Un “sopapo” en la cara de una sociedad patriarcal y machista
Queda cerca la celebración del 8 de marzo, jornada mundial convocada como la segunda Huelga Feminista en nuestro país apoyada por el PSOE, y aunque estos días previos a la movilización estaré visitando varios municipios de nuestra Región, también me gustaría acercaros otras realidades que, lejanas en la distancia, hemos de conocer para darnos cuenta de que todo lo que hacemos aquí tiene repercusión en otras partes del mundo.
El año pasado dimos una lección de rebeldía y participación, donde el movimiento feminista de toda España incorporó a su lucha a muchas mujeres jóvenes, las cuales dieron el paso cuando explotaron mediáticamente todos los detalles del caso de "La Manada", que después derivó en la vergonzosa sentencia que conocimos apenas un mes después.
El éxito de coordinación y participación de la primera huelga feminista, impulsada con fuerza por las mujeres españolas, arrastró a media Europa a secundar el paro y dimos, como se suele decir, la campanada con la atención de todos los medios y consiguiendo silenciar el discurso antiguo y retrógrado de la derecha.
Ese eco se escuchó en todas partes y en todo el mundo. Si bien es cierto que nos acercamos con asiduidad a los acontecimientos de Iberoamérica, porque nuestros lazos con aquellos países son incuestionables, no perdamos de vista que las mujeres también se organizan y batallan en lugares a los que no prestamos especial atención, por los motivos que sean.
Uno de esos lugares es la mayor democracia del mundo, La India, y en su realidad quiero que paréis los ojos unos momentos. Porque también allí las trabajadoras y las mujeres más jóvenes han apostado por el compromiso público, al igual que en España y Europa, con el detonante de hechos deplorables.
Cuando los tribunales decretaron que las mujeres podían entrar libremente en los templos religiosos, se desató una ola de protestas en varias regiones del país. Dos mujeres habían pisado uno de los lugares santos de la ciudad de Kerala y no sólo el debate, sino que los heridos y los muertos, ya estaban en la calle.
Todo se desencadenó y las mujeres tomaron las calles en una movilización sin precedentes cuya expresión más mediática fue la consecución de una cadena humana de 4 millones de mujeres y 620 kilómetros de lóngitud. Se nos quedará para siempre en la retina y en la memoria. Pero en la práctica son 200 millones de mujeres que, trabajando de manera conjunta, han conseguido reactivar el movimiento sindical de India.
En definitiva, un "sopapo" en la cara de una sociedad profundamente patriarcal y machista, donde a día de hoy todavía se conciertan matrimonios de adultos con niñas de apenas unos años de edad. Y también luz de esperanza para un territorio llamado a ser una de las locomotoras del mundo. Esa luz que, por cierto, enseguida tuvo repercusión en la vecina Bangladesh donde las mujeres, principalmente de la industria textil (sí, esas que consiguen con su sacrificio que tu y yo tengamos ropa baratísima), han protagonizado una cadena de actos para conseguir las mejoras salariares que les pertenecen.
Todo lo que hacemos tiene un espejo en otra parte del planeta donde vivimos. No pensemos que lo que decimos o hacemos se queda sólo para nosotros, porque, como os acabo de contar, no es así. Europa es una burbuja de derechos y en nosotr@s están puestos los ojos de muchas personas en todas partes del mundo, por eso tenemos la obligación cívica de persistir en conservar todos los avances que hemos conseguido y seguir empujando por los que nos faltan, que son muchos.
Llevamos demasiado tiempo escuchando al nuevo líder ultraderechista del PP metiendo miedo a las mujeres con el recorte de sus derechos. Él, acompañado de la cobardía y la falta de sentido de Estado del partido naranja, querrán hacer posible el retroceso. Esto es seguro. Os adelanto otra certeza, no se lo voy a poner fácil a ninguno de los dos.