Tras un año de crisis, no podemos olvidar a las víctimas de Boko Haram
Resulta tentador olvidar que cada día miles de personas tienen que abandonar sus hogares, renunciar a su vida, solo para toparse con un desamparo aún mayor.
2017 ha parecido en ocasiones un año marcado por las graves crisis humanitarias, desde los rohingyas huyendo de las persecuciones hasta los violentos conflictos que han tenido lugar en Yemen y Siria, pasando por las hambrunas sufridas en el este de África. La necesidad de ayudas humanitarias ha aumentado exponencialmente y las organizaciones benéficas, este año más que nunca, apenas han podido dar abasto.
Y, aun así, lo que más me sorprende entre tantas noticias y fotografías angustiosas es que corremos el riesgo de olvidarnos de la crisis humanitaria más compleja y urgente de todas, que está teniendo lugar en la región del lago Chad, en África Occidental.
El grupo extremista Boko Haram sigue afectando directamente a más de 17 millones de personas en Nigeria, Níger, Camerún y el Chad. Asediados por inundaciones, la escasez de alimentos, las enfermedades, un brote de poliomielitis y la violencia, ya son dos millones y medio de personas, la mitad niños, las que han tenido que ser desplazadas.
Hasta cierto punto, todos conocemos las atrocidades que se están cometiendo: desde las niñas secuestradas de un colegio de Chibok (Nigeria) hasta la incesante violencia que sufren muchas mujeres, acosadas, raptadas, retenidas como prisioneras, violadas y forzadas a casarse. Resulta tentador creer que esta es la única faceta de esta crisis humanitaria. Resulta tentador olvidar que cada día miles de personas tienen que abandonar forzosamente sus hogares, renunciar a su forma de ganarse la vida, solo para toparse con un desamparo aún mayor.
En las regiones de Borno y Diffa (Nigeria), la amenaza constante de violencia y el desplazamiento de granjeros y pescadores han paralizado casi por completo la producción agrícola y provocado una escasez crónica de alimentos por la que más de 3,4 millones de personas necesitan asistencia alimentaria. En consecuencia, casi medio millón de niños sufren actualmente desnutrición grave, algo que podría provocarles secuelas de por vida en su desarrollo. Estas personas, debilitadas por la falta de alimentos, son más susceptibles de desarrollar enfermedades, riesgo a su vez mayor por la falta de acceso al agua potable, los pésimos sistemas de saneamiento y la carencia de atención médica por parte de su sistema sanitario, que se encuentra mutilado.
Myriam, de 38 años, ha logrado a duras penas mantener vivos a sus gemelos de dos años. En 2015, cuando se encontraba en avanzado estado de gestación, se vio obligada a huir y a unirse a las masas que escapaban de los ataques indiscriminados de su pueblo. Caminaron durante días con los terroristas pisándoles los talones. Muchos desplazados fueron asesinados en el proceso y 36 niñas fueron raptadas. Pese a sobrevivir al horror, Myriam tuvo que afrontar una lucha diaria, atrapada en un poblado remoto y árido, sin fuentes de ingresos, empujada hasta los límites de la supervivencia.
"Mis hijos estaban enfermos porque no tenían comida. Sé que podían haber muerto, pero llegó Plan International. En casa hago lo que me han enseñado sobre alimentación y salud y veo cómo mis hijos mejoran día a día", explica Myriam.
El proyecto de unidad móvil de Plan International visita su poblado y otros lugares de difícil acceso para ofrecer protección, alimentación, asistencia sanitaria y educación, con especial atención a niñas y mujeres.
En Plan International también estamos creando lugares seguros en los que los niños puedan jugar y recuperarse de las situaciones traumáticas que han vivido. Idris, una de nuestras voluntarias, describe así el increíble efecto que surten estos lugares en los niños: "Antes de que empezáramos a hacer actividades con los niños en estos lugares seguros, estaban aterrorizados por todo lo que habían vivido. Se quedaban en casa porque no tenían ningún otro sitio adonde ir. Les estamos devolviendo su infancia. Queremos verles crecer para que lleguen a tener un buen futuro". Plan International y otras organizaciones seguiremos trabajando para garantizar no solo que se satisfagan las necesidades inmediatas de los niños hoy, sino también para ayudarles a ellos y sus familias a largo plazo.
Acabado 2017, es importante que reafirmemos que la comunidad internacional está ahí para ayudar a la gente de esta región a rehacer sus vidas. Los hijos de Myriam ya están a salvo, pero muchos otros niños, sobre todo quienes viven en las zonas controladas por los insurgentes de Boko Haram donde no pueden llegar las ayudas y los voluntarios, siguen teniendo un futuro muy incierto. Asegurémonos de que 2018 sea el año en el que su futuro empiece a brillar.
Puedes conocer mejor Plan International en nuestra página web.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.