'The Capote Tapes', el documental definitivo sobre Truman Capote
La cinta demuestra que todavía hay mucho que decir sobre el gran escritor de Nueva Orleans.
Truman Capote ha sido, es y siempre será una figura controvertida. Tildado de malvado, engolado, freak, seductor, infantil y, sobre todo, divertido, quizá el epíteto que mejor le definiera fuera el de heterodoxo.
Para muchos siempre será el niño impertinente que aparecía en la novela Matar a un ruiseñor, escrita por su gran amiga Harper Lee. Para otros, el artífice del mayor baile del siglo en el Hotel Plaza. Muchos consideran a Capote ese autor fértil y esnob que concibió Desayuno con diamantes, mientras que los demás le han consagrado como el creador de la novela de no ficción al adentrarse en la prisión de Kansas para su relato A sangre fría. Sea como fuere, Capote era todas esas figuras y alguna más, siendo el documental The Capote Tapes (2019, Ebs Burnough) la prueba fehaciente de que todas sus personalidades se encontraban ligadas por una simiente común: él mismo.
Presentado en el Festival Internacional de Toronto y estrenado en nuestro país el 24 de marzo, la cinta demuestra que todavía hay mucho que decir sobre el gran escritor de Nueva Orleans. Al contrario que las innumerables biografías de Capote, centradas en su faceta autoral o el proceso de configuración de su persona, The Capote Tapes escudriña un retrato realizado con jirones de sus declaraciones, presagiando como inevitable el final que el escritor acabó encontrando: “Lo veía todo y lo recordaba todo. Tarde o temprano, lo iba a poner todo por escrito”.
A lo largo de hora y media, el director nos presenta el círculo social que rodeó al escritor a su paso por la gran manzana durante aquellos años en los que “a no ser que fueras famoso en Nueva York, no eras famoso”. El director Burnough consigue, por primera vez en la historia, que Kate Harrington hable abiertamente de su relación con Capote. Harrington fue la protegida del escritor, una suerte de hija adoptiva que vivió durante años con Capote. La joven era hija de un antiguo amante del escritor, lo que le hizo aceptarla en su hogar y presentarla en la alta sociedad, un proceso que desembocaría en que ella misma se convirtiera en una celebridad.
Junto con sus declaraciones aparecen las de innumerables personalidades de la cultura norteamericana como el presentador Dick Cavett, la periodista Sally Quinn, el historiador John Richardson o los escritores Lewis Lapham y Jay McInerney.
A través de sus testimonios, el director configura un retrato cercano y nada poético de la infancia de Capote, un niño prontamente abandonado por su madre, que se cría en la Alabama rural con sus dos tías, y cuya única compañía es la de la futura premio Pulitzer Harper Lee. El sueño de Capote, como el de su propia madre, era el de convertirse en una figura de prestigio en la gran ciudad. A pesar de que comienza a trabajar en The New Yorker a los diecinueve años (como encargado de correo) y que triunfa con su primera novela, Other voices, other rooms a los veintitrés, la vida de Capote sigue marcada por el desgarro.
Su voz, su estatura y su amaneramiento no maridan con una época histórica excesivamente normativa, decidiendo elevar el histrionismo a la enésima potencia para no ser juzgado por su identidad. Su lengua viperina engatusa a una alta sociedad hastiada de su propia endogamia, conquistando a unas mujeres agotadas por ser secundarias en la vida de sus maridos.
Así Capote se adentra en la jet set como compañía primero y personalidad después. Mientras algunos le consideraban el bufón de las damas, Capote se convertía en todo un referente de la literatura y de la sociedad. Si no estabas con Truman Capote, no eras nada.
Necesidad de ser amado
Pero la vida del escritor sufrió un sinfín de altibajos, tal como ilustra The Capote Tapes. Con apenas 50 años, la madre del escritor puso fin a su vida, hecho traumático que refuerza el desapego con que fue criado. La ausencia de amor, de afecto y de consuelo emergieron entonces en la mente del escritor, quien llegó a decir: “la gente no me ama. Soy un freak. A la gente le divierto, tengo el don de cautivarlos. Pero no me quieren”.
Esa combinación de amor y de odio hacia la alta sociedad es la que le llevará a arremeter contra quienes fueron sus incondicionales durante décadas, en su obra inconclusa Answered Prayers. Sus primeros fragmentos, publicados en prensa, vaticinaron su inevitable destrucción social.
Desamparado por muchos y abominado por todos, Capote cayó en el desenfreno, el exceso y la autodestrucción. Un mes antes de cumplir 60 años, Capote falleció de una enfermedad hepática en Beverly Hills, un final prematuro que oscureció la genialidad de quien quiso realizar un sueño y, para bien o para mal, lo cumplió. Lástima que el vació que sintió de por vida desdibujase la grandeza de quien escribió “las mejores frases de nuestra generación”.