Tengo tres enfermedades mentales y así vivo con ellas
La ansiedad ha sido mi fiel compañera desde niña. La depresión llegó a mi vida siendo adolescente, después de años de acoso, y a los 20 me diagnosticaron TLP.
Me despierto con betabloqueantes y me voy a dormir con dos antidepresivos distintos y un medicamento antipsicótico. Cada día me cuesta moverme por un mundo que es a ratos terrorífico, confuso y sombrío. Me han diagnosticado varias enfermedades mentales: depresión, tratorno de ansiedad generalizada (TAG) y trastorno límite de la personalidad (TLP).
La ansiedad ha sido mi fiel compañera desde que era niña. La depresión llegó a mi vida cuando era adolescente tras años de sufrir acoso por homofobia y a los 20 me diagnosticaron TLP al mismo tiempo que afrontaba un grave trastorno alimentario en la universidad.
Cada una de esas enfermedades viene con sus propios síntomas y características que me afectan en mi día a día en mayor o menor medida.
En ocasiones, los síntomas de cada enfermedad se solapan y actúan como una barrera que me impide llevar una vida normal. Hay momentos en los que no sé si es la ansiedad, la depresión o el TLP lo que más influye en lo que hago o si una de esas enfermedades se deja notar más en una situación concreta.
Por ejemplo, recibir un mensaje de WhatsApp de un amigo (o no recibirlo) me puede provocar un mar de dudas, pánico y desesperación. Las emociones me superan como olas enormes abalanzándose sobre mí; esa es una sensación típica del TLP, pero también de la ansiedad y la depresión.
Estas enfermedades también se retroalimentan y se vuelven más graves, complicando aún más la labor de lidiar con ellas. Por ejemplo, cuando tengo problemas en el trabajo, mi TLP hace que mi cerebro no deje de ver amenazas por todas partes y hacer que me cuestione todas las interacciones que tengo con otras personas, algo que da rienda suelta a mi ansiedad hasta que esta me lleva a la depresión, desde donde me cuesta un esfuerzo monumental realizar las tareas más simples, como levantarme para darme una ducha.
El hecho de que me hayan diagnosticado TLP, un trastorno de la personalidad que afecta a mi forma de relacionarme con otras personas, a menudo me provoca más ansiedad y depresión, sobre todo por el estigma y la falta de información que sigue circulando sobre estas enfermedades.
La ansiedad y la depresión son quizás las más conocidas y las menos estigmatizadas de las enfermedades mentales, pero el TLP sigue existiendo en un espacio en el que la gente es muy suspicaz y no está bien informada sobre sus implicaciones.
Tener más de una enfermedad mental llega a ser agotador. Hay días que ni siquiera me apetece levantarme de la cama porque me da miedo cómo reaccionará mi cerebro ante el mundo que nos rodea y porque nunca estoy segura de si seré capaz de soportar algunas situaciones que para otras personas ni siquiera son problemas.
Por desgracia, también me tengo que preocupar por el capacitismo y la discriminación, sobre todo cuando estoy conociendo gente e intento moverme en el mundo laboral. Por mi estado, necesito ciertos ajustes razonables en el trabajo, pero eso es algo que muchos empleadores aún se resisten a aceptar.
En mis amistades, sufro niveles altísimos de ansiedad y me cuesta saber si mi TLP está influyendo en mis reacciones ante determinadas situaciones. Tengo suerte de tener un grupo de amigos que me apoya, muchos de los cuales han investigado por su cuenta acerca de mis problemas mentales para estar más preparados para apoyarme de forma que nuestra relación sea fuerte y duradera.
Tener varias enfermedades de salud mental también afecta a cómo me percibe la comunidad médica y a la ayuda que me ofrece. A lo largo de los años, me he dado cuenta de que los médicos de cabecera no saben abordar tres problemas distintos y prefieren centrarse en la enfermedad con la que se sienten más familiarizados. Esto implica que muchas veces salgo de la consulta sin apoyo para las otras dos enfermedades y que estos médicos no logran abordar el modo en que estas tres enfermedades interactúan. También tienen miedo de cambiarme cualquier medicamento porque todos los que me tomo actúan juntos en un delicado equilibrio.
Los psiquiatras y los especialistas en salud mental normalmente son mucho más competentes en estas áreas, pero transcurre mucho tiempo hasta que te dan una cita con unos de ellos por la saturación de los servicios públicos.
No se habla demasiado de la intersección entre los diversos problemas de salud mental, en parte porque es un asunto muy complicado. También porque nos resulta más sencillo encasillar a las personas en problemas independientes, pese a que esta perspectiva es demasiado estrecha para entender la realidad.
Ojalá se aceptara más el TLP y se tuviera más compasión por las personas que viven con más de una enfermedad, porque vivimos en un mundo que a veces llega a ser muy hostil hacia esas personas, sobre todo si no encajan en una sola categoría.
Siempre ayuda tener amigos dispuestos a informarse para entender las enfermedades y encontrarte con empleadores que accedan a realizar los ajustes razonables que necesito para trabajar. Es importante contar con personas en mi vida que me vean como un ser humano complejo y completo y no como un conjunto de enfermedades y problemas que solucionar.
Mis enfermedades forman parte de mí, pero no me definen.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.