Un aborto en tiempos del coronavirus
Les pregunto qué ha pasado, qué he hecho mal. ¿Tenía que haber ido antes? Me dicen que es más habitual de lo que se piensa, pero que la gente no lo comenta.
Cuando entras en el hospital en estos tiempos piensas si has hecho bien exponiendo a tu bebé al “bicho”. Pero el instinto a veces nos indica que algo no va bien, y si además se acompaña de algún otro signo cómo un poquito de manchado, sabes que tienes que hacerlo. Te armas con tu desinfectante, guantes, mascarilla y hasta gafas (de paintball en mi caso, pero si cumple el objetivo, ¿qué más da?) y visitas el hospital. Una vez allí, más organizado ya después de un mes de estado de alarma, te hacen caminar por lo que llaman el “circuito limpio”, es decir, el camino por el que los enfermos de la Covid-19 no pasan.
En la consulta, con la ginecóloga y la matrona, hablan sobre una mayor afluencia quizás causada por la falsa percepción de normalidad de los trabajadores no esenciales de nuevo en la calle. Les comento que yo no estoy en la consulta de paseo sino porque creo que hay algo que no va bien. La ginecóloga me explora y en efecto, no son buenas noticias. Tengo un embarazo anembrionario. Estoy de 11 semanas (casi tres meses) y aunque estoy embarazada no se ha desarrollado un embrión dentro de mí. Me recomiendan hacer un legrado.
Estoy sola. Empiezo a llorar. No hay bebé. Les pido que lo comprueben. Así lo hacen y me lo vuelven a confirmar. El legrado parece la mejor opción pero no quiero tomar la decisión sola. Mi pareja está en el parking para evitar exponerse innecesariamente. Les pregunto qué ha pasado, qué he hecho mal. ¿Tenía que haber ido antes? Me dicen que es más habitual de lo que se piensa y que lo que pasa es que no se sabe porque la gente no lo comenta. Y es cierto. No lo había oído nunca. Tampoco he conocido a nadie cercano que me haya hablado de algún aborto.
Hablo con mi pareja. Después del shock inicial, seguimos adelante con el legrado, que es una operación muy sencilla pero que requiere hospitalización. Me ingresan y mi pareja se va para cuidar de nuestra hija pequeña que se ha quedado con una vecina. Desde las 3 de la tarde hasta las 6 y media hay mucho tiempo. Tiempo para llorar, mi duelo, sola en mi habitación. Tiempo para pensar en esas palabras de la ginecóloga: no se habla de ello. Escribo mentalmente este artículo y, sinceramente, me ayuda a sobrellevar la espera. Me operan.
Cuando me despierto, la ginecóloga y la matrona me preguntan sobre el artículo. Lo he comentado en sueños, por la anestesia. Les digo que sí, que lo escribiré y que haré todo lo posible para publicarlo. Me lo agradecen y me piden que lo haga porque hay que normalizar lo que es habitual. Los abortos son muy habituales y si puede que haya algún signo, con Covid o no, hay que acudir al hospital. Les digo que hablar de ello para evitar el estigma es necesario, pero que mi familia (con la excepción de mi pareja) no sabía ni siquiera que estaba embarazada. Este artículo por tanto será anónimo.
No quería preocuparles, ya tienen mucho encima puesto que todos son personal sanitario. Luchan cada día para salvar a los infectados pero también para darnos los cuidados necesarios al resto de la población que lo puede necesitar. Yo he elegido pasar esto sola, pero quizás con este artículo otras mujeres en la misma situación se sientan menos solas. Gracias a todo el personal que me cuidó. Seguimos adelante.