'Troyanas', puro acontecimiento
Si La Orestiada, la obra que con la que se inauguró la 63 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, no convencía aunque no estaba mal y se disfrutaba, y la semana pasada Calígula merecía verse por Pablo Derqui, un actor que interpreta con el corazón en la mano para que se entienda a Camus, Troyanas, estrenada el pasado miércoles, prometía ser el montaje que daría velocidad de crucero a este buque insignia de los festivales de teatro veraniegos.
Promesa basada en varios factores. El primero la actualidad del tema. La guerra y lo que les hace a las mujeres del bando perdedor. Mujeres que los generales griegos, en el montaje se recuerda varias veces que son europeos, se reparten como si fueran otro botín de guerra. Esta "pa' mí" y esta "pa' ti". Esclavas que harán todo tipo de actividades domésticas incluidas las de ser el reposo y la satisfacción sexual del guerrero en esa utópica Grecia europea, cosas que curiosamente harán ante las esposas legítimas de los vencedores.
El segundo factor es el texto de Eurípides dramatizado por Alberto Conejero. Este es un joven autor que además de estar de moda, sabe escribir y hacer teatro. Por tanto, una apuesta segura para quién tomó la decisión de encargarle la dramatización y dramaturgia de esta obra.
El tercero, su directora, Carme Portaceli, que acaba de llevarse el premio Max 2017 a la mejor dirección por la obra Solo son mujeres. Montaje que también se llevó el premio a la mejor obra de teatro del año. Además de ser una profesional largamente comprometida con la igualdad de mujeres y hombres, más allá de leyes y de modas.
El cuarto, tener como protagonista a Aitana Sánchez-Gijón. Una vendeentradas nata, querida por el público y por la crítica que hace varios años triunfó en este mismo festival con Medea en versión de Andrés Lima. Obra por la que recibió el premio Ceres (premios desaparecidos por falta de recursos económicos y que a la profesión le gustaría que volvieran).
El quinto, el resto del elenco que incluye, entre otros, a Ernesto Alterio; a Alba Flores (un rostro popular de la televisión gracias a Vis a vis, alrededor de la que hay cierta mitificación por ser la nieta de Lola Flores ya que parece haber heredado su garra); Maggie Civantos (también conocida por la serie Vis a vis); o Mirián Iscla que acompañó a Portaceli en Solo son mujeres.
Con todos estos elementos, la expectación era máxima, siendo el día del estreno el miércoles pasado con casi todas las entradas vendidas y con el fin de semana ya agotado. De ahí que ese día estuviera toda la crítica y los cronistas teatrales, de los medios locales a los nacionales, junto a muchos profesionales del teatro. Por estar, hasta estaba Guillermo Fernández Vara, el presidente de la Junta de Extremadura.
Creo que por todo lo anterior la decepción con lo que se muestra en el escenario ha sido grande. Al menos la decepción de la crítica, pues el público, viendo a sus estrellas en vivo y en directo en un marco incomparable, aplaude a rabiar y así, aplaudiendo, estuvo casi 5 minutos. Aunque el texto se hubiera dicho gritado, el elenco hablase más para ellos que para los asistentes, sus movimientos en escena no se entendiesen muy bien, y menos las coreografías de Ferrán Carvajal; se le vistiese con ropas que no favorecían la comprensión de la obra (¿a qué viene esa pulcritud de Taltibio/Alterio o esa vestimenta de señora de Pedralbes de Hécuba/Aitana?); y se desaprovechase esa T mayúscula tumbada y andamiada que ocupa el escenario.
Porque no basta con decir el texto, aunque esté bien. Y este texto de Conejero parece estar bien aunque resulta difícil de apreciar tal y como está montado. El teatro es convertir la palabra en carne y en acción. Acciones humanas que nos resultan siempre misteriosas, aunque creíbles. No solo basta decir el texto, hay que actuarlo, accionarlo, si se quiere contar algo. En este caso, parece que alguien olvidó lo anterior en el proceso. El tema merece que se monte adecuadamente. Decirlo sirve de poco, hay que contarlo para hacerlo entender, para mover las razones y los corazones del público.
El triunfo, de nuevo, es para Pentación, la empresa que gestiona el festival, y su presidente Jesús Cimarro. Un auténtico creador de happenings o acontecimientos teatrales, dicho sin ninguna ironía ni doble intención. Pues con su instinto comercial y su conciencia empresarial, ya que hay que invertir mucho dinero para poder llenar cinco noches seguidas el Teatro Romano de Mérida con casi 3.000 butacas y alejado de los grandes centros de consumo de teatro, consigue que todo el mundo quiera estar y quiera ir a la calurosa Mérida. Desde los profesionales a los extremeños. Desde los aficionados al teatro a los veraneantes de paso, ambos de cualquier parte de España. Solo hay que ver lo que queda de programación y darse cuenta del arte con el que dicha programación está hecha para dar lugar a atractivos y atrayentes acontecimientos.