Venezuela: la ayuda humanitaria no puede ser un arma
La crisis política y económica en Venezuela ha deteriorado una situación humanitaria que ya era dura para la población, sobre todo desde la caída del precio del petróleo y la hiperinflación.
Además de las carencias constatadas en alimentos y medicinas, la mejor prueba es el éxodo de millones de personas que cruzan las fronteras apenas con lo puesto, enfrentándose a la desprotección en marchas interminables. 1,2 millones de personas han salido del país en 2018: gentes que huyen de las penurias, de las colas en tiendas vacías, de la enfermedad, la inseguridad y la incertidumbre extremas.
La ayuda humanitaria no es algo sencillo ni obvio. No se trata de enviar paquetes con medicinas y unas latas rodeadas de mucha foto y poca profesionalidad. El mandato exige un diagnóstico serio de las necesidades, aplicar estándares internacionales, criterios de selección de destinatarios, asegurar una mirada de género y rendir cuentas de forma adecuada. Es lo que los donantes públicos y privados nos exigen, lo que las propias organizaciones nos exigimos. Abalanzarse sobre un territorio en crisis con suministros indiscriminados puede hacer más mal que bien a quienes se pretende servir. Aunque se cumpla con las intenciones de quienes donan, sean éstas positivas o trufadas de interés político.
La ayuda humanitaria se rige internacionalmente por principios estrictos como los de humanidad, neutralidad e independencia. Exige dar protección y libre acceso a los actores humanitarios a cualquier lugar donde haya riesgo para la vida de la población civil.
Junto con organizaciones colombianas socias, Oxfam está apoyando a quienes cruzan la frontera de Venezuela con Colombia. Sobre todo, a las mujeres que necesitan asistencia y protección frente a las múltiples violencias y vulneraciones de derechos que sufren en las rutas.
Es evidente que Venezuela requiere, entre otras muchas medidas, de ayuda humanitaria internacional para aliviar las carencias a las que se enfrenta la población. Negarlo es negar la evidencia y una primera muestra de utilización política del humanitarismo y del sufrimiento al que debe responder.
Por otro lado, es lamentable que quienes ahora desde España exigen la ayuda humanitaria al pueblo venezolano, hayan negado la misma cuando era imprescindible para atender a las víctimas de crisis aún más severas como las de Siria, Yemen o las olvidadas como Sudán del Sur o República Centroafricana. Donde miles se mueren, literalmente, de hambre. Donde las armas y las bombas se ceban con la población civil. Cabe recordar que el gobierno anterior recortó la ayuda humanitaria española en un 80% sumiéndola en la irrelevancia. Aquí otra muestra de uso político de las crisis humanitarias, al albur de intereses que no son los de las personas.
Dicho esto, el primer llamamiento realizado por Naciones Unidas para ayudar a la población venezolana que huye apenas ha sido escuchado aún. De los 738 millones de dólares solicitados se han comprometido 5. Buena oportunidad para alinear la voluntad de los gobiernos con la prioridad presupuestaria.
Es muy preocupante que la pretendida acción humanitaria hacia Venezuela esté pervirtiendo de raíz y por todas las partes los principios esenciales de la acción humanitaria. Del lado del gobierno de Maduro, además de negar la realidad y eludir la responsabilidad, se está impidiendo el libre acceso por motivaciones políticas, sin ofrecer alternativas como podrían ser corredores humanitarios a Naciones Unidas y a las organizaciones independientes. Del lado de la intervención se está utilizando expresamente la ayuda humanitaria como un arma política de desestabilización del régimen. Ello sumado a las sanciones por parte de países como Estados Unidos, que tendrán un impacto brutal en las condiciones de la población, avanzando ahora sí hacia un desastre humanitario. No olvidemos que la ayuda humanitaria puede paliar de forma temporal y salvar vidas en situaciones críticas, pero nunca será un recurso permanente ni masivo que sustituya los mecanismos normales de provisión de alimento o atención médica.
La población civil de Venezuela sufre en una crisis en la que los principios humanitarios están saltando por los aires. Hay que responder, sí, pero usar la ayuda humanitaria como arma de ataque o defensa refleja que la gente importa, en verdad, muy poco. Y estas personas deberían ser una prioridad.