¿Víctimas o verdugos?: los jóvenes, en el punto de mira por el covid (como era de esperar)
Los veinteañeros duplican con creces la tasa media de incidencia en España, pero tampoco debería sorprender demasiado.
La historia no es nueva. Durante los confinamientos por la pandemia, se espera de toda la población un comportamiento ejemplar, algo que se acaba cumpliendo en la mayoría de los casos, y entonces se logra bajar la incidencia de coronavirus. Con las desescaladas, el cantar es otro: se permite viajar, se permite salir, se permite reunirse, se lanzan proclamas optimistas, y entonces se disparan los contagios.
Lo que ha ocurrido en el macrobrote de Mallorca era, en palabras de los epidemiólogos, “esperable”, aunque no deja de sorprender por las elevadas cifras: alrededor de 1.800 personas contagiadas y unas 6.000 en cuarentena asociadas a varios viajes de estudios en las islas. El caso está en boca de toda España y, de nuevo, los jóvenes en el punto de mira.
“Algo que podíamos anticipar”
José Jonay Ojeda, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), sostiene que los brotes registrados estos días en España eran “algo que podíamos anticipar”. El epidemiólogo aclara que la cosa no va tanto por la conducta específica de los jóvenes, sino porque, “igual que pasó el verano pasado, igual que pasó en Navidad o en Semana Santa, en vacaciones nuestros comportamientos cambian y nuestras interacciones sociales aumentan, y eso no es algo exclusivo de los jóvenes ni de esta pandemia”, matiza.
El verano pasado los más jóvenes ya fueron los grandes señalados por hacer botellón y salir de fiesta, pero este año hay además una diferencia clave. Son ellos los más afectados por los contagios no sólo porque supuestamente salgan y se relacionen más, sino porque son los que menos protección tienen. “Todos cambiamos de rutina en vacaciones, pero obviamente el aumento en la incidencia se está notando más en el grupo de menos de 40 años porque es el que menos cobertura vacunal tiene”, razona Ojeda.
Vacunado uno de cada diez veinteañeros
Según los últimos datos de Sanidad, que ha empezado a dividir por franjas de edad la tasa de incidencia acumulada, las personas de entre 20 y 29 años registran el mayor índice de contagios en España, con 293 casos por 100.000, siendo de 287 entre la población de 12 a 19 años, frente a la media nacional general de 117 positivos por 100.000.
Si miramos las cifras de vacunación, sólo el 10% de la población veinteañera en España está vacunada con pauta completa, porcentaje que crece de forma importante a medida que sube la edad de la gente. Un 11,9% de los treintañeros está vacunado, así como un 23,5% de las personas de entre 40 y 49. El porcentaje se dispara entre los mayores de 50 (un 74% con la pauta completa) y de 70 (96,7%), pero cae considerablemente en la sesentena —con un 47% de la población con pauta completa— por la espera de la segunda dosis de AstraZeneca (un 93,9% de este grupo etario sí tiene la primera dosis).
Casi desde el principio de la pandemia, los jóvenes, adolescentes y niños fueron vistos como vehículos del virus o como despreocupados por no ser tan vulnerables a la covid como sus mayores. No ayudan las imágenes de estos días de los estudiantes de Mallorca que piden libertad o montan fiestas descontroladas en el hotel covid de 4 estrellas (pagado por el Govern) en el que hacen cuarentena, pero tampoco es justo meter a todos los jóvenes en el mismo saco ni criminalizar a un sector de la población por algo que probablemente muchos habrían hecho a su edad. “No hay que hablar de ‘los jóvenes’ en general, sino de aquellos que llevan a cabo conductas de riesgo”, distingue Ojeda.
Los adolescentes son, además, uno de los grupos más afectados por la pandemia en lo que a salud mental se refiere. La doctora Azucena Díez, directora de la Sociedad Española de Psiquiatría Infantil, explicaba hace unos días a El HuffPost por qué las urgencias psiquiátricas en niños y adolescentes han aumentado en un 50% desde el pasado otoño. “Las relaciones son fundamentales en esta etapa de la vida, para ellos es mucho más importante que para otros grupos”, señalaba.
Sanidad pide que “no se estigmatice”
Este lunes, la secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón, se expresó en este sentido, pidiendo que “no se estigmatice” a los jóvenes. El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, coincidió con Calzón, y apuntó que “era esperable” que aparecieran brotes al final del curso académico, ya que se produce más interacción y la gente viene de 15 meses de pandemia.
El pasado 9 de mayo, en la primera noche sin estado de alarma en España, el país se dividió en dos, casi como ahora, entre quienes observaban desmoralizados las imágenes de celebraciones sin mascarilla ni distancia y quienes pedían una tregua. Ferran Giménez, sociólogo experto en movimientos sociales y profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, fue de los segundos.
