Si a mí no me importa estar soltera, ¿por qué a los demás sí?
Tengo ocho años y voy en la parte de atrás del Toyota azul de mi madre. En la parte de delante, mi abuela está hablando de que "por fin" se casa la hija de una amiga suya.
"Ni siquiera sabían si llegaría a hacerlo alguna vez", dice.
"¿Cuántos años tendrá?", recuerdo que me pregunté entonces, dando por hecho que debería rondar los 60 o los 70.
Cuando la abuela me miró fijamente ahora, a mis 29 años y medio, y dijo sin reírse que "seguía con vida solo para asistir a mi boda", se me ocurrió que, probablemente, la mujer de la que estaban hablando era más joven de lo que soy ahora.
"Eres tan guapa", dice siempre que la veo. "No entiendo cómo no has encontrado a alguien". Cuando la llevé a la Fashion Week hace un par de años y se sentó en primera fila en el desfile de Nanette Lepore, estuvo sonriendo orgullosa todo el día.
Pocos días después, le pregunté si se lo había contado a sus amigas. "Sí, pensaron que fue muy bonito por tu parte, pero no entienden cómo es que no tienes novio".
El punto de vista desactualizado de mi abuela y sus anticuados parámetros para conseguir el éxito han dado forma de algún modo a mis propias ideas sobre el amor y la autoestima, aunque fuera de manera inconsciente. Ella está preocupada con mi apariencia física, con mis perspectivas románticas y, aunque no lo diga directamente, con que tenga una relación.
De hecho, yo he atribuido mi falta de relaciones románticas a mi apariencia muchísimas veces: a ser demasiado fea, demasiado gorda, demasiado desagradable como para encontrar el amor...
Cuando comparto ese sentimiento (continuo) con mi psicóloga, ella me recuerda que, sean como sean las personas físicamente, tienen relaciones; y también, que estoy siendo un poco boba. Al principio, creí que pensaba que yo no era atractiva. ¿Entiendes ya una de las muchas razones por las que voy a terapia?
También suele sacar a relucir el trauma de perder un padre siendo joven, el de tener muy pocos hombres en mi vida a los que admirar y el de empezar a estar cómoda con mi cuerpo hace poco tiempo. Es evidente el esfuerzo que tengo que hacer conmigo misma antes de imaginar siquiera acercarme a alguien.
El caso es que no me importa estar soltera. La verdad es que, para muchos solteros (especialmente los que tienen la misma edad que yo, cuyos muros de Facebook son una mezcla de primeras impresiones, de chicas con camisetas a juego y gente revelando su sexo) su deseo no es simplemente encontrar una pareja. Es aceptarse y encontrar la libertad a su propio ritmo de vida.
Pero esto no quiere decir que no me pierdan los clásicos anillos de compromiso (Doyle & Doyle tiene mi favorito, de lejos), o que no me imagine qué me pondría en mi propia boda, que no esté convencida de que los buenos contenidos de televisión que consumo se multiplicarían si tuviera alguien con quien compartirlos, que no me sienta un poco incómoda durante una canción lenta en una boda, o que no me encantaría tener relaciones sexuales más consecuentes.
Pero entonces, en esos momentos, que no estoy segura si son producto de mi imaginación o es por la manera en la que me han enseñado a pensar, ocurre. Cuanto más rápidas son las canciones, mejor me lo paso en una boda.
Aun así, muchas personas en mi vida no entienden o aceptan que siga adelante por un camino que no se parece al de los que me rodean: donde creces, conoces a la persona adecuada (lo que sea que signifique) antes de los 30, te casas y, no sé, ¿pasas el resto de tu vida aguantando a la otra persona?
A veces también es difícil para mí aceptarlo. "¡El mundo de las citas es tan duro!", dice todo el mundo. Y puede que lo sea. Pero no lo es tanto. Si no, pregúntaselo a alguien que tiene una deuda en la tarjeta de crédito por ser dama de honor tantas veces. (Esa soy yo)
Creo que tengo derecho (y tú también) a pensar que las cosas pasan por algo, cuando ya estamos listos para ello. Y encontrar la felicidad, ya sea a través de una relación o de otra manera, ocurrirá a su debido tiempo. Nunca me he parecido en nada a nadie, así que, ¿por qué tendría que parecerse mi vida amorosa a la del resto?
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Lucía Manchón Mora