Sudán está a punto de ejecutar a una joven por defenderse de una violación
¿Qué sabemos sobre Noura Hussein?
La joven sudanesa de 19 años se encuentra en el corredor de la muerte de Omdurmán (Sudán) por matar a un hombre en defensa propia. Fue condenada por matar a su marido, que la violó durante su "luna de miel".
Cuando tenía 16 años, la familia de Noura trató de obligarla a casarse con un hombre, pese a que el Islam prohíbe el matrimonio sin consentimiento. Al negarse a casarse, tuvo que huir corriendo 250 kilómetros lejos de su casa familiar, hasta una ciudad llamada Sennar. Vivió con su tía durante tres años, decidida a terminar la educación secundaria para poder seguir estudiando. En 2017, recibió la noticia de que se habían cancelado los planes de boda y de que era seguro volver a casa.
Todo era un truco. Al volver, Noura se encontró con la ceremonia de boda, y la entregaron al mismo novio que había rechazado tres años atrás.
Noura se negó a consumar el matrimonio durante varios días. El marido fue poniéndose cada vez más agresivo y, antes de cumplirse una semana de la boda, violó a su esposa adolescente. La violó con ayuda de sus dos hermanos y de un primo, que mientras tanto la sujetaron.
Cuando al día siguiente volvió para intentar violarla de nuevo, Noura escapó a la cocina y cogió un cuchillo. En el altercado, el hombre sufrió heridas de cuchillo que acabaron con su vida. Noura fue a contárselo a su familia, que renegó de ella y la entregó a la Policía. Estuvo en la cárcel de Omdurmán hasta el pasado 29 de abril, cuando fue declarada culpable de asesinato premeditado. El 10 de mayo, a la familia del hombre se le dio a elegir entre una compensación monetaria por el daño o pena de muerte para la chica. La familia prefirió sentenciar a Noura a muerte. Los abogados de Noura tienen hasta el 25 de mayo para recurrirlo.
Después de que se anunciara el veredicto, los miembros de la comunidad sudanesa, dentro y fuera del país, pidieron su indulto. Muchos activistas están recogiendo firmas a través de una petición para presionar al gobierno sudanés para que intervenga. La campaña #JusticeForNoura lleva más de un millón de firmas y hasta ha conseguido el apoyo de la supermodelo Naomi Campbell.
Desde que se emitió la condena de Noura el 10 de mayo, ha crecido la presión internacional. Varios grupos de la ONU, incluidos ONU Mujeres, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FPNU) y la Oficina del Asesor Especial para África, han pedido clemencia. La oficina de derechos humanos de la ONU declara su "preocupación por la seguridad de la joven, de sus abogados y de otros defensores" y argumenta que imponer pena de muerte en el caso de Noura pese a la clara evidencia de que fue en defensa propia constituiría un asesinato arbitario. Amnistía Internacional también se ha implicado recogiendo cartas de personas de todo el mundo que piden la liberación de Noura. Al parecer, se han enviado más de 150.000 cartas al Ministerio de Justicia de Sudán.
Muchos se preguntan si todas estas peticiones y este revuelo supondrán alguna diferencia. Existen precedentes para creer que la presión internacional servirá de ayuda: en 2014, Meriam Ibrahim, una mujer cristiana de Sudán, se libró de ser ejecutada tras la indignación internacional que causó su sentencia. Historias como estas son las que mantienen en pie a los activistas. Teniendo en cuenta la intimidación y la represión social que está llevando a cabo la NISS (la agencia nacional de inteligencia de Sudán), que ha impedido que el abogado defensor, Adil Mohamed Al-Imam, comparezca en una rueda de prensa, le corresponde a la comunidad internacional denunciar estos casos y difundir la voz de quienes claman justicia.
La historia de Noura Hussein es descorazonadora, pero no es del todo infrecuente, por desgracia. Lo inusual de esta historia, como han señalado los activistas, es que Noura se defendió. En Sudán, casi una de cada tres mujeres se casa antes de cumplir los 18 años y la violación marital todavía no es ilegal. La historia de Noura es una de coraje y tenacidad, una oportunidad más de poner bajo los focos la lucha para erradicar los matrimonios infantiles, los matrimonios forzados y la violación marital.
Entre los activistas de la campaña #JusticeForNoura existe una esperanza de que este caso cambie las cosas más allá de la situación individual de Noura. No obstante, la ventana para que se produzcan esos cambios puede cerrarse rápidamente si la atención internacional se desvía antes de que se condone la pena de muerte a Noura Hussein.
El caso de Noura apela a los estrictos roles de género y las expectativas que pesan sobre las mujeres sudanesas y refleja la tensión que existe entre los actos individuales de coraje y un sistema que no está diseñado para una igualdad básica. Pese a los niveles relativamente altos de representación que tienen las mujeres en el Parlamento del país, Sudán es uno de los pocos países que no forman parte de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés). Esta sociedad, profundamente patriarcal, también está regida por un sistema legal pluralista que utiliza un enfoque proteccionista hacia las mujeres, en vez del enfoque transformador que defienden grupos feministas musulmanes como Musawah.
Una lectura simplista de la situación podría abordar la terrible naturaleza del caso de Noura y echarle la culpa a la sociedad sudanesa, a la situación socioeconómica del país o quizás incluso al Islam. Sin embargo, las condiciones y las convenciones sociales que han permitido esta serie de acontecimientos no ocurren exclusivamente en Sudán y, de hecho, ni siquiera todos los países desarrollados han firmado la CEDAW. La violencia hacia la mujer puede rastrearse hasta su causa principal: la desigualdad de género. Allá donde la mujer no es igual que el hombre en los ámbitos político, cultural y económico, será susceptible de sufrir violencia de género, independientemente de sus creencias, raza o nacionalidad.
Luchar por Noura es luchar por una sociedad global en la que las mujeres y los niños vivan libres de cualquier forma de violencia y tengan un poder real para tomar decisiones, donde sean miembros de pleno derecho de la sociedad, de la familia y del Estado.
No es cuestión de que Noura u otras mujeres como ella necesiten ser "salvadas" del Islam. Este caso trata de apoyar a las mujeres que se defienden utilizando las herramientas que están a su alcance. En Occidente, los debates sobre religión centrados en países de mayoría musulmana suelen denunciar al propio Islam, pero no es ese el deseo de Noura ni de ninguno de los activistas involucrados en la campaña. De hecho, las mujeres sudanesas (en Sudán y de la diáspora) se han esforzado mucho en explicar que los matrimonios forzados y las agresiones sexuales están extendidos en la sociedad sudanesa, pero que estas convenciones tienen que cambiar culturalmente y sobre la base del Islam.
La campaña en defensa de Noura ha tenido éxito a la hora de sensibilizar a la gente, en parte porque la han dirigidomujeres sudanesas que comprenden la cultura de Sudán. Reconocer que nuestros desafíos emanan de la misma fuente de opresión ―la desigualdad de género― significa que no debemos hablar en nombre de otras mujeres, sino alzarnos y potenciar la voz de aquellas que ya están hablando.
Yassmin Abdel-Magied es ingeniera mecánica, activista social, escritora, locutora de radio y fundadora de la ONG Youth Without Borders.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' EEUU y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco y Marina Velasco Serrano