“Los medios de comunicación han tendido a criminalizar a la gente joven, pero también ha habido gente adulta que ha actuado de la misma manera”, explicó entonces a El HuffPost. “Ha habido una especie de catarsis colectiva, de decir: ‘Bueno, ya hemos recuperado lo que en teoría teníamos asumido que era nuestro: el tiempo de disfrute individual y colectivo’”, señalaba Giménez el mes pasado.
Ahora ocurre algo parecido. Mario Fontán Vela, médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, prefiere alejarse del discurso “que culpabiliza a los jóvenes”, en este caso a los que viajaron a Mallorca, y pasa la pelota al tejado de las autoridades políticas y el ocio nocturno.
“Si los chicos y chicas han ido allí y han hecho eso, una de dos: o ha sido porque estaba permitido —y la pregunta es por qué está permitido— o ha sido porque la actividad no se ha controlado lo suficiente, y entonces a lo mejor nos tenemos que plantear que determinadas actividades como el ocio nocturno no se pueden realizar en el contexto actual”, apunta Fontán Vela.
Para el epidemiólogo, el problema no es tanto el comportamiento de los jóvenes, sino el hecho de que puedan llevarse a cabo actividades (viajes masivos, macroconciertos con poca seguridad, etcétera) sin “garantías de control”.
La vacunación (a jóvenes y en verano), un reto clave
En la rueda de prensa de este lunes, las autoridades sanitarias no entraron a valorar la actividad del ocio nocturno en España, cuya apertura se permite desde principios de mes, pero sí instaron a vacunar lo antes posible a la población todavía desprotegida. “Hay que conseguir vacunarlos a todos porque es lo que nos va a sacar de la pandemia, y con coberturas de vacunación altas esto se puede conseguir”, dijo Simón.
Algunas comunidades ya han tomado nota. Baleares y Cataluña han abierto el sistema de autocita para jóvenes de entre 16 y 29 años, sin tener ya en cuenta franjas de edad. En Canarias, islas como La Gomera, La Graciosa o El Hierro ya están vacunando a población entre 12 y 16 años. Y Ceuta y Melilla van también con ventaja, vacunando ya a los menores de 30. Madrid, por su parte, permite desde este jueves el sistema de autocita a personas de 35 años en adelante.
Y otra vez: Atención Primaria y Salud Pública, las grandes olvidadas
Sin embargo, no todo puede fiarse a la vacunación, advierte José Jonay Ojeda, que recuerda las limitaciones de la Atención Primaria y la Salud Pública en España, cosa que los profesionales denuncian desde que comenzó la pandemia y que ahora se hace mucho más evidente con los rebrotes. “Sabemos que la vacunación sigue siendo la mejor herramienta frente a la pandemia, pero tenemos que seguir insistiendo en el sistema de vigilancia epidemiológica en Atención Primaria y Salud Pública para identificar nuevos casos y cortar esa transmisión comunitaria”, recalca.
En España, Cantabria lidera la tasa de incidencia de jóvenes, con 637 casos por 100.000 entre la población de 20 a 29 años; le sigue La Rioja, con 498 casos por 100.000, y Cataluña, con 404.
Los expertos en salud pública son conscientes del importante reto que supone la vacunación de los jóvenes, pero no precisamente por su edad o por una supuesta reticencia a vacunarse, sino porque toca hacerlo en verano, en la mayor época de movilidad del año. “Logísticamente, puede representar mayor problema, porque la gente no suele estar en su comunidad autónoma, y porque la interoperabilidad de datos entre comunidades no es tan sencilla”, reconoce Pedro Gullón, médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.
Gullón ve con buenos ojos los sistemas de autocita que están poniendo en marcha algunas autonomías, y que “pueden ser positivos para que la gente se planifique”. En su opinión, esta posibilidad de escoger fecha de vacunación no tiene por qué suponer una “pelea” entre grupos de edad, ni tienen por qué abrirse todas las citas a la vez. “Hay que ser flexibles”, recomienda el epidemiólogo.
Para Ojeda, la mejor estrategia de vacunación debería pasar por la atención primaria, aunque eso sería siempre y cuando estuviera “correctamente dotada”. “Con la autocita habrá gente que no tenga acceso, o que no esté pendiente de estas cosas”, apunta. En cambio, la atención primaria “tiene una cercanía con sus pacientes, y una capacidad de analizar casos individuales y proporcionar soluciones individuales para cada situación, no como con un envío indiscriminado de SMS”, matiza Ojeda.