Una España en la quepan todos ... y un PSOE en el que no
Una España distinta. Una España con más plazas que la de Colón. Una España abarrotada de hombres y mujeres que cantan por la igualdad y el no a la violencia machista. Una España en la que los adolescentes alerten sobre el deterioro del planeta. Una España de democracia real ya. Una España por la Constitución... Una España, en definitiva, que no excluya a nadie ni deje a nadie atrás.
Así es el país que dibuja Pedro Sánchez, el que esboza en los mítines, el que bosqueja en sus discursos y el que ha pintado este domingo ante el Comité Federal de su partido. No hay una intervención del presidente de las últimas semanas en la que no apunte un país incluyente que una a los españoles y a sus territorios.
¿Qué le molesta a la derecha y a sus tres siglas? ¿Las medidas sociales o que estas las haya aprobado un Gobierno socialista?, se pregunta. “Lo primero es insolidaridad. Lo segundo es sectarismo”.
“Sólo me entiendo, vienen a decir -continúa en alusión a las tres derechas- con aquellos que piensan como yo. Una España en la que quepamos todos o en la que quepan los tres de la plaza de Colón. Esta es la decisión que tienen que tomar los españoles el próximo 28 de abril”.
Ahora cambien el marco. Sustituyan España por el PSOE. Y comprobarán que el discurso incluyente, integrador y partidista que defiende Sánchez para el país no es el mismo que aplica en su partido. El socialismo arrastra desde hace años, igual que España, una honda fractura en su convivencia, pero la receta que su secretario general tiene para la organización no es la misma. La mano tendida hacia fuera se torna en puño de hierro dentro. Y el veto de Ciudadanos al PSOE que tanto lamenta es el que ha desplegado con sus críticos en la confección de las candidaturas al Congreso, el Senado y el Parlamento europeo.
Dirán que son los tiempos, que el PSOE ha cambiado, que Sánchez, como cualquier líder, tiene derecho a rodearse de los suyos o que el socialismo no debe mirar al futuro con los nombres de pasado. Pero en realidad lo que se ha impuesto es la misma “vetocracia” con los adversarios internos que la Ejecutiva de Rivera aprobó para con el PSOE en forma de cordón sanitario tras las elecciones generales.
Una España en la que quepan todos... y un PSOE, en el que no. Sánchez eligió mal día para hablar de un país incluyente porque el PSOE no lo es. Ha borrado de un plumazo su disco duro. Las candidaturas socialistas han dejado fuera a decenas de parlamentarios con un único motivo: no haber formado parte activa del “sanchismo”. Los que no se han ido por voluntad propia dos minutos antes de que les confirmaran que no estarían entre los elegidos han sido rechazados desde el principio para formar parte de las candidaturas o se han caído de las listas en el último minuto porque en la negociación pudo más el revanchismo y las cuitas del pasado que el diálogo y el acuerdo. Se van -o los echan- con un “gracias” por haber estado y con un ahora “hemos abierto el partido al talento” que es tanto como decir que antes todo hubiera sido incapacidad o torpeza.
Los que fueron ya nunca serán. Y entre ellos hay nombres de gran peso orgánico en el pasado, pero también de gran valía intelectual o política. Elena Valenciano, José Blanco, Ramón Jáuregui, Enrique Guerrero, Ignacio Urquizu, José María Barreda... Se cuentan por decenas los que entrarán ya a formar parte del pasado. Unos porque no han querido estar, otros porque han sido defenestrados y algunos nombres de la federación andaluza porque sus superiores orgánicos plantearon la negociación de las listas como un nuevo pulso de Susana Díaz a la dirección federal.
La ex todopoderosa secretaria general del socialismo andaluz ha vuelto a perder y ya no hay memoria que alcance a sumar todas sus derrotas internas. Las listas se cerraron sin acuerdo y con un voto particular de la federación andaluza al entender que no se habían recogido las peticiones de las bases en algunas de sus circunscripciones. En el Congreso y en el Senado no quedará ya rastro del "susanismo". Díaz ha dicho que "toma nota" y Ferraz se prepara para la que será la madre de todas las batallas después de las municipales, la que sus dirigentes están dispuestos a librar para provocar el relevo en la secretaría general del socialismo andaluz.
Igual que Pablo Casado ha jubilado al "marianismo" al completo, Sánchez ha hecho lo propio con lo que quedaba del "rubalcabaismo" y el "susanismo". Con un partido de leales, un Grupo Parlamentario que no cuestione sus decisiones y unos Estatutos que blindan al secretario general de tentaciones como la que precipitó su dimisión en octubre de 2016, lo de los "versos sueltos" que siempre pulularon por el universo socialista ha pasado ya a mejor vida. Será así en el Congreso, en el Senado y en el partido.
Sánchez consigue de este modo un PSOE antagónico a la España que persigue. Lo dicho: en la una caben todos y en el otro, sólo los que él diga. Luego, eso sí, llamará democracia interna a lo que, si no lo es, se parece mucho al sectarismo del que acusa a la triple derecha. Es política.