Sobreviví al tiroteo del instituto de Florida y tengo un mensaje para Estados Unidos
Tengo 15 años, soy una recién llegada al instituto Marjory Stoneman Douglas y sobreviví al tiroteo de Florida de la semana pasada.
Estoy desorientada: estoy enfadada y triste. No existe ningún manual de instrucciones titulado Sobreviví a un tiroteo en una escuela, pero mis amigos se han ido para siempre. No existe ninguna guía para navegar por esas aguas.
He realizado simulacros de tiroteos en el colegio desde antes de saber leer y escribir. ¿Cómo es que los niños deben aprender a esconderse en armarios y bajo los pupitres para protegerse de los disparos? Esa respuesta me la sé: porque las armas de fuego son el símbolo de la libertad de los estadounidenses. En este país, las armas de fuego son omnipresentes. Tengo una pregunta: ¿acaso son las pistolas más importantes que las vidas de mis compañeros de clase?
Nunca imaginé que esto podría llegar a pasar en mi mundo. Nunca me tomé esos simulacros en serio. Intercambiaba risitas con mis amigos al refugiarnos bajo los pupitres, fingiendo que estábamos en medio de un tiroteo, fingiendo que las balas iban hacia nosotros. Los profesores nos mandaban callar y yo ponía los ojos en blanco, pensando para mí: "Esto nunca me será útil porque nunca va a ocurrir".
En mi tan segura ciudad, un monstruo me demostró que estaba equivocada. Me niego a escribir su nombre porque es un monstruo y punto. Es un monstruo, no un niño con problemas.
Al llamarle "niño con problemas" olvidas que los niños con problemas somos nosotros. Los niños que ya nunca volveremos a ser como antes. Los niños que no dejamos de revivir en bucle el tiroteo en nuestra mente. Llamadle "niño con problemas" delante de los alumnos que vieron morir a sus amigos y a sus profesores. Llamadle "niño con problemas" delante de las familias y amigos que han perdido a sus seres queridos en el día de San Valentín. Llamadle "niño con problemas" y estaréis muy equivocados.
El dolor que está sufriendo mi comunidad es inmenso, pero ahora tenemos este ímpetu en nuestro interior que nos impulsa a alzar la voz por aquellos que hemos perdido, porque es lo que habrían querido y lo que habrían hecho ellos.
Estoy aprendiendo que, cuando alzas la voz, o nadie te escucha o todo el mundo abre los oídos. Estamos alzando tanto la voz y siendo tan persistentes para que el mundo no tenga otra alternativa más que prestar atención.
Aun así, sabemos que como esta tragedia nos ha dado una plataforma nacional, nuestros oponentes se manifestarán enérgicamente. Hay una marcada polarización entre los que nos apoyan y los que están contra nosotros. Y los que se oponen a la reforma de la ley de armas están aterrorizados por nuestra voz.
Para tener alguna posibilidad contra nosotros, están usando todos los recursos que tienen a su alcance, aunque eso implique intentar desacreditarnos diciendo que somos actores que interpretamos el papel de víctimas cuando suceden estas crisis. Es increíblemente frustrante ver cómo los adolescentes que encabezan nuestro movimiento son calificados como farsantes, porque yo los conozco. Ya he visto cómo han alzado la voz estas personas brillantes. Es complicado asistir al instituto Marjory Stoneman Douglas y no haber visto a Emma González, David Hogg o Cameron Kasky por ahí. Son alumnos muy activos en nuestra comunidad escolar y no es ninguna sorpresa que sean los líderes de este movimiento. Puede que estén en crisis, como todos en nuestro colegio, pero no son actores.
Quienes están difundiendo estas mentiras tienen muchos seguidores, y dichos seguidores están desacreditando a estos adolescentes sin contrastarlo con fuentes de información que lo justifiquen. En cierto modo, puedo identificarme con ellos. Han perdido tanta fe en nuestro gobierno que buscan respuestas en lugares donde no es posible encontrarlas. Actualmente, los republicanos no quieren dialogar con los demócratas y los demócratas no quieren dialogar con los republicanos. Como resultado, hay dos grupos aislados preparados para dar por hecho que todo es una falacia orquestada por el otro bando para su beneficio. Parece que no hay ningún punto de encuentro. De ahí surge la idea de que Emma González, David Hogg, Cameron Kasky y demás estudiantes de mi colegio estamos "financiados por la izquierda" para oponernos a la Segunda Enmienda.
