Ser socialista hoy
En los últimos tiempos se ha podido escuchar desde algunos sectores que el PSOE no es realmente socialista.
En los últimos tiempos, y al hilo de las fallidas negociaciones para la investidura, se ha podido escuchar desde ciertos sectores a menudo la mención de que si el PSOE fuera realmente socialista haría tal cosa, esta, la otra, aquella o lo de más allá… siempre dando a entender que el PSOE ya no es realmente socialista. La mención explícita de Pablo Iglesias Turrión a su abuelo en el debate de investidura fue el momento álgido de este relato que pretende presentar una supuesta traición a los valores fundacionales del socialismo por parte del PSOE. No digamos ya en plena campaña… Pero más allá de lo manido del tema, y más allá de la sempiterna necesidad de girar a la izquierda para bien abandonar, bien volver a la socialdemocracia, según la coyuntura y el orador, no está de más reflexionar sobre qué sería o qué es ser socialista hoy, en el siglo XXI.
Norberto Bobbio establece la diferencia entre la izquierda y la derecha en la cuestión seminal de la igualdad, igualdad de oportunidades cuando mínimo, y del conjunto de políticas, garantías y prestaciones que un estado democrático debe establecer para garantizar esa igualdad. El binomio igualdad-libertad es el que mejor define la base de todo socialismo democrático; de hecho Pablo Iglesias Posse afirmaba ya que “quienes contraponen liberalismo y socialismo, o no conocen el primero o no saben los verdaderos objetivos del segundo”. Una de las premisas del socialismo es que no se puede entender la igualdad sin la libertad y viceversa, y esto incluye el liberalismo económico: “Soy socialista a fuer de liberal”, afirmó Prieto hace casi un siglo.
Jordi Solé Tura, en un ya clásico articulo de 1993 titulado Ser socialista dibujó los perfiles de un socialismo postmoderno de amplio espectro: “Soy socialista porque nunca he creído en dogmas ni en verdades preestablecidas, porque el recurso a la utopía como arma política siempre me ha parecido una tomadura de pelo o una autojustificación de las propias perplejidades y porque cuando las cosas cambian tanto y tan abruptamente como están cambiando en este fin de siglo hay que mantener viva la curiosidad por lo nuevo y saber adaptarse con flexibilidad a las nuevas circunstancias sin renunciar a lo fundamental, es decir, a la lucha por la igualdad, la tolerancia, la libertad, la justicia y la solidaridad”. Una visión que queda más que actualizada en el ensayo de Jordi Gracia, Contra la Izquierda de reciente publicación.
La idea de solidaridad viene a completar el binomio libertad-igualdad, en una versión más laica y social aún si cabe de la fraternidad republicana y que refuerza la idea de compromiso, compromiso social que deriva posteriormente en la implantación de sistemas públicos de protección social, de redistribución de la riqueza y de construcción del Estado del bienestar hoy asumidos por amplias mayorías que van mucho más allá de la esfera ideológica del socialismo.
Bárbara Dührkop, la viuda de Enrique Casas, en un artículo titulado Ser socialista en Guipúzcoa entre otras reflexiones interesantes sobre lo que supuso ser socialista en los años duros, enuncia una de las mejores y más sencillas definiciones del socialismo: “El socialismo democrático es un proyecto internacionalista, una voluntad general de realizar transformaciones políticas por la vía pacífica y del diálogo, en el respeto por los derechos humanos, en la búsqueda de la igualdad, la justicia, la libertad y la paz para todos, independientemente de su origen”. El internacionalismo es sin duda una de las vertientes más importantes, pero más olvidadas, y menos practicadas del socialismo. Un modelo de globalización social avant la lettre que debiéramos recuperar urgentemente.
El socialismo es también a día de hoy una tradición, sí: tradición, por mucho que este concepto y esta palabra no gusten en la izquierda, siempre sedienta de “cambio y revolución”. La revolución se hace todos los días en el Boletín Oficial del Estado, como bien recordaba Rubial en más de una ocasión. Ser socialista hoy es saberse también heredero de una tradición internacional de lucha y resistencia, una historia inmejorablemente retratada y resumida por Andoni Unzalu en su reciente libro Momentos Estelares de la historia del socialismo (Ed Catarata), un buen libro de autoayuda para socialistas despistados y una auténtica novela de aventuras humanas acontecidas en los últimos dos siglos.
Ser socialista hoy, como ayer, implica trabajar por la mejora de las condiciones de vida de tus semejantes, en especial los más necesitados, comprometerse por la igualdad desde la libertad, con espíritu solidario y visión internacional. Eso es ser realmente socialista.