Titulares contra los pozos del olvido
¿Cuáles han sido las aportaciones en estos meses trágicos de Pablo Casado o de la sin par (menos mal) Isabel Díaz Ayuso…?
Siempre, en los frecuentes momentos de confusión que nos atormentan cíclicamente, pero cada vez con más frecuencia, he pensado en lo necesario que sería que alguien, o un grupo interdisciplinar con sentido del humor pero también de la trascendencia y la complejidad, asumiera la tarea de hacer un libro alimentado solamente con titulares de declaraciones o entrevistas.
Así de simple. Pudiera ser por orden cronológico o temático. Lo fundamental es que reflejara entrecomilladas, o sea, textuales, las frases dichas por esas personas que por azar, enchufe o esfuerzo han llegado a la categoría de predictores, en la que cuenta más el número de trending topic y ocurrencias virales, sean épicas o estúpidas, cualquier esdrújula vale, en las redes, nunca mejor dicho, sociales.
Esto ayudaría a comprender mejor problemas que en principio se nos presentan empañados por el vaho de lo arcano o por los enfrentados razonamientos, estén cogidos con alfileres oxidados o sean mero producto low cost –en inglés suena más pomposo que baratillo– fabricados con iguales partes de demagogia y premeditado engaño.
Hablemos de una tragedia actual, en la que se cumple ese dicho que usamos frecuentemente en Canarias de “a peor la mejoría”, o ese otro, que parece gallego, de que “lo más seguro es que cualquiera sabe”. La veo en casi todos los medios de información y de desinformación, que cada día son más, con engaños cada vez más sofisticados y a fuerza de ser imposibles más creíbles aún en proporción inversa al cociente intelectual. “¿Cómo se ha llegado a la situación actual si tenemos una de las sanidades mejores del mundo?”.
Pero la sanidad es como una planta desaladora de agua: demuestra que es buena cuando tiene energía que la haga funcionar y agua salada que potabilizar. Sin estas premisas es un trasto inútil; una obra de ingeniería que terminará oxidándose hasta convertirse en un arretranco herrumbriento. Un huevo sin yema. En España tenemos las mejores del mundo, y las más avanzadas depuradoras de aguas residuales; pero muchas no funcionan porque no tienen mantenimiento ni técnicos a su cargo y demasiadas veces porque alguien, o ‘álguienes’ –y perdón por el palabro– se ha olvidado de enchufar las tuberías. Se construyen con el maná de los fondos de la UE y porque dan pisto, y a veces ‘pasta’, a las autoridades que las inauguran y a los asesores y técnicos que los convencen.
Estos días todos los periódicos y los informativos, presuntos o certificados, coinciden en destacar la ‘sorpresa’ por el empuje de la segunda ‘ola’ española, con lo bien que resultó el estado de alarma y el confinamiento general en la primera. Sobre quién vio venir al virus y quién tardó en verlo gira una parte de la polémica artificial. Tan artificial la de quién previó la crisis del 2008 y quién no.
La oposición tiene en esta cuestión oftalmológica y sensorial un productivo filón, aunque ha de cuidar la vertiente onírica porque eso en un día pueden ser votos para la pintoresca Esperanza Gracia de los horóscopos nocturnos que nos ofrece en un depurado lenguaje verbal y gestual de declamación una maravillosa felicidad ipso facto solo con llamar a un teléfono, si a la vista del éxito del payaso y tramposo sin escrúpulos Donad Trump, decide fundar un ‘partido milagro’ de centro astrológico y celestial cuyo ideario sea el horóscopo diario.
Rebusquen y rescaten ustedes con la cabeza fría en las hemerotecas o carpetas de recortes absurdos los titulares pandémicos que puedan relacionarse con la situación actual, y verán que ‘el mundo al revés’ no es solo letra de canciones infantiles. Repasen lo que han dicho Trump, Johnson y Bolsonaro y otros estúpidos con ‘certificado de aptitud’, y cómo les ha ido, y lo que dicen ahora, en que como en el libro Historia de dos ciudades de Charles Dickens (magnífica la edición de ALBA), huyen espantados al ver cómo se les aparece el demonio que tanto han estado invocando.
¿Qué han dicho antes, en y después aquí en España al respecto coronavírico los dirigentes y subdirigentes políticos?, ¿y qué han hecho además de hablar? Es inevitable acordarse de las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre: ya no procede rememorar las historias de los romanos ni de los troyanos, son tiempos idos.
