Un día de perros en el Congreso, el 14 de abril
Si Azaña hubiera levantado la cabeza hoy dentro del hemiciclo, hubiera vuelto a esconderse en su tumba.
Si Azaña hubiera levantado la cabeza hoy, 14 de abril, a las 9 de la mañana, dentro del hemiciclo, hubiera visto el siguiente panorama: un presidente soporífero, que desgranaba el plan de recuperación más importante para España en el último siglo ocasionado por la pandemia. En la Cámara, la mitad de los escaños vacíos y la otra mitad que jugaba con un aparato entre las manos, llamado móvil, aburridos. Hubiera vuelto a esconderse en su tumba de Montauban.
Pero si hubiera aguantado un poco el aburrimiento, habría observado cómo el sopor saltaba por los aires. Primero, cuando Pablo Casado ha subido a la tribuna, elevando el tono de los decibelios y las apelaciones a la cara dura del presidente, ante el rostro adusto de Sánchez. Segundo, cuando su esfuerzo por destacar como líder de la oposición ha quedado anulado poco después de las 10:30 de la mañana, ante el discurso del líder del neofascista de Vox, Santiago Abascal, siguiendo el guion trumpista.
Abascal ha tirado de adoquín —presuntamente de Vallecas— en la tribuna y ha acusado al Gobierno de cercenar las libertades y la democracia. Les ha acusado de criminales por un mitin en Vallecas. Quizá al presidente de la República le hubiera parecido el mundo al revés.
De fondo, la pandemia, las vacunas y el futuro del país, con la sombra del aniversario de la proclamación de la II República, hace 90 años, calificada por Abascal de criminal y asesina, culpable de traer la Guerra Civil. La campaña electoral por Madrid expandía su olor en la atmósfera. En medio de ese popurrí, una de esas frases sesudas del líder de Vox que evidencian el nivel de intelectualidad: “Su plan es un cuento chino, igual que las vacunas son chinas”. Como le ha dicho Joan Baldoví, “algo paranormal” le pasa a Abascal con los chinos.
Lanzadas las voces, las imprecaciones y vuelto el adoquín a su cartera, Abascal ha salido entre los aplausos de todos los suyos —54 diputados—, que le han seguido a los pasillos con intención de tocarle como un santón. Es extraño, faltan palabras para explicar lo que se siente desde la tribuna de prensa y cuando se conoce la historia, al ver y observar a un líder como Abascal, reclamando a voces libertad y democracia a un Gobierno democrático. Habría que tomar notas más seriamente de lo que lo hacemos habitualmente.
La campaña en Madrid ha sido otra sombra. Casado, desaparecido de la escena pública al estar devorado por el duelo entre Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez —quien ha aceptado descender al ruedo y plantar cara a la presidenta madrileña para contrarrestar el papel de bajo perfil de Gabilondo, Ángel (al que muchos se refieren como “Iñaki no, el otro”)—. La mitad de sus votantes no lo entiende, pero se verá qué pasa el 4 de mayo.
Casado, sin una sola nota escrita, ha sido en el fondo mucho más duro que Abascal, al que ha tildado de “gafe” y le ha increpado con varios “¿pero usted quién se cree que es?. Ha tirado de figuras retóricas, frases para entrecomillar como en sus mejores momentos de parlamentario sin papeles, utilizando aquel “hasta aquí hemos llegado” lanzado a Abascal hace meses durante la moción de censura de Vox, pero añadiendo notas musicales a Sánchez, “el pianista que toca la novena de Beethoven” pero solo se da autobombo. A continuación, ha citado los datos de FMI y la OCDE, que, según Casado, consideran que somos el peor país del mundo.
No todo ha sido ruido y altos decibelios. La sucesión de voces que retumban desde el macizo atril del hemiciclo suenan a veces tranquilizadoras. Sobre todo cuando el político de turno pone en primer lugar las preocupaciones de los ciudadanos, en lugar de utilizarlas para crear problemas que no existen, dividir y crispar. El cambio en el tono de Podemos desde que Pablo Iglesias se centró en Madrid se ha notado en la intervención de Pablo Echenique, más light que cuando el líder observaba desde el sillón azul.
Hoy, Inés Arrimadas e Iñigo Errejón han puesto el foco en las inquietudes de tantos españoles. Como la incógnita que se abre a partir del levantamiento del estado de alarma el próximo 9 de mayo o el miedo a las vacunas que están provocando bulos y grandes titulares. Por eso, Arrimadas ha pedido a Sánchez una campaña de sensibilización y que asuma la responsabilidad de la pandemia y esclarezca qué pasará a partir del 9 de mayo. También Errejón ha hablado de desorden institucional. “Nadie sabe cuáles son las restricciones de movilidad, ni siquiera en esta Cámara. Cada vez hay más distancia con la realidad de la calle” y ha añadido que el objetivo del PP “nunca ha sido acabar con la pandemia, sino aprovecharse de ella”, al hilo de las distintas posturas —a favor, en contra, otra vez a favor…— que ha mantenido Casado sobre el estado de alarma en este último año.
Aitor Esteban (PNV) es otro de los que apoya una extensión de las restricciones como vía para frenar la pandemia: “El estado de alarma acaba el 9 de mayo. ¿Qué prisa hay? Dice que las comunidades cuentan con instrumentos suficientes. Sin el estado de alarma, sabe que no es cierto. Pero espero que vaya a cambiar de opinión la víspera del 9 de mayo”. A lo que Joan Baldoví de Compromís también se ha sumado.
La lentitud en la gestión del ingreso mínimo vital, que debería haber llegado a 800.000 familias y solo cubre a 200.000, o los 750.000 trabajadores en ERTE que no saben qué les espera, ha sido problemas muy reales planteados por los grupos parlamentarios más pequeños, que se ve que están más preocupados que los grandes.
Y llegó la última hora de la mañana, la hora de comer y de que el presidente del Gobierno respondiera a todas las críticas. Más enérgico en la réplica que en el sopor de primera hora de la mañana donde ha repartido con más amabilidad a sus socios y con más acidez a la oposición: “Cuánto hay que aprender de usted, señor Casado, una enciclopedia”. Será porque a las 9 de la mañana no hay público y a última hora está el aliciente de entrar en los telediarios,
Se ha permitido un repaso a todos los logros del Gobierno y ha puesto sobre la mesa números de todas las reuniones interterritoriales que se han celebrado para callar a quienes le acusan de decidir unilateralmente. “Vacunación, vacunación y vacunación”, un lema poco convincente dadas las cifras logradas hasta ahora, un copy paste del famoso “programa, programa, programa” de Julio Anguita y una promesa insistente de que vendrán más vacunas en breve, incluidas la española.
Ha seguido con ironía, excepto cuando le ha recordado a Casado que ha intentado derribar al Gobierno de España aprovechándose de la pandemia. “Usted ha demostrado ser un patriota, pero un patriota de sí mismo, aunque con las ideas de Vox” y ha seguido, reprochando que “mientras peleábamos por un plan Marshall en Bruselas, ustedes ponían trabas y se dedicaban a la campaña de difamación y apoyaban, con Vox, las manifestaciones de Núñez de Balboa”.
“Si usted ya no tiene nada que aportar, ya no es mi problema, en todo caso será el problema del Partido Popular”, ha rematado.
Un bonito día de perros en el Congreso, que va a tener más trascendencia de lo que aparenta.