Víctor Lapuente: "Necesitamos funcionarios que no trabajen para los políticos"
Entrevista al politólogo e investigador: “En España hace falta mirar más a Navarra y el País Vasco”.
Los gobiernos de alta calidad son aquellos que actúan de manera imparcial, no son corruptos y usan los recursos de manera eficiente. Aunque estos objetivos parecen evidentes, muchos dirigentes se los saltan para enriquecerse personalmente en colaboración con otras élites. Y más en otros países que otros. ¿Cómo se puede evitar? ¿Cómo controlar el sistema para que no haya corrupción?
Sobre este problema se ha centrado el politólogo Víctor Lapuente, profesor en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) e investigador en el Instituto de Calidad de Gobierno, en su último libroOrganizando el Leviatán. Prestando especial atención a sobre cómo tienen que relacionarse los políticos y los funcionarios, los incentivos que deben recibir y la relación entre ellos.
¿Es España un país corrupto?
Es un país mediocre, estábamos en posiciones de entre los veinte o veinticinco países del mundo mejores en la lucha contra la corrupción, pero hemos ido cayendo paulatinamente y ahora estamos alrededor de la posición cuarenta en la mayoría de los indicadores. Lo preocupante no es tanto el puesto, pero sí la trayectoria descendiente. Estamos mejor que otros países de la Europa mediterránea como nuestros primos de Grecia e Italia. Pero no estamos acercando más a ellos y alejándonos un poquito más de los países de referencia como Holanda o los nórdicos. Deberíamos preocuparnos un poco.
¿Es culpa de los políticos? ¿De la sociedad que lo permite?
La culpa es compartida entre políticos y sociedad obviamente. No es tanto del sistema político, en su reforma se ha puesto mucho énfasis en España en la idea de que vamos a intentar seleccionar mejor a los políticos, pero vemos en la mayoría de los estudios que no importa tanto cómo seleccionamos a los políticos sino a los funcionarios. El problema en España es que elegimos muchos a dedo y otros esperan ser seleccionados a dedo en el futuro.
¿Cómo debería ser el sistema de selección de funcionarios entonces?
Existen diversos. En el contexto de las democracias avanzadas, la selección tipo oposiciones ha quedado obsoleta. Podríamos apostar por sistemas equivalentes a los que hay en el sector privado, con currículums, entrevistas de trabajo, con toda la transparencia del mundo para evitar los nepotismos. Hay que poner personal de desconfianza de los políticos, pero que trabajen con ellos. Necesitamos funcionarios que trabajen con los políticos, pero no para ellos.
¿La clase política española tiene un nivel más bajo que en el resto de Europa?
No, creo que todo los contrario. Lo que muestran los estudios de Xavier Coller es que tenemos una clase política con un nivel educativo mucho más alto que la población media y a la par o muy por encima de las clases políticas de otros países. No creo que sea un problema de formación, sino de los incentivos. Lo mismo ocurre con los funcionarios. Puedes tener a personas muy listas en la administración pública pero si su carrera profesional depende de los políticos, entonces no tienen los incentivos adecuados. Lo importante no es tener a la gente más lista o más capaz en el Gobierno, no confiamos en los poderes de la inteligencia máxima, sino que tiene que haber controles y contrapesos. Es un poco reciclar las ideas de los padres fundadores de la Constitución americana en las estructuras del siglo XXI. Los países que funcionan no es porque estén gobernados por los mejores, sino porque tienen los mejores controles.
Muchos políticos ganan menos que si estuvieran en el sector privado. ¿Debería subirse el sueldo?
Deberían mejorar un poco sus condiciones de vida, no tanto los salarios. Yo creo que trabajan demasiado, de lunes a domingo, 7/24. Eso les fuerza a que miren demasiado superficialmente los temas, que no profundicen y no tengan largos periodos para pensar, reflexionar o escribir libros. No sabemos bien qué piensan, van a salto de mata, siguiendo Twitter, en una espiral de adicción a los mass media, las redes sociales y el discurso fácil. En el libro estudiamos los salarios de los funcionarios, lo que vemos es que no tiene un efecto muy claro sobre la corrupción. Dicho esto, como mínimo tienen que cobrar un sueldo suficiente para vivir porque si no, van a coger sobornos. Pero ese problema no lo tiene España, está en México o en África.
