Un jugador del Arandina: "Hace 15 años..."
La sociedad está cambiando porque las mujeres cambian, no porque los hombres lo hagan de la misma forma.
Uno de los jugadores de la Arandina ha sido muy claro en la interpretación de lo ocurrido, cuando tras conocer la sentencia ha manifestado, “esto hace 15 años estoy en mi casa echando un parchís”, justo la misma idea que expresó Plácido Domingo en su comunicado al hacer referencia a que las normas y los estándares cambian. Para ambos esa falta de uniformidad no puede ser utilizada para cuestionar nada ni para condenar a nadie.
Una de las claves del machismo y de su visión conservadora de la realidad es hacer creer que el futuro sólo es definido por el paso del tiempo para que nada cambie con el transcurso de los días, y que los retoques necesarios para la adaptación puedan integrarse poco a poco en una sociedad que avanza al ritmo del letargo. No importa que la parafernalia de la tecnología y los colores de la superficialidad cambien con las temporadas y las circunstancias, lo importante es que la esencia de los valores, las ideas, las creencias, y todos los mitos y estereotipos que surgen de ellos permanezcan como faro que guíe esa deriva social para que no deje de girar alrededor del punto de partida.
Y en ese momento sempiterno del machismo, el sentido dado a la identidad de las mujeres se ha construido a partir de su vinculación a los hombres, bien como “mujeres de…” o como “mujeres para…”. Un planteamiento que limita su autonomía esencial y, sobre todo, su libertad social, al tiempo que impone una especie de control sobre ellas para evitar daños mayores, hasta tal punto que el propio Código Civil anterior a la democracia les exigía el permiso del marido para trabajar o viajar al extranjero.
El control de las mujeres se justifica desde la doble referencia que lleva a entender que “no son capaces”, y que sin él actuarían en contra de los hombres debido a la carga de perversidad que, según la receta del machismo, contiene su identidad.
Sobre esta idea, las mujeres pueden hacer el mal por acción o por omisión a través de un sí o de un no, una situación que lleva a los hombres a tener que interpretar el verdadero significado de sus palabras, de su actitud y de sus decisiones para así poner orden. De ese modo, cuando un hombre interpreta que “un sí es un no”, por ejemplo, cuando la mujer decide dejar la relación y él considera que “en verdad” no quiere hacerlo, si ella continúa empeñada en su “error”, el hombre se ve obligado a corregirla y castigarla. Cuando nos encontramos en la situación contraria y concluye que “un no es un sí”, entonces actúa en consecuencia hasta el final, y si la mujer dice que no quiere mantener relaciones sexuales y él interpreta que sí quiere, prevalece la verdad de su conclusión y lo que él impone y, por tanto, las relaciones deben mantenerse sin ninguna consecuencia para él, aunque ella se resista o se vea intimidada.
Y todo ello viene sellado por la costumbre con sus normas y estándares para que el tiempo pase sin que nada más pase, y todo continúe igual. No hay futuro, todo es una prolongación del presente, una especie de pasado continuo.
Pero la sociedad está cambiando, y cambia porque las mujeres cambian, no porque los hombres lo hagan de la misma forma, ni porque las referencias sociales que llevan a la justificación y normalización de determinadas conductas violentas lo hayan hecho. Los hombres siguen siendo los dueños del significado de la realidad, y cuando los hechos les llevan la contraria recurren al argumento del tiempo para decir, como hemos visto, “esto hace 15 años no era nada”, o sea, es “normal”.
Por eso no es de extrañar que el machismo y su ultraderecha reivindiquen ese tiempo cómplice, lleno de días cómplices y de sombras de complicidad. No piden que cambien las cosas para solucionar los problemas, sino que no cambien para que no sean problemas y no haya nada que solucionar.
Los ejemplos son cercanos, a la violencia de género quieren llamarla “violencia intrafamiliar”, que es como se ha llamado siempre para ocultar la violencia específica que sufren las mujeres. Las diferentes identidades y orientaciones que forman parte de la diversidad de una sociedad plural, quieren devolverlas a las consultas médicas y psicológicas para que su normalidad no se vea cuestionada. La educación en Igualdad pretenden convertirla en “educación para la desigualdad” por medio de la segregación de niños y niñas en aulas separadas… Y así con todo.
En definitiva, quieren que regrese el bucle del tiempo que hace que cada día amanezca justo por donde se quedó el anterior, y así negar el futuro. Porque el futuro es transformación, no sólo el paso del tiempo. Si nada cambia excepto el tiempo, todo sigue igual. El futuro no está en un momento posterior, sino en una realidad diferente, y a ese futuro, cuando se parte de la desigualdad, sólo se puede llegar de la mano de la Igualdad, por eso la rechazan.
Hace 15 años muchas cosas no eran nada porque las mujeres no tenían voz ni experiencia reconocida, pero hoy la tienen porque la han conquistado, y con ella gritan la Igualdad que critica al machismo y sus violencias. Por eso no debemos esperar. En desigualdad el tiempo no pasa en días, sino en vidas, en las vidas de mujeres que son destruidas, limitadas o arrebatadas por hombres que llevan a la práctica lo que la cultura machista les hace creer y querer.
El problema no está en los años que pasan, sino en el machismo que permanece.
Este post se publicó originalmente en el blog del autor.