Valérie Pécresse, la candidata de la derecha que aspira al Elíseo y planta cara a Macron
Al frente de la Región de Francia y exministra, se define como “un tercio de Thatcher y dos tercios de Merkel” y las encuestas la sitúan entre la segunda y la tercera posición.
Francia afronta en abril sus elecciones presidenciales. Toca elegir entre mantener al actual presidente, Emmanuel Macron, en su primer mandato y al frente de un partido liberal de nueva creación como En Marche!, o buscarle relevo. Hasta hace unas pocas semanas, los sondeos señalaban que en la primera vuelta, el 10 de abril, pasarían Macron y Marine Le Pen, la candidata de ultraderecha de la Agrupación Nacional, y ambos se disputarían El Elíseo el 24 de ese mes. Ahora, las cosas no están tan claras, y la culpa es de Valérie Pécresse.
Hablamos de la candidata de la derecha clásica, de Los Republicanos, elegida como candidata a la presidencia el pasado diciembre, tras imponerse al ala más radical de su formación (hermana del PP español en el Partido Popular Europeo). Una mujer con larga experiencia política que ha ido creciendo como la espuma en los sondeos: ha llegado a situarse hasta con un 52% de la intención de voto frente al 48% que lograba Macron, pero las encuestas son oscilantes, ha estallado una guerra en Ucrania, Macron tiene tirón y Le Pen se ha puesto las pilas, así que ahora oscila entra le segunda y la tercera posición, con un 12-14% de los votos. Es la más macronista de los opositores al actual presidente y, por eso, la más próxima.
Nacida en la exclusiva Neuilly-sur-Seine en 1967, se define como conservadora liberal y se presenta con dos promesas: “restaurar el orgullo francés” y “poner a Francia de nuevo en orden y ante todo”. Se describe a sí misma como “un tercio de Margaret Thatcher y dos tercios de Angela Merkel”. Sus allegados gaullistas dicen que es así, por un lado audacia reformista y método y por otro, fiabilidad y pragmatismo. Sus detractores replican que no les llega a la suela del zapato.
Actualmente, Pécresse es desde hace seis años presidenta de la región parisina, la Île de France, donde ha tenido aplausos por el plan de ayudas al transporte joven y críticas por el incremento de la videovigilancia. Por ese cargo regional, que incluye a la capital del país, y su tendencia ideológica, la comparación con Isabel Díaz Ayuso podría servir para ubicarla, pero la amenaza de Macron tiene a sus espaldas una carrera política incomparable con la de la española. Formada en la Escuela Nacional de Administración de la que salen la mayoría de los políticos del país, se hizo auditora en el Consejo de Estado en 1992, fue consejera de Jacques Chirac -desde entonces, su referente- con sólo 26 años y fue profesora en el Instituto de Estudios Políticos de París durante seis años antes de convertirse en una política a tiempo completo.
Ha sido diputada en dos periodos distintos y, con Nicolás Sarkozy en la Presidencia (de 2007 a 2012, el último conservador en el cargo), fue ministra de Educación Superior e Investigación y de Presupuesto, además de portavoz del Ejecutivo galo. La reforma de la autonomía de las universidades fue su mayor logro, justo uno de los caballos de batalla de Macron. Orgánicamente, fue perdiendo un poco de fuelle tras la retirada de los más chiraquistas de la casa, pero su voz seguía siendo potente, hasta que en 2019 dio el portazo en Los Republicanos, después de sacar apenas un 8,5% de los votos en las elecciones europeas y en medio de tensiones por el liderazgo del partido.
Sus retos
Regresó en octubre pasado y con su nueva inscripción dio comienzo su pelea en las primarias de la derecha. Al fin, con el 61% de los votos, aplastó a Eric Ciotti (39%), un defensor del acercamiento a la ultraderecha. “Por primera vez en la historia, nuestra familia política tendrá una candidata mujer en una elección presidencial”, dijo Pécresse tras los resultados y elogió la “audacia” de los miembros del partido que votaron por ella. “Haré mi mejor esfuerzo, con mi fuerza, mi energía, mi determinación, para que ganen nuestros puntos de vista”, garantizó esta mujer que muchos califican de “difícil”, hasta “volcánica” en las distancias cortas.
Con ella, esperan los conservadores, se acabará el cisma que tiene a la formación lejos del poder, sin líderes claros y sin ideas claras, cada vez más erosionado por la extrema derecha al alza. Eso es lo que la candidata viene a evitar, en su intento de “refundar una derecha” que estaba, dice, “amenazada de extinción”. “Vamos a pasar la página de Macron sin romper las páginas de la historia francesa”, añade.
Quiere equilibrar las cosas, tras la influencia enorme que Le Pen o Eric Zemmour, el otro aspirante al Elíseo de la ultraderecha, han tenido en sus filas y su electorado en los años de vacas flacas. El trabajo no es pequeño. Defiende la “moderación” y la “solvencia”, promete trabajar “con empeño y con calma”, sin “populismos” ni poner “en riesgo lo logrado” -o sea, el sistema-, y añade a su favor el hecho de haber tenido que pelear en el machista mundo de la política francesa, lo que la ha hecho “fuerte”, según Le Monde.
La duda está en cuánto podrá movilizar a ese electorado que no confiaba ya en su partido y en ese otro indeciso, más centrista, un pco cansado de Macron pero que no quiere extremos y duda si mantenerle la fe. Christian Jacob, presidente de su partido, dice: “La derecha encontró su ADN, Valérie es popular y solidaria, preparada para liderar nuestro país”. “¡La derecha regresó!”, defiende ella en cada mitin. “Está unida y se reincorpora a la batalla [presidencial] con una voluntad implacable, somos necesarios”.
Sus ideas
Más moderada en ideología que sus contrincantes dentro del partido, las medidas de la candidata Pécresse incluyen cuestiones polémicas en el campo de la inmigración, como reducir los permisos de residencia para extranjeros que no pertenecen a la UE, poner condiciones más estrictas para la expedición de un permiso de residencia -como disponer de “recursos suficientes” (cuya cuantía se incrementaría en un 25%), “dominio de la lengua francesa” y “respeto del laicismo y los valores de la República”-, quiere excluir de los regímenes de asistencia social a las personas que lleven menos de cinco años viviendo en Francia y endurecer las sentencias judiciales en zonas étnicamente diversas donde la policía ha perdido el control. También ha caído a veces en la teoría del gran reemplazo, bandera de la ultraderecha, que defiende que las olas migratorias aspiran a terminar con la civilización blanca y cristiana de Europa.
Opuesta a los matrimonios entre homosexuales, ha acudido a diferentes manifestaciones contra este derecho y también contra la homoparentalidad, las familias en las que los dos progenitores son del mismo sexo. En eso y en la defensa de la familia clásica es una conservadora de raíz, lo que marca la diferencia con el liberal Macron.
Entre sus propuestas de cara a las presidenciales está el recorte del gasto público y los impuestos a través de cuatro grandes reformas: la eliminación de entre 150.000 y 200.000 puestos de trabajo en la administración pública, el paso a la jubilación a los 65 años, la reducción de las prestaciones por desempleo y la desvinculación del Estado de las empresas competitivas en las que es accionista minoritario.
De resultar elegida como presidenta de Francia, una de sus primeras medidas sería poner fin a la semana laboral de 35 horas y deportar a las personas que entraron de forma ilegal al país europeo, promete.