Una dimisión necesaria
Una de las muchas virtudes del 15-M fue la de elevar el listón de la decencia política y de la intolerancia hacia cualquier abuso de poder hasta cotas que, aunque hoy nos parecen más o menos normales, entonces eran excepción.
Por eso la dimisión de Carmen Montón no era sólo predecible, sino necesaria en el contexto actual de tolerancia cero hacia el fraude. No había otra opción, máxime cuando el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, había ondeado la bandera de la regeneración y decencia política.
Sobre el caso de Cristina Cifuentes, por ejemplo, escribió: "Cifuentes puede devolver el máster que nunca cursó, pero no puede devolver la dignidad a las instituciones, el prestigio a la Universidad y la confianza a los madrileños a quienes, a día de hoy, sigue gobernando".
Montón ya es historia y la falsificación de 19 de 52 páginas de su Trabajo Fin de Máster actúan como clavo en su ataúd político. Todas los explicaciones ofrecidas el pasado lunes por la ministra cayeron como un castillo de naipes apenas 24 horas después: se mire como se mire, la Universidad Rey Juan Carlos —que queda tocada y hundida, con su prestigio por los suelos— le pudo allanar el camino todo lo posible para la obtención del Máster, pero el plagio descarado de párrafos enteros son responsabilidad única de Montón.
La renuncia de la ministra de Sanidad tiene doble lectura: lo más críticos se fijarán en que, en apenas cien días, dos ministros del actual Gobierno han tenido que dimitir por irregularidades. Es verdad. Los más optimistas pondrán el acento en que en este Ejecutivo se es implacable con el fraude, caiga quien caiga. Hasta el momento, también es verdad.
La decisión de Pedro Sánchez de exigir la dimisión a Montón tiene, además, una lectura política de la que el presidente no es ajeno. Todo el peso de la culpa, y de la posible renuncia, recae ahora sobre Pablo Casado. Al contrario que Cristina Cifuentes o la propia Montón, el líder del PP lleva varios meses intentando pasar página a las presuntas irregularidades que también cometió a la hora de obtener su máster.
Casado no lo va a tener sencillo. Porque, muy a su pesar, la sociedad española ya sólo concibe que la única salida política frente a la corrupción es la asunción de responsabilidades. Y, por tanto, la dimisión.