Si quieres resolver el síndrome del impostor no hagas como Michelle Obama
La causa no es la autoexigencia, como se suele afirmar...
Hace unos meses Michelle Obama comentó en una conferencia, para sorpresa de todos, que padecía el “síndrome del impostor”, esto es, la percepción de que sin importar los logros que se hayan alcanzado, estos se perciben como fruto del azar, de la suerte, la casualidad… pero no por los méritos y cualidades propias. Quien lo sufre se siente un impostor, un incompetente, y cree que los demás se darán cuenta de ello.
Hay muchas otras personas conocidas que han confesado sufrir estos síntomas, como las actrices Meryl Streep, Emma Watson, Natalie Portman, la directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg o la jueza de la Corte Suprema de los EE UU Sonia Sotomayor, entre otras.
Lo que no funciona
Hasta ahora se afirma, por parte de expertos, que estos síntomas se manifiestan sólo en ámbitos profesionales y que su origen está en la autoexigencia. Que es una lucha contra uno mismo y sus propios pensamientos tóxicos. Pero esto no es así.
Las soluciones que aconsejan
“Trabajar” la autoconfianza, tener seguridad en los logros personales, tener una persona que te haga ver que puedes aspirar a más de lo que crees, luchar contra esos pensamientos que califican de tóxicos, potenciar el optimismo, hablar con otros que sufren esto mismo, pensar lo que dice la propia Michel Obama: “…nadie es tan brillante como aparenta”. Todo esto va a ser completamente ineficaz a medio y largo plazo.
Una vez más, se aboga por la fuerza de voluntad y el autoconvencimiento como solución a problemas psicológicos. Desde nuestras investigaciones y experiencia, más de 20 años en el campo de la salud mental, llevamos muchos años explicando que estas estrategias son ineficaces para resolver los problemas psicológicos, porque no van a la causa de dichos problemas.
¿Qué es en realidad el síndrome del impostor?
Esta percepción de ser un fraude la padecen muchas personas en la actualidad, y no sólo en el ámbito profesional. En nuestra consulta atendemos a menudo a personas que, de una u otra forma, lo sufren en su vida diaria, en sus relaciones, en su ámbito familiar… La causa no es la autoexigencia, como se afirma. La autoexigencia y la autocrítica son síntomas de las verdaderas causas. Los pensamientos que van asociados a estos miedos no son tóxicos, como así los catalogan los actuales expertos en el trastorno, sino que son el efecto de conflictos internos, y avisan de que hay un problema que solucionar.
Las causas de este síndrome se encuentran en el interior, y son miedos sin resolver, miedo a no ser personas valiosas a los ojos de los demás. Mucha gente disimula su temor a no ser capaz, su inseguridad en lo que dice o hace, su dificultad para tomar decisiones, su temor a que conozcan cómo realmente se sienten, su dependencia de la opinión ajena, su temor al vacío interno… Al no saber cómo resolver estos miedos, aprenden a disimular y a hacerse los fuertes, se enfocan en imitar a otros que consideran seguros y exitosos, en copiar sus gestos y comportamientos, repetir sus palabras… llegando a convencerse y convencer a los demás de su impostada seguridad. Y entonces, antes o después, inevitablemente sobreviene esa sensación de estar fingiendo, de ser un fraude, de vacío. Nadie es un fraude, pero muchos viven fingiendo lo que no sienten, por miedos no comprendidos. Se debe aprender a resolver esos miedos para recuperar el equilibrio y el sentimiento de integridad, aún teniendo inseguridades.
¿Cómo resolverlo entonces?
La represión de los temores se lleva a cabo imponiéndose a ellos, ejerciendo la fuerza de voluntad en contra de lo que sienten. Se imponen a la realidad emocional enterrándola y mostrándose fuertes, valientes, seguros, decididos, inteligentes… justo lo contrario de cómo en realidad se sienten internamente. Esto supone una fractura en la conciencia que se va agrandando poco a poco.
Por tanto, la solución pasa necesariamente por aprender a entender y resolver los temores. Para ello uno tiene que tener interés por comprenderse, no por actuar de una manera determinada, sino entender a qué tiene miedo y cómo resolverlo en su interior. Sobre que el miedo no es necesario y que es algo a resolver, hemos hablado en muchas ocasiones. Este problema, como muchos otros de la vida, forma parte de la evolución humana, y se evoluciona no por fuerza, sino a través del entendimiento y la comprensión de las verdaderas causas de lo que hace sufrir.