Sin rastro del pasado
Como para Borges, para Pedro Sánchez el ilusorio ayer debe ser un recinto de figuras inmóviles de cera, reminiscencias literarias que el tiempo pierde en sus espejos. No quiere rastro del pasado reciente o remoto. Este viaje lo emprende en solitario. Sólo con una pléyade de fieles. Suyos serán en adelante los aciertos, pero también los errores.
Ha sido tan grande la fractura y tan virulento el combate de estos últimos nueves meses que ya no es que haya hecho una Ejecutiva de fieles a su medida, es que ha configurado un Comité Federal sin la menor huella pretérita. Por no estar en el máximo órgano entre congresos no están, como marca la tradición, ni ex vicesecretarios generales como Elena Valenciano o José Blanco ni ex secretarios de Organización como Óscar López o César Luena. En el viejo PSOE siempre hubo una suerte de reconocimiento con quienes tuvieron la máxima responsabilidad orgánica para, además, tener cuadros con experiencia en el Comité Federal.
Tampoco estarán ya habituales como Soraya Rodríguez, José María Barreda o Eduardo Madina. Claro que este último, ya de salida y a la espera de que el Parlamento le abone sus dos últimas nóminas, no se tomó la molestia siquiera de aparecer por el Palacio Municipal de Congresos. El único recuerdo del tiempo pasado y de la exigua integración está en los "patxistas" Rafael Simancas y Rodoldo Ares en el Comité Federal, un órgano que hasta ahora hacía las veces de Parlamento del PSOE y en adelante perderá gran parte de sus atribuciones. En el ex lehendakari encontró el secretario general la coartada de la unidad.
Sánchez no negoció con los secretarios generales la representación territorial en el Comité Federal, sino que lo dejó en manos de sus lugartenientes. Y aun así algunos barones se encontraron, la mañana del domingo, con la sorpresa de que algunos de los nombres pactados habían saltado de la lista acordada.
Así que ya no es tanto el pasado que se ha querido borrar como el presente y la guerra soterrada contra algunos barones lo que preocupa en las federaciones. Lo que está en juego son los Gobiernos autonómicos. El valenciano Ximo Puig, a quien Sánchez no incluyó en su ronda de encuentros y despachó el domingo con una llamada, lo verbalizó así: "Alguien tendrá que explicar por qué se quiere romper el PSPV si está en su mejor momento". No se refería al ninguneo, sino a la primera señal de guerra que entendió con la presencia de uno de sus mayores críticos, el alcalde de Burjassot, Rafa García, en la mesa del Congreso Federal, y que horas después anunciaba que plantaría cara al presidente de la Generalitat en las primarias para secretario general.
La herida está abierta y el veneno está inoculado, y no hay manera de extraerlo. El resultado es que en este Congreso Federal que unos creen de refundación y otros, de demolición, no ha habido interés en coser las heridas. A los que prometieron hacerlo les pudo la soberbia, y los que podían, sencillamente no querían.
De ahí la cara descompuesta de Susana Díaz tras salir de su efímero encuentro con Sánchez la noche del sábado. Dicen que el secretario general le lanzó un papel con un lacónico: "Ahí tienes el nombre de los siete andaluces que estarán en la Ejecutiva". La andaluza, a quien el sanedrín de Sánchez hizo esperar en una antesala antes de ver al líder, se encaró con el servicio de seguridad por la tardanza en su entrada, y le respondió: "Puedes hacer el equipo que quieras". Luego lloró, se vino abajo y, de repente, tomó consciencia de lo que pudo ser y nunca será ya, de que su sueño ha acabado y de que en el nuevo PSOE ya será sólo una más.
Sánchez pudo pero no quiso tener un gesto de grandeza con los derrotados/humillados, pero tampoco la federación andaluza fue dispuesta a conciliar, ni a coser, ni a proponer. Todo lo contrario. Mientras el plenario votaba enmiendas y dictamen, la "troupe" de Díaz celebraba una fiesta desde las 10 de la noche en un local de Madrid. El vídeo lo pueden ver en El HuffPost porque no tiene desperdicio.
Aun así, con una Susana Díaz disminuida y sin ejército que puede ya liderar sector crítico alguno, la opción de Sánchez sólo debiera ser la de liderar e influir, y no la de segar la hierba bajo los pies de ningún barón ni la de crear problemas en los territorios donde gobierna el PSOE. Los liderazgos lo son cuando son influyentes. Y la victoria de Sánchez fue tan incontestable y tan ultrajante para quienes perdieron que sólo si es capaz de administrarla en adelante con la generosidad que no ha mostrado en el Congreso Federal podrá elevarse para siempre por encima de cuitas internas como las que han llevado al PSOE a uno de los capítulos más traumáticos de su historia reciente. Lo contrario reabrirá viejas heridas.
Y entonces ya no habrá temas, como Sweet Child O' Mine, de Guns N Roses, que escondan, como pasó en la clausura del 39 Congreso, el malestar. Ni tampoco estrofas como la tarareada "Where do we go now" ("hacia dónde vamos ahora") por la entregada militancia para las que haya respuestas como las que dio Sánchez tras su proclamación: "Hacia una España plurinacionalidad"; "hacia un un espacio de coordinación parlamentaria para desmantelar la acción legislativa del PP"; "hacia una izquierda de gobierno, que tiene que hacer las cosas de manera seria, ambiciosa, serena", "hacia un PSOE que recuerde quién fue" y "hacia La Moncloa"...