El Ejecutivo español, como los demás iguales europeos, tardó unos días en apreciar la verdadera peligrosidad. Tras una escalada vertiginosa de medidas en un par de semanas llegó el estado de alarma. En ese instante muchas neuronas se volvieron absolutamente locas, rebotaban desorientadas contra las paredes craneales y algunas debieron morir en el intento sobre todo al ver, mordiéndose las uñas de rabia, cómo el presidente Sánchez salía en todas las cadenas de televisión ofreciendo, en tono medio churchiliano, unidad, esfuerzo y lágrimas en la ‘guerra’ contra el enemigo invisible.
Pero la unidad es una palabra de muchos usos y abusos a la que carga el diablo. En las asambleas locales de la agrupación del PSOE de Las Palmas, que solían estar abiertas a periodistas interesados, había un contumaz militante de izquierda socialista que cada vez que se veía en minoría se levantaba como un ‘saltaperico’ de la silla de tijera y a gritos clamaba entonces, y solo entonces, por una vuelta al kilómetro cero: “unidad, compañeros, unidad”. A pesar de su bondad y altruismo solidario nadie sino los muy suyos le hacía caso. La dialéctica, como diría Santa Teresa, es el camino hacia la perfección solo que en estos tiempos no a la religiosa y de acercamiento a Dios sino a la laica de la democracia y el acercamiento a la verdad.
¿Cuáles han sido las aportaciones a la historia tan vertiginosa de estos meses trágicos que se han convertido en una era de los Pablo Casado, un genio en decir con la misma solemnidad y convencimiento una cosa y su exacta contraria, disciplina en que también era un maestro de armas arrojadizas el exministro José Manuel Soria; o de la sin par (menos mal) Isabel Díaz Ayuso…? No puedo evitar acordarme de los primeros botellones en la ‘playa chica’ de Las Canteras, aunque entonces no se llamaban así sino ‘tenderetes’, en los años 60 del siglo pasado, y del ‘ayayupi, yupi, yupi, ayayupi, yupi ya’, en versión libre, simplona pero pegadiza letra repetitiva que nadie sabía lo que significaba, y sigue sin saberse, elevada a categoría de discurso ideológico y programa estratégico para un roto o un descosido por la presidenta de la CAM. Frívola parlanchina orgullosa de ese ridiculum vitae que construye con prisas y sin pausa con envidiable empeño. Todos, y ella la primera, se rasgan las vestiduras por una desescalada que ellos demandaron histéricamente, aceleraron y gestionan.
Sigo: y del lanza aceitunas y secretario general del PP Teodoro Sánchez Egea, y del fugaz meteorito Albert Rivera, co-fundador de Ciudadanos y ahora un ciudadano resentido en busca de nuevo destino que sigue sin comprender por qué en tan poco tiempo perdió tantos cientos de miles de seguidores. Muchas madres darían la misma respuesta: por las malas compañías, mi niño.
Y continúo con la tropa de Vox y sus ‘generales y coroneles y coronelas’, tan valientes al enfrentarse al presunto autoritarismo de la ‘coalición social comunista’ que en una muestra inequívoca de espíritu dictatorial obligaba a los buenos españoles a guarecerse tras una mascarilla como unos cobardes y organizaron aquellas caceroladas a cara descubierta pidiendo libertad para enfermar y morir, eso sí, supongo que después de recibir los santos sacramentos y la bendición apostólica, preferiblemente supongo de un capellán castrense.
Los que se negaron a prorrogar el estado de alarma y obligaron al Gobierno a prescindir de él, y reclamaron la descentralización del mando único en mandos regionales con libre albedrío, enseguida acusaron al presidente de irse de vacaciones y de escaquearse de su responsabilidad. Pero en cuanto la pandemia volvió a descontrolarse, sobre todo en Madrid, que ha hecho un ridículo europeo e internacional por su frivolidad e incompetencia, vuelven a acusar al Estado de malquerencia hacia una región, regida por la derecha, que incubó con sus desquiciados ataques a los pilares del estado de bienestar la cascada de desgracias que ahora se abaten con fuerza sobre los madrileños.
Que alguien haga pronto ese compendio de titulares. Todo saltaría a la vista desde el pozo del olvido. Dice un aforismo jurídico: “a confesión de parte, ausencia de pruebas”. Cada uno es tan dueño de sus silencios como de sus fracasos.