El dolor de los ucranianos en España: "Solo al ver las imágenes nos hemos puesto a llorar"
Siete ucranianos residentes en España cuentan cómo están viviendo sus familias allí el estallido de la guerra.
A Iryna, cosmetóloga afincada en Málaga desde hace dos años y medio, se le quiebra la voz al recordar que este jueves habló con su familia en Ucrania a las cinco de la mañana: “Me dicen que las cosas están terribles”. Ella vive con su marido y dos de sus hijos en España pero tiene otro, de 24 años, que vive en Kiev. “Hoy no trabaja, solo gobiernos y así”, señala en referencia a que sólo funcionan algunas instituciones.
Según le cuentan, los bancos no están abiertos pero se pueden hacer transacciones. Internet, los teléfonos y WhatsApp funcionan con normalidad y por esas vías puede comunicarse con los suyos. Desde allí le dicen “que están tranquilos”, pero ella sabe que “están nerviosos” y lo hacen para no preocuparla más de la cuenta. Sin embargo, ella está inquieta.
“Tengo un miedo que no puedo expresar de lo que va a pasar ahora”, reconoce. Como describe, hay “explosiones en muchas ciudades de Ucrania y también en algunos aeropuertos” y “de Kiev no se puede ir a otras ciudades porque las carreteras tienen muchos coches”, en referencia a los atascos.
Su familia por ahora permanece en Kiev y “no piensan salir”, pero la incertidumbre es mucha. Iryna resalta la solidaridad entre la ciudadanía y que las personas “se apoyan unas a otras”.
Otra Iryna, una arquitecta que llegó a España hace ahora veinte años con su padres y su hermano, asegura que lleva “pegada al móvil desde esta madrugada”. “La mayoría de los ucranianos que estamos en Madrid somos del oeste que, de momento, es la parte menos amenazada”. Su padres han conseguido ponerse en contacto con su familia allí y asegura que están bien, que han salido a trabajar y procuran hacer vida normal mientras puedan. “En concreto mi familia vive cerca de una pequeña base militar que atacaron esta mañana, la de Lviv (Leópolis), donde trasladaron la embajada de Estados Unidos a mediados de marzo porque consideran que estaban más seguros ahí”, cuenta.
Reconoce estar preocupada y que ahora toca trabajar también desde aquí, centralizados todos los esfuerzos a través de la asociación ConUcrania, con la que Iryna colabora desde sus inicios, en 2014. “Entre todos estamos intentando focalizar el trabajo y ver por dónde tirar. Ya sabes que algunos ucranianos se están manifestando a las puertas de la embajada de Rusia, de manera espontánea porque no pueden estar en casas viendo la televisión y sin hacer nada. La vía informativa está cubierta y eso lo agradecemos a los medios. Esta vez se está dando una información impecable y muy rápida, y esa parte no hace falta que la hagamos nosotros. Pero sí tenemos que tratar de pedir a ciudadanos, gobierno y partidos políticos ayuda para Ucrania y los ucranianos. Rusia no ataca a Ucrania porque esté débil, sino porque considera que Europa está en su peor momento, está dividida y no tiene un líder claro”, explica.
Confiesa Yrina que los esfuerzos de sus compatriotas están volcados en la respuesta que de Europa y el resto del mundo porque de eso va a depender la escalada de este conflicto. “Si hay una respuesta clara y contundente, Rusia se pensará muy mucho cómo seguir y si les merece la pena. Si la reacción se queda en un par de tuits y en declaraciones bonitas pues seguirá, porque esto no se ha hecho a la ligera, es un ataque planificado. Ahora se habla mucho de la subida del precio del gas y de los productos de alimentación y, claro, España no pasa el mejor momento económico y las familias lo están pasando mal. Entiendo que si esta guerra va a suponer un incremento de 100 euros al año en la economía de una familia pues se va a notar. Pero hay que pensar que si no se pasa mal ahora, si no se da una respuesta contundente, no servirá de nada. ¿Si no se corta el gas ahora de qué servirá cortarlo cuando Putin ocupe Ucrania y vaya a Polonia y haya miles de personas muertas?”.
De momento, Yrina no quiere hablar de una crisis de refugiados. “No sé en qué se basan para hablar de crisis de refugiados. Ahora los ucranianos allí están huyendo a los pueblos… Pero es verdad que, en estos meses, la gente que ha podido ha venido a España para pasar esta mala racha, pero siempre con intención de volver. Imagino que ahora los que puedan también se traerán a sus familiares más cercanos. Pero creo que es pronto para darle esa magnitud”.
Ellas forman parte de los más de 112.000 ucranianos que viven en España, la mayoría concentrados entre Madrid, la Comunidad Valenciana y Andalucía. Maryana es secretaria de la Asociación Maydan Málaga y lleva más de quince años viviendo en nuestro país. Atiende a El HuffPost por teléfono desde una iglesia de la ciudad andaluza, donde se ha reunido con otros ucranianos residentes en la zona para rezar “por la paz” ante la situación extrema que se vive en su país natal.
La joven cuenta que tiene familia directa en Ucrania, en concreto en el oeste del país, donde pensaban que las explosiones y los ataques no llegarían. “Tenemos frontera con Polonia, con Eslovaquia... no se pensaba que fuera a llegar tan lejos”, reflexiona. “Las personas están yendo hacia los pueblos porque piensan que son más seguros porque no hay aeropuertos o puntos que bombardear y, si no pueden, están haciendo listas con refugios para acudir en caso de un bombardeo masivo”, detalla.
