Un 8-M diferente

Un 8-M diferente

Manifestación feminista del 8 de marzo de 2018.Susana Vera / Reuters

La celebración del día de la mujer de este año va ser diferente de la que vivimos el año pasado. El éxito de esa movilización fue la culminación de varias iniciativas contra la discriminación de las mujeres, la desigualdad en todos los ámbitos de la vida y de la sociedad y la respuesta cívica y masiva contra la lacra de la violencia de género en nuestro país y en el mundo. El 8-M de 2018 será recordado porque supuso el momento en el que las mujeres españolas dijeron basta en una magnitud como no se había visto antes.

Este año el éxito de las concentraciones no nos va a sorprender como entonces, porque ya sabemos de qué somos capaces las mujeres españolas. Este va a ser un 8-M diferente. Las reivindicaciones serán las mismas que el año pasado, porque desgraciadamente continúan existiendo la desigualdad y la discriminación. Hace escasos días conocíamos un estudio de la Fundació La Caixa que ponía cifras a la discriminación laboral de las mujeres: tienen un 30% menos de posibilidades de ser contratadas que los hombres, en igualdad de condiciones. También son reveladores los datos de la encuesta de población activa del último trimestre de 2018, que indican que las mujeres siguen cobrando menos que sus compañeros varones en cualquier posición laboral, o que son ellas las que concentran los contratos a tiempo parcial y lo hacen mayoritariamente para hacerse cargo del cuidado de sus familiares. También es interesante la encuesta de fecundidad del Instituto Nacional de Estadística, que pone negro sobre blanco que las españolas (y los españoles) querrían tener más hijos de los que tienen, pero no pueden por culpa de su situación laboral y de las pocas facilidades que tienen para conciliar su trabajo y su vida familiar.

Siguen existiendo, pues, muchas razones para salir a la calle este 8 de marzo. Pero algo ha cambiado respecto a hace un año. Hoy hay un Gobierno en España que tiene una agenda clara para hacer frente a la desigualdad de género. Hace un año el Gobierno hizo oídos sordos al clamor de las mujeres. Este año tenemos un Gobierno que no sólo escucha, sino que comparte y actúa. Por poner sólo el ejemplo más reciente, el último Consejo de Ministros ha aprobado la equiparación de los permisos de maternidad y paternidad y el establecimiento en las empresas de tablas salariales que puedan ser consultables por todos los trabajadores. Ambas iniciativas están encaminadas a acabar con algo que desgraciadamente resulta cotidiano para muchas mujeres: tener que escoger entre su carrera profesional y sus ganas de ser madres.

Al avance de la igualdad le ha respondido la reacción de aquellos que no están dispuestos a aceptar que mujeres y hombres tengamos los mismos derechos.

El Gobierno encabezado por Pedro Sánchez ha actuado en todos los ámbitos en los que existe discriminación contra la mujer, y lo ha hecho a pesar de la oposición cerril de los grupos de la derecha, empeñados en mantener las condiciones de desigualdad hacia las mujeres, porque no han aportado ninguna solución más allá de una retórica retorcida que pretendía esconder su nulo interés por el tema.

En el 8-M de este año las mujeres contamos con un aliado en el Gobierno, que considera la igualdad de género como uno de los derechos fundamentales de nuestra democracia, establecido en la Constitución. Un derecho que no puede soslayarse de ninguna manera, porque afecta a más de la mitad de la sociedad, y porque además es garantía no sólo de justicia social, sino de progreso económico. La igualdad de género efectiva hace más robusta a nuestra democracia, hace más justa a nuestra sociedad y dobla la capacidad de trabajo, de creatividad, de ambición y de ilusión respecto a la economía de nuestro pais.

El 8-M de 2019 también será distinto por otro motivo. Hasta no hace mucho creíamos que los avances sociales estaban garantizados, que la sociedad española, las mujeres españolas, habíamos conquistado nuestros derechos y nuestras libertades. Quedaba mucho por hacer, pero habíamos consolidado lo conquistado. Este año hemos comprobado que esto no es así, que las conquistas no pueden darse por ganadas, que hay que seguir peleando por avanzar, pero también por no perder lo conseguido.

Frente al peligro de la involución sólo existe una salida: seguir luchando, continuar trabajando, reivindicando, llenando las calles, cambiando la legislación, educando en igualdad y en libertad.

Al avance de la igualdad le ha respondido la reacción de aquellos que no están dispuestos a aceptar que mujeres y hombres tengamos los mismos derechos. Esta reacción es fruto de nuestras conquistas, no lo debemos olvidar. El suyo es un movimiento defensivo de personas que se sienten atacadas en su posición de predominio. Son hombres, y también mujeres, que consideran que el papel subordinado de la mujer es "natural" y no debe ser modificado. Son los que consideran "natural" que las mujeres deban escoger entre el hogar o el trabajo, o que los hombres deban ser los que sustenten económicamente los hogares. Son las mismas personas que piensan que sólo existe un único modelo de familia. Son el movimiento que enarbola la palabra libertad para restringir la libertad de los que no son como ellos, o los que adoran la patria pero son incapaces de empatizar con sus compatriotas.

Frente al peligro de la involución sólo existe una salida: seguir luchando, continuar trabajando, reivindicando, llenando las calles, cambiando la legislación, educando en igualdad y en libertad. Tenemos que saber que nada está garantizado, que hay que seguir consolidando los avances que se han hecho y hacer frente a nuevos retos. La lucha por la igualdad no termina nunca y es una lucha de todas y de todos, porque sólo si somos muchas y muchos lograremos lo que ansiamos, por lo que lucharon nuestras madres y nuestras abuelas: una sociedad que no discrimine a las mujeres por el sólo hecho de ser lo que somos: mujeres.

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