Un elogio municipalista: el pueblo, la rosa y Andalucía
La victoria de Juan Espadas en las primarias del Partido Socialista de Andalucía abre un horizonte esperanzador para la izquierda andaluza.
Se ha escrito mucho – tal vez demasiado – sobre las primarias del PSOE-A como un duelo fratricida entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y Susana Díaz. La dramatización de la política, siguiendo cada vez más unas lógicas teatrales, preconiza el antagonismo, los duelos al sol al estilo de los tradicionales ‘westerns’, por encima de la política de base. Esta lógica nos aleja de la política de calle, de la cercanía al ciudadano y del trabajo de los representantes públicos más arraigados al territorio, los alcaldes, concejales o militantes de base que son tanto quienes acercan la política al ciudadano de a pie como quienes reciben las demandas, peticiones y quejas de la ciudadanía en primera instancia. Siendo la candidatura de Espadas un proyecto donde el municipalismo ocupa un papel protagonista, en las próximas líneas trataremos de contar una narrativa del cambio político en el socialismo andaluz alternativa, insertándola en el contexto político de una Andalucía donde la derecha – al menos hasta la calorusa noche del domingo – nunca había estado tan consolidada.
Atendiendo al comienzo de la campaña electoral, Dos Hermanas vuelve a atraer todos los focos en unas primarias socialistas; tal como ocurrió en 2017 con aquel célebre mitin de Pedro Sánchez en el Lago de la Vida, el municipio nazareno, de la mano de su alcalde Francisco Toscano, se convierte en palanca del cambio político en el Partido Socialista. Sinónimo de socialista, este bastión histórico impulsó el camino electoral del alcalde de Sevilla, dotando de credibilidad y legitimidad a un relato de campaña donde los protagonistas dejaban de ser los protagonistas de la otrora ‘alta política’ para dejar paso a quienes primero han sido conscientes de situación crítica en la que se encontraba el PSOE en Andalucía. Si las paredes hablan, los equipos de Gobierno locales escuchan, pero sin posibilidad de expresar su voz más allá de los límites municipales, la potencialidad de esta escucha activa ‘solo’ queda reducida a lo local. Hasta ahora.
Si para recuperar el puño y la rosa no hay mejor lugar que Dos Hermanas, para reconstruir cualquier proyecto político difícil que haya mejor espacio que el pueblo. Recordando a Benedict Anderson, si las naciones son comunidades imaginadas por las personas que se sienten parte de ellas, los pueblos se convierten en el paradigma de la comunidad (y de la imaginación). Más en Andalucía, donde el apego de andaluces y andaluzas a las diversas unidades territoriales – pueblo, provincia, comunidad autónoma, país y Europa – es mayúsculo. Imaginar a partir, desde y a través del pueblo es la manera de volver a ser lo que fuimos o, al menos, intentarlo. Este y no otro ha sido el leitmotiv de Juan Espadas: vertebrar el socialismo andaluz con el pueblo como elemento central.
Estamos ante un proyecto político ‘radical’, en el sentido de que va a la raíz de las cosas. Y no hay otra raíz, en política y en la vida, que el pueblo, espacio de socialización y vivencia sin parangón en nuestra tierra y casi que en cualquier parte. Tanto es así que fueron los pueblos, con sus ayuntamientos y alcaldes a la cabeza, quienes se convirtieron en pieza clave en la construcción de la autonomía andaluza. Frente a una derecha que nunca creyó – ni cree – en Andalucía, avivando los sentimientos de agravio y rechazo en buena parte de nuestra comunidad, los socialistas dieron sus primeros pasos con la democracia, el socialismo y la autonomía como bandera. El mejor ejemplo para recuperar Andalucía no está en otro lado sino en ellos – y en ellas, basta recordar a Amparo Rubiales – en un hilo que conecta la historia del socialismo en Andalucía y la de la propia Andalucía.
Los desafíos son mayúsculos, pero las ideas también. El socialismo andaluz no tendrá posibilidades frente a un sólido Moreno Bonilla si el proceso de autocrítica y renovación queda recluida a una campaña electoral. Parafraseando la última obra de Don Rafael Escuredo, la lucha por la dignidad de Andalucía valdrá la pena. Demostrar que aprendimos de los errores cometidos en los últimos años, donde el acervo socialista no fue protegido de manera adecuada, será la primera señal de cara a un pueblo andaluz que continúa esperando a su partido. La esperanza, la ilusión y las ganas proyectadas en las últimas semanas deben llegar a cada rincón de Andalucía, desde Trafalgar hasta Gata. Allí donde haya un socialista habrá una voz por el cambio.