Sobre cómo se ha llegado a esta situación, la joven reflexiona sobre Putin y denuncia que con él, “las amenazas de palabra no tienen influencia”. “La vía diplomática está claro que no ha sido suficiente”, cuenta Maryana, que espera sanciones y que reconoce que no tienen ni idea de qué puede pasar ahora. Esta tarde, se concentrará en la Plaza de la Marina de Málaga para pedir ayuda junto a otros ucranianos que viven en la ciudad.
Por su parte, Oksana, profesional del maquillaje que vive en Madrid, suspira muy fuerte antes de contestar qué es lo cuentan sus familiares en Ucrania —sus padres están en Lviv y su hermano reside a unos 100 kilómetros—. Lo resume en que “mucha gente tiene pánico” y están “comprando de todo en las tiendas y farmacias” y también apunta que apenas hay nada abierto porque “muchos trabajos no funcionan”. “La situación es muy preocupante”, dice antes de mencionar que “hay también un fuego cerca del aeropuerto”.
Sus padres, de 65 y 68 años, y con los que habla por el móvil, “están nerviosos, durmiendo muy mal”. Le gustaría que pudieran venir a España pero no lo ve muy factible, y señala que tienen mala salud: “Mi padre es diabético y tiene problemas de corazón”. Ella también está “muy nerviosa, mucho”, intentando seguir lo que ocurre a través de las noticias y llamándoles.
Mucha preocupación tiene también encima el Padre Constantino, sacerdote en la Catedral Ortodoxa de los Santos Andrés y Demetrio en Madrid. Lleva 22 años en España y vive en San Martín de la Vega.
Muy nervioso y preocupado, por una cuestión de salud no puede explayarse demasiado, pero sí cuenta que su pensamiento está con su mujer, quien está en Ucrania ahora mismo: “Se ha ido a cuidar a su madre, que tiene 80 años. Tiene billete de vuelta en marzo pero creo que no podrá volver... No sé lo que va a pasar”.
“Es terrible, solo al ver las imágenes nos hemos puesto a llorar, es nuestro hogar y lo están destruyendo”, señala por otro lado Oleksander, de 55 años y natural de Donetsk, residente en España desde 1998, a quien el ataque ruso, por desgracia, no le ha pillado por sorpresa. “Llevábamos unas semanas que sabíamos que algo así iba a ocurrir, ya pasó hace ocho años, intuíamos que se iba a repetir o que iba a ser peor”, añade.
Ni él ni su mujer tienen ya familia en Ucrania, pero sí amigos por los que están preocupados. “No hemos hablado con ellos, pero cuando pueda voy a llamarles, quiero saber que están bien, si pueden irse o qué van a hacer”, detalla. Asegura que él y su mujer se encuentran conmocionados y solo piden que se mantenga la paz para los pueblos del país: “Una guerra es horrible y no es la primera, es otra más en la historia de Ucrania, que ya ha sido machacada durante muchos años. Al final, los que pagan los conflictos son los ciudadanos. Eso no es justo, es triste”.
La misma tristeza se percibe en el testimonio de Maria Loyko: “Ojalá que todo pare en Ucrania, que esto no se extienda más, porque es algo horrible para todo el mundo”. Ella recibía la peor de las noticias a las cinco de la mañana de este jueves desde su país natal. Su teléfono sonó y ella, “una mujer mayor que no entiende de política” y que vive desde hace 24 años en Murcia, se puso en lo peor. Cuando una amiga de Ucrania le contó que la guerra con Rusia era un hecho, su marido tuvo que tomar un ansiolítico. Ninguno de los dos puede ver la tele, ni comer, ni casi hablar, relata, pero no pierde el contacto con los suyos.
Maria es de una ciudad del oeste, con grandes zonas agrarias. Allí tiene familia, entre ella su hija, y amigos. “Mi vecina tiene nietos jóvenes que se están preparando porque ya tienen instrucciones para participar en una guerra sin estar entrenados, no son militares… En la frontera hay mujeres y niños pasando sin papeles a Polonia, pero a los hombres no se lo permiten. Esto es impensable en pleno 2022”, explica con la voz temblorosa.
Es profesora de arte, ha trabajado en Rusia también y sigue teniendo contacto con muchos compañeros con los que estudió, que se quedaron en Ucrania. “La escuela en la que daba clase ya está cerrada, la gente está haciendo acopio de alimentos, de velas, de harina para hacer pan… Están abandonando la ciudad para esconderse en sus segundas residencias, en el campo, invadidos por el miedo. Es muy difícil verlo, pero tienen refugios al ser una zona con tanto cultivo, en otras ciudades no pueden decir lo mismo”, reconoce.
Maria Loyko sigue teniendo una casa en Ucrania, y le ha ofrecido todo lo que hay en ella a los vecinos. Algunos de ellos han perdido el contacto con sus familiares y la preocupación es cada vez mayor. “Hay que estar juntos, juntos se hace un país y juntos se hace la fuerza. Ese ha sido el problema en Ucrania, que el país está dividido”, lamenta.