Un día en... el autobús: así habla la gente en la calle del sobre el 10-N
Apuntes, llamadas a la familia y miradas perdidas al salir del trabajo. La gente piensa en su vida en el bus de vuelta a casa
La vida es eso que pasa mientras se mira por la ventana. Al salir del trabajo o para ir a él. De camino a un exámen o preparándolo. El HuffPost sube al autobús para comprobar si el domingo electoral, el 10-N, se sube con la gente.
Próxima parada: elecciones. Pero no se baja nadie. Solo se escuchan llamadas para saber “cómo va la recuperación en el hospital” y se leen apuntes sobre las rutas comerciales de Europa a Asia. Tan solo al final, cuando está cerca la última parada, un hombre zanja: “No me gustó ninguno en el debate. Lo puse, vi que era lo de siempre y lo quité”. No parece que vuelva a comprar ese billete.
El número 27 de la EMT de Madrid es un bucle constante. Plaza de Castilla - Glorieta de Embajadores y vuelta empezar. En medio, un recorrido por la principal arteria de la capital madrileña: Paseo del Prado, de Recoletos y la Castellana. El viaje arranca en Embajadores. Un inmigrante quiere pagar con diez euros, pero el conductor le dice que “no tiene cambio”. Aún se puede creer en el ser humano. Justo cuando iba a bajar, frustrado, la persona que está detrás, un joven rondando la treintena, le paga el viaje.
- “Toma, dos euros”.
- La sonrisa del inmigrante deslumbra: “Muchas gracias, señor”.
Hace tiempo que los móviles son el pasatiempo favorito en los desplazamientos. Una suerte de hilo que conecta a la vida. (Que no lo sea si va al volante, lo dice la DGT). Una mujer de mediana edad, botas que retumban y gafas de sol, sube al bus en la primera parada con el ‘cacharrito’ en la mano:
- “Que no te preocupes. Le van a juzgar y punto. Pero no es grave no le va a pasar nada”. Uno más con problemas con la Justicia, por si los procés-ados se sienten solos.
Dos mujeres suben riendo. Se conocen del trabajo y son de las pocas que no lo hacen embobadas con las pantallas.
- “Me tengo que sentar, ya parezco la vieja del visillo”, dice la más mayor.
Su compañera, plumas amarillo, se parte. Han conseguido su objetivo. Tienen sitio para empezar a hablar. Y el 10-N no les quita el sueño. Al marido de una de ellas sí se lo quitan, pero los dolores, no la idea de que Pablo Iglesias esté en La Moncloa.
Dos paradas después, una de ellas se baja:
- “Bueno niña, hasta mañana. A lo mejor te veo por el barrio”, se despide.
Su compañera saca el móvil [ya tardaba].
- ”¿Qué está con muleta, no? ¿Y cómo le has visto? ¿Ya ha tenido la cita con el rehabilitador?”. Debe doler y lleva muleta. Normal que no pueda dormir.
Entre tanto móvil se cuela un papel. Son apuntes. Los mira atentamente una joven que se apoya en su mochila verde. Son los típicos pasados a limpio o tomados así directamente. [Lo más probable].
“Explica las rutas europeas a Asía y enfatiza la del Este al Oeste”. Es el punto 6 y está escrito en morado. Como el programa de Unidas Podemos. Plaza de Castilla se acerca. Y se empiezan a ver corbatas y maletines. Dos hombres en la cincuentena charlan animadamente. Bingo: política.
- “Soy partidario de cómo ocurre en Francia, que gobierne la lista más votada, porque esto es un cachondeo”.
- “Te guste o no, Iglesias es un estadista. Aunque no comulgue con muchas de sus ideas… pero… ¡Joder! Habla de España y se ve que es un tío al que le preocupan los problemas de los españoles. Plantéatelo”.
- “Es que me provoca tal rechazo y tanto asco el mentiroso de Pedro Sánchez”.
El altavoz interrumpe: “Final de trayecto”. Por las ventanas, dos torres que parece que van a caer en cualquier momento ocupan todas las vistas.
- “Y espérate que no haya movidas gordas de aquí al domingo que te cambien el resultado electoral… acuérdate de lo que pasó el 11-M”, advierte uno de ellos.
Una mujer les adelanta. Tiene prisa y va con el móvil:
- ”¿Vais a ver la película? Yo quiero esperar, que viene Carmen el domingo”.
En el mundo real, hay más planes el próximo domingo.