que crearon el mundo que les sucedería, y cuyas implicaciones se han desplegado en cadena volviendo inconcebible un planeta en el que no hubieran ocurrido. Como la victoria de los atenienses contra Darío o la entrevista de Atila con León I, la bola de nieve que Colón echó a rodar no se puede valorar con las categorías convencionales, ya que valorados y valoradores somos su resultado. Ada Colau y Blas de Lezo, José Martí y José Mujica, usted y yo, continuamos cayendo ladera abajo dentro de ella.
III. Viva la Historia, el antídoto contra los fundamentalismos antropológicos de los nacionalismos de hace cien años y los fundamentalismos psicológicos de los nacionalismos actuales. Viva la Historia, contra la metafísica y la retórica. Viva el idioma español, que con su distinción “ser/estar” otorga al término “Estado” unas connotaciones de provisionalidad y coyuntura tan alejadas de toda solemnidad y eternidad. Vivan los Estados políticos, soluciones provisionales a las luchas de intereses económicos de todos sus habitantes. Contra los cazadores de las esencias, los depositarios de las purezas, los paladines de la autenticidad, -¿ya los llamé tontos antes?-, viva la Historia como empresa humana unificadora, la Historia real y material, la Historia concreta, uno de cuyos hitos universalmente relevantes, que ha posibilitado que yo esté aquí y ahora escribiendo estas líneas y usted esté aquí y ahora leyéndolas, se celebra este 12 de octubre.