Trajano, el europeo
El relato usual de la construcción europea parte de la saga de los padres fundadores tras la hecatombe de la gran guerra de los treinta años desde 1914 hasta 1945. Sin embargo, la magna exposición "Traiano, costruire l'Impero, creare l'Europa" - hasta septiembre en los Foros Imperiales de Roma - es una lección de historia que muestra cómo hace dos milenios Europa era una realidad viva con una dimensión que no ha vuelto a alcanzar.
Trajano fue el primer provinciano que llegó a Emperador. Como su sobrino y heredero Adriano, nació en Itálica, cerca de la actual Sevilla. De su ejecutoria, se destaca usualmente su capacidad militar que empezó como oficial de Tito en el trágico sitio de Jerusalén, siguió con la estabilización de la frontera germánica y coronó con la conquista de la Dacia, la actual Rumania. Con obras públicas tan impresionantes como el puente sobre el Danubio de kilometro y medio construido en tiempo record por Apolodoro de Damasco y el de Valencia de Alcántara entre muchos puertos, acueductos y ciudades.
De modo simbólico, impuso su estilo austero sepultando la Domus Aurea, el fastuoso palacio construido por Nerón tras el incendio y edificó su Foro no solo con templos, añadió los mercados trajanos. En su centro, la Columna Trajana, que Napoleón copió en la Plaza Vendome tras coronarse Emperador vestido de Julio César. Su última campaña fue llevar al Imperio a su máxima extensión, con la frontera en el Tigris y el Eufrates.
Como gobernante, aplicó una política de inclusión de las poblaciones en un Estado único, con tolerancia religiosa, una jurisprudencia vigente sobre la buena administración con la de integración de los descendientes de parejas de legionarios con mujeres indígenas y de reconocimiento de sus hijos a la vez que favorecía la repoblación con medidas de apoyo a la agricultura. Medidas que abrieron paso a la posterior Constitutio Antoniniana del 212 D.C que extendió la ciudadanía a todos los habitantes del Imperio.
Una visita que se comprende mejor tras leer la espléndida trilogía de Santiago Posteguillo, aunque tampoco esté de más leerla después. Muestra una personalidad de la que conviene inspirarse por su visión política y su capacidad de gestión en tiempos de nacionalismos aldeanos y racismos excluyentes. Es de esperar que los líderes que eligieron el Castel Sant Angelo, tumba de su sucesor y sobrino Adriano, para cerrar la campaña italiana encuentren tiempo para inspirarse en esta gran exposición de la ejecutoria de este gran constructor de Europa