Un decreto de habitabilidad y normas de diseño envuelto en polémica
La arquitectura es siempre expresión de la sociedad que la genera.
El pasado 17 de septiembre de 2019 se presentó públicamente el Proyecto de decreto y normas de diseño de viviendas y alojamientos dotacionales en la CAPV durante un curso de verano monográfico sobre vivienda en el Instituto de Arquitectura de Euskadi.
Ya en diciembre de 2018 con ocasión de las consultas previas al inicio de los trabajos para la elaboración de la propuesta de norma por parte del Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda del Gobierno Vasco, (un periodo de tiempo para la consulta y participación ciudadana online obligatorio por ley), el asunto llamó la atención de algún medio digital de ámbito nacional súbitamente interesado por las cuestiones relativas a la habitabilidad. Nueve meses después y con el proyecto de decreto perfilado, remitido al parlamento y en vísperas de iniciar el periodo de consultas y aportaciones tras su presentación pública, se ha desatado una inesperada polémica de sorprendente virulencia.
Nunca antes una norma técnica y de diseño había suscitado tanto interés mediático. Radio, televisión, prensa escrita y redes sociales se inundaron de noticias, a cada cual más sesgada, incompleta o errónea, sobre ratios de superficie y relación entre estancias. Lo nunca visto.
Más allá de la necesidad de los medios de comunicación de autogenerar polémicas incendiarias e histéricas para mantener cuotas de audiencia y predicamento o del eléctrico ambiente preelectoral en el que vivimos perpetuamente, el proyecto de decreto fue protagonista por una simple razón: incluye la perspectiva de género. Esta, que es una cuestión sensible y sutil fue despachada burdamente por un primer titular: “El Gobierno Vasco quiere meter a los hombres en la cocina”, que prendió la mecha mediática.
En realidad, a pesar de sus novedades, el proyecto de norma es bastante conservador, diría que hasta timorato y en cualquier caso está lejos de ser revolucionario y, dicho sea de paso, apenas cambia el tamaño de las cocinas contrariamente a lo que tanto se ha dicho y escrito, hay cambios más interesantes, profundos e innovadores en otros aspectos del decreto como la accesibilidad o versatilidad de las viviendas. Pero claro, no dan tanto juego…
Aunque muchos se escandalizaron y descubrieron por primera vez que nuestras viviendas son objeto de una exhaustiva regulación, desde todo punto de vista: de diseño, dimensional, constructivo, tecnológico etc, lo cierto es que esto es afortunadamente así desde hace décadas. No es menos cierto que en la actualidad la arquitectura se ve atravesada por distintos vectores que la condicionan: sostenibilidad medioambiental, eficiencia energética, participación ciudadana y ahora también perspectiva de género.
Unos dibujan campos más exactos, objetivos y medibles y otros son de carácter más difuso y tendentes a una mayor dosis de subjetividad interpretativa. Pero es que la arquitectura es siempre expresión de la sociedad que la genera. Y las normas que la regulan también lo son. La arquitectura ha sido históricamente un buen termómetro para dilucidar cuáles eran los valores subyacentes en las sociedades a la que pertenecía.
El arte de la regulación consiste en ser exhaustivo en las exigencias mínimas, las que han de garantizar los estándares exigibles y ser más abierto y flexible una vez garantizados estos. Alguien tan poco sospechoso de totalitarismo como Winston Churchill, dijo que primero hacemos los edificios y luego ellos nos hacen a nosotros. Y es que somos lo que habitamos. Por eso si aspiramos a unas viviendas adaptadas a las personas que habitan en ellas, y si tenemos en cuenta que estadísticamente las mujeres pasan mucho más tiempo en los hogares que los hombres, es ineludible pensar que las viviendas deben diseñarse considerando esa variable, que no es otra que su propio valor de uso. Algo tan sencillo como tener en cuenta a las personas usuarias, el abc en cualquier escuela de arquitectura. Si aspiramos a una sociedad igualitaria, la inclusión de la perspectiva de género como variable del diseño resulta una obviedad. En realidad, lo realmente inaudito es que no se haya exigido hasta la fecha.
La sociedad cambia, y la arquitectura cambia con ella. La arquitectura de la vivienda y su normativa propia han ido incorporando a lo largo de los últimos dos siglos elementos de diseño emanados de los valores propios de los respectivos momentos históricos en que se encontraban: del higienismo filantrópico de finales del siglo XIX al ecologismo de principios del siglo XXI, pasando por el funcionalismo positivista del movimiento moderno que tanto marcó la gran mayoría de las viviendas del siglo XX. No son corrientes estéticas, son corrientes de pensamiento cargadas de valores que impregnan y moldean la arquitectura. ¿Es ideología? Si claro. La sana lógica de las ideas que lo sustenta casi todo. Y menos mal…¿No?
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