Una joven refugiada encuentra al hombre que le regaló una bicicleta hace 24 años
Cuando un sencillo gesto solidario te marca de por vida
Tienes cinco años, eres refugiada y un señor del que no sabes ni su nombre te hace la persona más feliz del mundo con un simple gesto: regalarte una bicicleta. La primera, un tesoro en mitad de la escapada. Cómo no recordar esa anécdota, cómo no querer dar con ese samaritano maravilloso. Es lo que quiso hacer y lo que ha conseguido la joven Mevan Babakar, todo gracias a las redes sociales, el moderno mensaje en la botella.
Según informa BBC Mundo, la chica, que ahora tiene 29 años y es de origen kurdo, puso en Twitter un mensaje en el que pedía ayuda para dar con aquel voluntario que, en el centro de refugiados de los Países Bajos al que había sido enviada, le había hecho el regalo. Y las respuestas llegaron.
“Fui refugiada durante 5 años en los años 90 y este hombre, que trabajaba en un campo de refugiados cerca de Zwolle, en los Países Bajos, sólo por la amabilidad de su propio corazón, me compró una bicicleta. Mi corazón de cinco años explotó de alegría”, escribió la joven.
La foto que compartió, una instantánea desvanecida del hombre que su madre había guardado todo este tiempo, estaba entre un puñado de pertenencias que tenían de esa época. “Recuerdo haberme sentido tan especial cuando me dio la bici... Recuerdo haber pensado que esto es algo tan grande de recibir, ¿soy incluso digna de esto?”, señala ahora. “Este sentimiento se convirtió en la base de mi autoestima al crecer”, abunda.
Ella y sus padres huyeron de Irak después de la brutal represión de Saddam Hussein contra la población kurda a principios de la década de 1990, que incluyó un ataque con gas en un pueblo cerca de su casa.
Su viaje los llevó a Turquía, Azerbaiyán y Rusia, donde su padre se quedó para trabajar durante los siguientes cuatro años, y finalmente a los Países Bajos, donde Babakar y su madre vivieron durante un año antes de establecerse en Londres.
Esa experiencia la marcó hasta el punto de que ahora, adulta, se ha tomado un año sabático en su trabajo en una empresa de tecnología en Londres, para volver sobre sus pasos, regresar a Zwolle y pasar unos días intentando reconstruir sus impresiones dispersas de su tiempo allí. “Es como un cosquilleo en el fondo de tu mente”, dijo sobre los recuerdos que comenzaron a resurgir. “Es un sentimiento muy extraño”.
Mientras estaba allí, escribió una publicación en Twitter que describió como un ”último intento” para aprender más sobre el hombre que había entablado una amistad con ella y su madre, y le dio la bicicleta. En cuestión de horas, Arjen van der Zee, un voluntario de un sitio de noticias sin ánimo de lucro en Zwolle, vio la foto y reconoció al hombre. “Inmediatamente conocí a este señor, con el que había trabajado cuando tenía poco más de 20 años; un hombre muy generoso, amable y cálido”, ha dicho a los medios locales.
¿El único problema? Solo podía recordar el apodo del hombre. Entonces contactó a otros excolegas vía Facebook, y ellos sí que recordaban su nombre. Van der Zee se puso en contacto con la familia del voluntario en las redes sociales... y así voluntario y refugiada volvieron a encontrarse.
“Comenzó a decirme que recordaba a Mevan y su madre”, dijo van der Zee. “Dijo que siempre le decía a su esposa que si había personas que quería ver de nuevo en su vida, eran Mevan y su madre”.
Rápidamente se apresuraron a organizar una reunión con la Sra. Babakar, quien debía viajar de regreso a Londres en los próximos días.
La noche siguiente, Babakar estaba cara a cara con el hombre, Egbert, quien pidió que no se compartiera su apellido por razones de privacidad. Dijo que la bicicleta había sido un pequeño gesto, pero estaba feliz de haber traído a la entonces niña de vuelta a su vida. “Estaba, supongo, igualmente abrumado”, dijo Babakar. “Fue como ver a un miembro de la familia que no había visto en mucho tiempo. Fue realmente encantador ”.
La pareja revisó viejas fotos y compartió historias sobre el centro donde ella y su madre habían vivido como refugiadas, y Egbert le mostró a Babakar su colección de orquídeas.
Van der Zee, quien estuvo allí para la reunión emocional, dijo que no estaba sorprendido por la humildad de Egbert, pero dijo que el gesto era mucho más que una bicicleta. No podía imaginar que fuera tan grande, porque todo lo que hizo fue darle una bicicleta”, dijo van der Zee. “Pero ese pequeño gesto la convirtió en una persona otra vez, y eso es lo que ha conmovido a las personas en todo el mundo”.
La pareja se separó con la promesa de mantenerse en contacto y Babakar dijo que su madre espera algún día conocer a Egbert. En los días desde que compartió su historia y las noticias posteriores de su reunión, docenas de personas enviaron mensajes de apoyo y compartieron sus propias historias.
Una catarsis de solidaridad en tiempos en los que algunos países de Europa cierran las puertas a los refugiados.