¿Sobran funcionarios en España?
No creo, salimos por debajo de la media de la OCDE. Sí que sobra legislación funcionarial, rigidez, falta flexibilidad. Hay que aumentar el número de personal laboral. No tiene sentido que para prestar los servicios del Estado del bienestar en sanidad o educación los trabajadores públicos tengan un estatus de funcionario, eso debería quedar reservado a aquellos cargos que ejercen de autoridad.
Hacemos mucha autocrítica, ¿pero qué tenemos bueno en la práctica de gobierno en España o en el tema de funcionarios?
Podemos aprender de algunas administraciones a nivel local, la experiencia más clara fue durante los años de los Juegos Olímpicos en Barcelona, cuando se involucró al sector privado. Se hizo de la necesidad virtud y el resultado fue exitoso. También tenemos algunas administraciones autonómicas, sobre todo, el caso del País Vasco y de Navarra. Muchos harían bien en redescubir lo que tenemos dentro de España antes de mirar lo que hacen otros países. En España hace falta mirar más al norte para ver cómo seleccionan de una manera no tan politizada los altos cargos de la administración y entender por qué tienen mejor gobierno y menos casos de corrupción.
Son dos comunidades que tienen concierto económico...
Es cierto, pero creo que eso no es suficiente. Cada vez que hablamos de que se tiene más dinero... pero ya sabemos lo que se ha hecho con más dinero en España. En los años del boom se malgastó, con lo cual el dinero puede ser una ventaja o una maldición. Hay que aprender.
Trabaja en Suecia, ¿cómo nos ven fuera de nuestras fronteras? ¿Un país corrupto del sur menos desarrollado en políticas de gobierno? ¿O como un ejemplo positivo?
A diferencia de lo que creemos los españoles, es un país que ha tenido buena prensa. No solo como destino turístico, nos conocen bien. Además, mejor ellos a nosotros que nosotros a ellos porque vienen más aquí que de lo que nosotros viajamos. A veces tenemos un complejo de inferioridad, nos miran mejor de lo que pensamos. Y piensan que hay unas bases sólidas en nuestra economía, pero es verdad que la corrupción ha dañado mucho nuestra reputación. Desde fuera cuesta mucho distinguir: en España tenemos un problema dual con la corrupción. Hay mucha corrupción política, que es muy visible porque afecta a altos cargos y puede salir en el New York Times o en el Financial Times. Sin embargo, no tenemos prácticamente corrupción administrativa, que sería la más normal en países corruptos del este de Europa o en países emergentes. Por eso, a veces desde fuera pueden pensar que tenemos un problema mayor. España no tiene una Administración corrupta, pero sí un problema de corrupción política que da mala imagen.
Siempre hablamos de políticos y de funcionarios. ¿Pero tendrá algo que ver el mundo empresarial? A veces nos olvidamos que la corrupción se produce porque muchos empresarios pagaban para tener obra pública...
Ciertamente, hay una responsabilidad doble: empresarios que pagan y otra de las asociaciones empresariales y sindicales que no han puesto la presión como en otros países para reformar las administraciones. Los partidos no lo van a hacer por sí solos, cuando llegan al poder cómo se van a atar las manos. Por otra parte, también en Suecia, por ejemplo, hay constructores malévolos que intentan abusar de su amistades con políticos, pero saben que en general va a ser una aventura disparatada y van a correr un riesgo altísimo porque va a haber un funcionario o un técnico que se dé cuenta del conchabeo, lo corte y vaya al periódico de turno. Casi todos los casos de corrupción son descubiertos por la prensa. Cuando actúan las autoridades judiciales y policiales ya es una fase posterior. En general, en las democracias avanzadas es la acción de la prensa, de los watch dogs, lo que previene la corrupción.
¿Cuál es el gran símbolo de la corrupción en España?