A todos aquellos que defienden esa absurda teoría, me gustaría responderles sarcásticamente: "Sí, soy una de esas actrices especializadas en crisis, mis amigos han fingido su muerte en esta crisis y he asistido a sus funerales ficticios".
Que crean lo que quieran creer. Somos demasiado poderosos como para dejar que sus mentiras hagan descarrilar nuestro movimiento. No merece la pena invertir nuestro esfuerzo en entretenerlos teniendo en cuenta que podemos hablar cara a cara con los senadores y diputados para conseguir que adopten medidas reales.
Soy consciente de que el trayecto hasta llegar a una verdadera reforma de la ley de armas será largo y bacheado. Hay diversas ideas circulando sobre cómo podemos evitar que vuelvan a producirse este tipo de masacres. Hay consenso en mi comunidad en que hay que mejorar la seguridad en los colegios, en que tiene que haber lecciones, tests y controles psicológicos rigurosos antes de que cualquier persona pueda comprar y portar un arma, o en que debemos eliminar de nuestras calles las armas de asalto.
El presidente Donald Trump sugirió que armar a los profesores es una de las soluciones para acabar con el problema, pero es una idea con varios inconvenientes. En pleno tiroteo, a las fuerzas policiales les costaría distinguir entre un profesor con un arma y el verdadero tirador. ¿Qué pasaría si un alumno enfadado le robara el arma al profesor? ¿O qué pasaría si el profesor estuviera tan estresado y molesto que decidiera simplemente sacar la pistola y disparar a sus alumnos?
Los profesores ya tienen que soportar una enorme presión en su día a día. Tienen que pensar en formas divertidas de enseñarles cosas a sus alumnos, manejar la situación con adolescentes inquietos, cumplir las exigencias administrativas e incluso comprarse sus propios utensilios de escritura y el papel porque las escuelas públicas están preocupantemente mal financiadas. ¿Por qué habría que añadirles un entrenamiento intensivo además de todo lo anterior? Bastante complicado es ya dar clase. Simplemente no es responsabilidad de un profesor saber manejar una pistola.
Acabo de llegar de un hermoso velatorio que le han hecho a dos compañeros de clase que perdieron la vida. El coro ha cantado Like an Eagle, la canción tradicional que se canta en las ceremonias de graduación del instituto Marjory Stoneman Douglas. Los alumnos que murieron el día de San Valentín jamás oirán esa canción porque nunca llegarán a graduarse. No volverán a sonreír. Ni a reírse. Ni a llorar. Esta parte de la canción me impactó: "Volaré a lugares nunca antes vistos. Iré más allá de mis mayores sueños. Sabré que estás velando por mí". Les prometo a mis compañeros de clase y a mis profesores que viviré por ellos. Sonreiré por ellos. Reiré por ellos. Lloraré por ellos. Lucharé por ellos.
Antes del tiroteo, la muerte no me resultaba ajena. Mi madre falleció de cáncer. Asistí a su funeral cuando tenía 7 años y ahora asisto con 15 años al funeral de mis amigos. Sin embargo, el hecho de haberme topado ya con la muerte no hace que este nuevo sufrimiento sea más llevadero. Como ya he visto la muerte antes, sé que nunca te abandona. Las personas a las que has perdido nunca salen de tu mente. A veces ves algo que te recuerda a ellos y te derrumbas al instante. Puede haber sucedido hace años y aun así no puedes evitar llorar. Podría estar en mi graduación y me echaría a llorar. Podría estar trabajando y me echaría a llorar. Podría estar en clase dentro de una semana y me echaría a llorar.
Ya estamos llorando para que el gobierno haga algo. Cuando ves cómo se estrechan las manos el gobierno y la NRA (Asociación Nacional del Rifle), cuesta creer que les importe. Cuesta creer que vayan a hacer algo para cambiar la ley.
No obstante, este tiroteo podría suponer un punto de inflexión en nuestra democracia, el momento en el que se fracturaron las fachadas de los políticos corruptos. Los estadounidenses sabrán ahora qué políticos están realmente ahí "por la gente y para la gente".
Cuando veamos quién prefiere el dinero de la NRA por encima de las vidas de los niños de este país, nuestro deber más importante como ciudadanos será votar. Debemos liberar a nuestro gobierno de las garras de la NRA. Debemos demostrarles que las vidas de nuestros niños valen más que una pistola. Debemos conseguir que esta sea la última vez que un monstruo traiga un arma de fuego cargada a un recinto escolar y se lleve 17 vidas o una sola siquiera.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.