Un cambio de narrativa en la política migratoria del UE
La inmigración, debemos repetirlo machaconamente, lejos de ser un problema es una oportunidad y una necesidad.
El pasado año finalizó, por tercer año consecutivo, con una disminución en el número de inmigrantes irregulares que llegaron a Europa: 139.000 frente al 1,8 millones en 2015, en plena crisis humanitaria provocada por la guerra de Siria. En concreto, el número cayó en 2019 un 58% en el Mediterráneo occidental y un 41% en el Mediterráneo central, mientras que las llegadas aumentaron un 46% en el Mediterráneo oriental, según Frontex.
Pese a que estos datos echan por tierra las fabulaciones relativas a una “Europa asediada” por la inmigración irregular y otras falsedades no contrastadas que los líderes de la extrema derecha europea -Salvini, Le Pen, Orban y Abascal...- han repetido machaconamente durante los últimos meses, lo cierto es que Europa no ha resuelto las necesidades humanitarias de los migrantes.
La Agenda Europea de Migración, lanzada en 2015 por la Comisión Europea presidida por Juncker, ha permitido incrementar la eficacia de la respuesta al desafío migratorio a corto plazo a través de una estrategia securitaria centrada en políticas de contención, pero ha sido incapaz de ordenar una respuesta solidaria y coordinada y de estructurar un enfoque holístico a largo plazo que anticipe soluciones a posibles crisis futuras.
Porque no podemos negar la evidencia. El fenómeno de la migración seguirá existiendo en el futuro, bien porque las personas seguirán teniendo el deseo de mejorar su vida o bien porque el cambio climático y el acceso al agua, los conflictos internacionales y las guerras, así como la pobreza y la falta de libertades, les impulsarán a abandonar su lugar de origen para salvar su vida. Sin embargo, en los últimos años, y a pesar de la necesidad de población inmigrante que contrarreste el envejecimiento y la despoblación que sufre el continente europeo, la percepción del fenómeno migratorio en Europa ha sido superficial y negativa. Es urgente invertir esa tendencia y construir una narrativa positiva en torno a los flujos migratorios.
La nueva Comisión liderada por Ursula Von der Leyen y los dos nuevos comisarios responsables de Interior e Inmigración, Ylva Johansson y Margaritis Schinas, han anunciado su deseo de elaborar un nuevo pacto sobre migración y asilo, consensuado entre los Estados miembros. Sin duda, se trata de un paso en la buena dirección después de varios años de estancamiento en las negociaciones de las reformas migratorias pendientes y de incumplimiento por parte de muchos Estados miembros del derecho internacional humanitario y el derecho europeo.
Por ello, esperamos que las nuevas propuestas incorporen un cambio de perspectiva que construyan una nueva narrativa capaz de combatir el extremismo y el populismo antimigratorio, y promueva una comprensión de la contribución positiva al crecimiento de nuestras economías, así como al enriquecimiento de nuestra cultura por parte de los migrantes que residen y trabajan en nuestros países.
Porque la inmigración, debemos repetirlo machaconamente, lejos de ser un problema es una oportunidad -y una necesidad- si logramos gobernar y regular los flujos migratorios a través de una verdadera política común migratoria. Por eso, una de las prioridades de este nuevo paquete legislativo debe ser la introducción de vías de migración legales y accesibles para permitir que las personas lleguen a Europa de manera segura.
Por un lado, para garantizar la protección de las personas que huyen de las guerras y la persecución en sus países mediante el fortalecimiento de los instrumentos de protección internacional, como las visas humanitarias y los programas de reasentamiento para solicitantes de asilo, así como a través del refuerzo de los procedimientos de infracción para el incumplimiento de las obligaciones legales y compromisos adquiridos por los Estados miembros. En especial, desde la Eurocámara estamos reclamando una atención especial para los menores no acompañados cuya llegada se ha duplicado en los últimos meses.
Por otro, para revisar la fragmentación y el cumplimiento de la normativa migratoria europea y plantear la creación de nuevas vías de migración legales tanto para trabajadores cualificados como para los no cualificados. Pese a que la Agenda Europea de Migración anunció un paquete de medidas sobre la movilidad de los trabajadores y trabajadoras, la única propuesta: la revisión de la Directiva para nacionales de terceros países altamente cualificados (“Tarjeta azul”), ha estado bloqueada por la divergencia de opiniones entre Consejo y Parlamento. Y, sin embargo, es absolutamente necesario que adoptemos políticas que regulen la admisión y la residencia por razones de trabajo, investigación y estudio, y que fomentemos políticas de cooperación con los países de origen para promover la migración circular y por ende el vínculo entre migración y desarrollo.
Sin embargo, todas estas medidas fracasarán si la Unión y sus Estados miembros no alientan un proceso positivo de integración de los nuevos ciudadanos y ciudadanas en nuestras sociedades. Por eso he propuesto a los comisarios Schinas y Johansson que presenten un programa europeo para la integración e inclusión de migrantes, al que tengan acceso directamente los alcaldes y alcaldesas europeos, que son quienes tienen la tarea de acoger a los y las migrantes.
Estoy convencido del papel positivo que nuestras comunidades locales pueden desempeñar en la construcción de sociedades solidarias e inclusivas y la promoción de los valores europeos. Pero, sin duda, necesitaremos mucha valentía política para poder llevarlo a cabo.