Son muchos: Gürtel, Púnica... Me gusta hablar también de Marbella, por la cuestión entre medio folclórica y pionera. Además, ahí se develaron una serie de mecanismos que se han repetido con un triángulo entre intereses empresariales, unos políticos con interés por permanecer en el poder a toda cosa y financiarse ilegalmente y unos funcionarios -algún héroe hay como Ana Garrido- que miraban hacia otro lado. La corrupción es una producción en equipo y la clave para desmontarla es poner a gente que tenga intereses distintos.
Repetimos la coletilla en España de que la corrupción sale gratis. Pero hemos visto ahora una moción de censura cuyo origen es una sentencia de la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel. ¿Estamos cambiando? ¿España empieza a ser menos tolerante con la corrupción? ¿Empieza a tener consecuencias ser corrupto?
En primer lugar, la corrupción no se vence castigándola en las urnas. En Italia lo hicieron en los años noventa, no pudieron castigarla más, destrozaron a los partidos, y los sustituyeron por Berlusconi y ahora el movimiento 5 estrellas. Por lo tanto, ha salido al revés de lo que se esperaba. Por otra parte, en los estudios más académicos sobre este tema se ve que cuando un caso se ha judicializado y ha estado en los medios el partido del alcalde pierde hasta un 14% de voto, no es nada despreciable. El PP ha sufrido pérdidas millonarias de votos. Creo que se paga como mínimo como en los países en los que hay estudios. No somos una anomalía.
¿La aparición de Podemos y Ciudadanos ha ayudado a la regeneración en temas de corrupción? ¿O son consecuencia de la necesidad de enfrentarse a ello?
Sin duda, son consecuencia, porque había unos niveles de desafección política y de desconfianza a nivel récord. Una cosa muy importante es que para que un sistema proporcional la corrupción se pueda castigar realmente en las urnas tienes que tener una opción ideológica parecida. La manera de limpiar la corrupción es tener distintas opciones, antes no las teníamos.
Por cierto, con un discurso también contra los partidos tradicionales aparece VOX, que llenó la semana pasada el Palacio de Vistalegre. España se había creído inmune a la ultraderecha. Además, la feliz Suecia en la que vive azotada también por la ultraderecha. ¿Ha llegado a España? ¿Nos estamos anticipando? ¿Hasta dónde puede llegar?
No lo sé. Los politólogos fallaron tanto con Trump... No me atrevo a subestimar un fenómeno que ha ocurrido en otros países. Dicho esto, la ultraderecha tiene más posibilidades de prosperar en países que tengan en Estado de bienestar más universalistas que España, donde los inmigrantes de manera casi automática tienen los mismos derechos y la misma protección que los nativos (como en Holanda o los países del norte). Es por ello que a los partidos de ultraderecha es fácil capitalizar el descontento. Sin embargo, en España hasta el momento ha habido una inmigración que ha contribuido de manera neta en términos económicos a la Seguridad Social, y es vista como contribuyente a las arcas públicas y no como competidores. Esto dicho con toda la prudencia del mundo. Hemos de tener cuidado con ser demasiados tremendistas, algo que hemos hecho históricamente en España.
¿España podría llegar algún día al nivel de Suecia en temas de buen gobierno y contra la corrupción?
Sí, no creo que sea imposible. Hemos ido mejorando mucho, y nos hemos ido aproximando. En algunas cosas estamos mejor, por ejemplo, en la Sanidad pública. El problema que tenemos es de voluntad política por unos partidos hinchados, que actúan como agencias de colocación. En los países del norte son simplemente plataformas de agregación de preferencias políticas. Cuando hay un cambio de Gobierno, hay nuevos ministros y punto, son pocos los militantes que aspiran a vivir de la cosa pública. En cambio, en España son pocos los militantes que no aspiran a ello. Además, la sociedad tiene que saber que si quieres tener bienestar lo tienes que pagar. En España, incluso los que se autoproclaman como progresistas, no son conscientes del esfuerzo fiscal que hay que hacer en países como Suecia.