Todo puede pasar
Sánchez llega seguro a una campaña en la que el nuevo PP aterriza con los viejos tics de AP
Puede pasar que Pedro Sánchez gane las elecciones y no gobierne. Puede pasar que Pablo Casado se estrelle, pero sea presidente. Puede pasar que Ciudadanos no cumpla con la expectativa y, sin embargo, sea decisivo para la formación de Gobierno. Puede pasar que Podemos retroceda en votos y en escaños, y su influencia sea mayor que la de hace cuatro años. Puede pasar que Santiago Abascal sorpasse a Rivera y hasta llegue a ser vicepresidente de un Ejecutivo de derechas.
Por pasar, el 28-A puede pasar de todo. Arranca ya una de las campañas más abiertas y decisivas de la democracia, y los cuatro principales líderes políticos saben que se la juegan. Al de VOX sólo le espera un win-win. En estas elecciones todo es distinto porque hoy la política se construye a golpe de eslogan, porque los líderes son más líquidos que sólidos y porque los ciudadanos cada vez decidimos más tarde nuestro voto, y no siempre por una cuestión de afinidad ideológica.
Escuchen, vean, comparen y apuesten. Los próximos quince días son para eso, también para que los partidos afinen mensajes, presenten ofertas y seduzcan a un electorado que, quizá, llega a esta campaña cansado ya de tanta política pequeña. Sepan, en todo caso, que esto está muy abierto, que un 40% de los españoles aún no ha decidido su voto y que las encuestas son sólo eso, encuestas.
Prepárense para todo tipo de estridencias, para entrevistas poco convencionales, para mensajes equivocados, para compromisos, para rectificaciones, para enredos y para debates. Mejor dicho, para un único debate electoral porque el presidente del Gobierno, que ya no es sólo secretario general del PSOE, ha decidido participar en uno sólo y que sea en una televisión privada. En Atresmedia, la tele del grupo Planeta, la editorial por cierto que publicó el polémico Manual de Resistencia, el libro con el que Sánchez abrió, no se olviden, la precampaña. En política no hay casualidades que valgan y esta no iba a ser la primera.
¡Cuánto hemos cambiado! podría ser otro lema de Sánchez. Y no sólo por su complicidad con aquellos que contribuyeron decididamente a expulsarle de la vida pública por considerarle un peligro para la socialdemocracia y para España. La institucionalidad le ha dado volumen, altura, nuevos “amigos” y una expectativa electoral con la que ni los suyos soñaban hace menos de un año. El presidente llega seguro y tranquilo a una campaña en la que de momento no se ha expuesto demasiado, ha tenido una presencia medida y selectiva y no ha presentado siquiera un programa electoral, más allá de 110 compromisos genéricos.
Tan lejos ideológicamente y tan cerca en la estrategia de un Santiago Abascal que ha hecho lo ídem. Cero entrevistas -lo de la casa de Bertín fue una charla amistosa-, un desprecio absoluto por los medios de comunicación y un programa que no pasa de “100 medidas urgentes” para salvar a España.
En El arte de la guerra, ya decía Sun Tzu que el colmo de la habilidad no era anotar cien victorias en cien batallas, sino dominar al enemigo sin luchar. Y es exactamente lo que los candidatos del PSOE y de VOX han hecho en precampaña. Y mal no les ha ido. A uno las encuestas le otorgan una victoria holgada e incuestionable. Al otro, una presencia parlamentaria que, según todos los expertos, puede que aún no haya tocado techo.
Al uno y al otro les han bastado los errores de los adversarios, si es que, claro, a PP y a Cs se les puede considerar contrincantes de VOX ya que comparten órbita ideológica y además han declarado abiertamente su disposición a entenderse para formar un gobierno.
Los errores de Casado y Rivera, en todo caso, no han hecho más que engordar a una ultraderecha, que empieza su campaña en Covadonga por aquello de la Reconquista y la génesis de un nuevo reino.
El candidato del nuevo PP ha entrado en campaña con los tics de la vieja Alianza Popular y enredado día sí y día también en sus propias palabras, de las que luego responsabiliza a los periodistas. Lo de las fakes news ya no es solo materia de lección diaria del nuevo periodismo, sino que sirve también a algunos políticos para impartir cursos de lo que debe y no debe ser noticia. Casado ha dedicado casi más tiempo en las últimas semanas a enmendar errores propios y de sus flamantes fichajes que a construir una alternativa creíble y solvente.
El mismo tiempo que Casado ha empleado en lamerse las heridas es el que el otro PP -el que tardó 30 años en viajar al centro y no quiere hacer el tránsito inverso- ha destinado a maquinar posibles escenarios para el 29-A si el partido se desploma como vaticinan las encuestas y hay que poner en marcha un acelerado relevo.
De cambios no se habla, de momento, en Ciudadanos, pese a que ya es un hecho irrefutable que se trata de un partido que gana siempre en las encuestas, pierde en las urnas y su líder es más conocido por desmentirse a sí mismo y por mover su posición en el espacio ideológico que por cumplir su palabra. Para Rivera, como para Casado, el centro y la moderación sólo eran un espacio retórico en el que situarse hasta que llegó VOX. Desde entonces, no han hecho más que girar a la derecha para taponar la hemorragia de votos hacia el partido de Abascal.
El candidato naranja ha perdido tanta credibilidad ante su propio electorado que en este tramo final hasta el 28-A ya sólo le queda irse a un notario para abjurar de una posible alianza del PSOE. Al menos en los últimos días se ha detenido en las propuestas y olvidado de mencionar 40 veces el nombre de Sánchez en los 40 primeros segundos de cualquiera de las entrevistas que ha concedido, también selectivamente. En esto no tiene ninguno nada que echarse en cara. Pudiendo, como pueden y se les permite hacerlo, quién va a preferir cuatro preguntas incómodas a un buen “masaje”. Pero esta es otra historia que no viene ahora al caso, pero algún día tendrá que afrontar el periodismo si es que quiere seguir haciendo de contrapeso y no de servidor del poder político.
Por último, queda Pablo Iglesias, un líder que llegó para abrir el “candado del 78” y ahora se pasea por los mítines Constitución en mano. En política, además de propuestas hay que buscarse un espacio y el líder de Podemos -al que la institucionalidad de su presencia en el Parlamento y su colaboración con el Gobierno socialista le han dado mucho pero le han restado crédito en una parte de su electorado- quiere ahora asegurarse el marco del constitucionalismo social, y no el del 155 que agita la derecha. Con ello y la implacable denuncia de las cloacas del Estado ha construido el eje de una campaña a la que se incorporó tarde por su baja por paternidad, pero en la que confía dar la vuelta a unas encuestas que le pronostican un severo castigo.
Los cinco han elegido territorio amigo para el arranque de la campaña. Por delante tienen quince días en los que se juegan algo más que la posición de sus partidos en el tablero político. Salvo Abascal que se estrena en estas lides electorales, el resto sabe la importancia que el 28-A y el gobierno que se configure, tendrá en el futuro de sus respectivos liderazgos. Y lo único seguro hoy, con una bolsa de indecisos del 40%, es que será necesario un pacto a dos o a tres para gobernar, que no basta con ganar y que sólo quienes estén en la suma para la gobernabilidad blindarán también sus actuales responsabilidades orgánicas. Y todo puede pasar…