Todo pasa y todo queda
La nostalgia de echar la vista atrás debe servir de estímulo para avanzar con las certezas que arroja un balance nutrido de todo lo que nos queda.
Descontando días para despedir un año más, sentimos la fugacidad del tiempo. Hacemos balance y extraemos de él reflexiones y propósitos para encarar lo que esté por venir.
Despedimos año y el vicio de cantar del maestro Serrat, que por Antonio Machado, evoca la vida misma con ese “todo pasa y todo queda”, esencia de la evaluación de cada fin de año. Porque el pasar del tiempo no es un pasar vacío, sino una escuela de vida rica en contenidos que ilustran las mejores y peores enseñanzas.
La nostalgia de echar la vista atrás debe servir de estímulo para avanzar con las certezas que arroja un balance nutrido de todo lo que nos queda.
Balances que priorizan el ámbito más personal y afectivo, en los que reflexionamos sobre la manera de aportar para corregir errores y avanzar mejorando nuestras condiciones de vida y la de nuestras personas más cercanas. Balances políticos porque hacemos política todos y todas a través de las decisiones que nos llevan a actuar en la búsqueda del bien común.
Por eso, la desafección política es una venda en los ojos muy peligrosa que nos impide ver con claridad los contenidos necesarios para construir decisiones acertadas. Quien la alienta, busca con ello un distanciamiento de la realidad que facilita los intentos de manipulación.
Es esencial hacer un ejercicio de abstracción del ruido, como si de un filtro que extrae el saber de la experiencia se tratara, y ahora es un buen momento para ello ya que de alguna manera, todos y todas hacemos evaluación antes de que el reloj de la Puerta del Sol de paso a nuevas expectativas.
2022 nos ha vuelto a poner a prueba, agravando la situación de incertidumbre y vulnerabilidad provocada en los años predecesores. Un tiempo convulso sin precedentes que va pasando y va quedando, invitándonos a mirar al futuro a través de lo que permanece, porque el futuro inminente nos pone ante un año de decisiones trascendentales.
Tenemos año electoral por delante y la responsabilidad de decidir el mañana que imaginamos; y es que la participación ciudadana es la esencia del ejercicio de la democracia y nos obliga a hacer un análisis maduro de que futuro queremos.
Las dificultades nos desenmascaran y es así como tenemos que reconocernos. Si apartamos el telón de la estridencia, hoy abundan las razones para afirmar que nunca habíamos tenido tanto que defender, y tanto que combatir.
Con orgullo de país, propugnamos que ni la pandemia ni la guerra han frenado el avance de España, siendo referentes en el cumplimiento de los compromisos adquiridos con Europa.
Nuestra economía es valorada positivamente por todos los organismos internacionales, generando confianza para la inversión, tenemos la inflación más baja de la Unión Europea, los mejores datos de empleo desde el año 2007 (creamos empleo de calidad), un avance sin precedentes recientes en políticas sociales que fortalecen nuestro estado del bienestar, la convivencia entre españoles ha dejado de ser uno de los principales problemas y hemos protegido de las consecuencias de la crisis a las clases medias y trabajadoras, a las empresas y a nuestras industrias.
Todo ello nos singulariza frente a otros grandes países y nada de ello es casual, sino el resultado de una acción de gobierno que ha sabido entender la realidad que vivimos y construir un proyecto colectivo de la mano del diálogo social, un gobierno que da estabilidad política con tres Presupuestos Generales del Estado aprobados, que lejos de las profecías, han impulsado nuestro progreso y nos devuelven una España más sólida.
Evidentemente, el contexto de crisis mundial continúa y la incertidumbre no desaparecerá en el corto plazo, reforzando los motivos que nos llevan a defender con ahínco los logros en nuestros intereses.
En un ejercicio de sensatez, esto tendría que estar interiorizado en cualquiera que ostente espacios de responsabilidad, pero la dureza de este tiempo excepcional tiene vueltas de tuerca adicionales que aprieta una derecha entregada a la única causa de hacer fracasar al gobierno, aunque para ello haya que sacrificar las esperanzas de la mayoría de los españoles y españolas, y nuestro sistema democrático.
Nada ha sido fácil en los años pasados, de los que nos quedan importantes avances en la modernización de nuestro país, una sociedad protegida de la debacle de dos crisis mundiales y la necesidad de luchar cada día por la fortaleza de nuestra democracia.
En estos días de reflexión, que nadie enturbie nuestra mirada a un tiempo pasado que nos debe colmar de razones para seguir caminando y haciendo camino al andar.