Ser pacíficos no es inútil
Quien ve en la violencia un instrumento solo necesita una excusa para utilizarla, nada nuevo entre los violentos.
Quien ve en la violencia un instrumento solo necesita una excusa para utilizarla, nada nuevo entre los violentos. Es el típico, “él empezó primero”, “te pego porque te quiero”, “el Estado es opresor”, “te pego porque me obligas”, “la policía actúa de forma desproporcionada”...
Al final se ve cómo parten de una razón para usar la violencia, no la determinación de no utilizarla y de recurrir a estrategias no violentas que, evidentemente, darán un resultado diferente, sin que ello signifique que sea ineficaz cuando se gestiona bien y se integra en una estrategia global.
Las movilizaciones pacifistas requieren continuidad de acciones, prolongación en el tiempo, extensión y amplitud de iniciativas. Un proceso qué resulta muy laborioso, menos impactante y con menos oportunidades para que surjan protagonistas. Su éxito dependerá de todo el grupo y de la respuesta social que se identifica con las demandas, no de unos pocos hombres que alardean de sus tácticas de combate y de los objetivos conseguidos para gloria de su nombre y reconocimiento.
Y entre las diferentes opciones, resulta más “divertido” e impactante quedar unas cuantas noches y montar una batalla campal en defensa de sus egos e ideas, que trabajar noche y día de forma pacífica para la consecución de las demandas.
La violencia no funciona en una democracia. No puede ni debe hacerlo. ¿Qué han conseguido los violentos, además de la llamar la atención por la destrucción y el daño que han causado? Porque si creen que han conseguido algo más o que se hable de sus motivaciones y del encarcelamiento de Pablo Hasél, están muy equivocados, todo eso ha quedado en un lugar secundario.
La gente y los medios hablan de la violencia, de los disturbios y de los destrozos que han ocasionado, pero también del rechazo cada vez más amplio a sus acciones, incluso quienes al inicio tuvieron una posición aparentemente neutral, con el paso de los días y la prolongación de los disturbios ahora los cuestionan.
La violencia forma parte de un modelo machista organizado sobre la competición y la idea de victoria sobre derrota del otro, no sobre el convencimiento y el logro de consensos. De ese modo se consigue un doble objetivo, salir victorioso del enfrentamiento y anular la posición alternativa y dejarla sin espacio dentro del contexto en el que se produce. El ego machista se ve reforzado en esa sensación de derrota, algo que no consigue cuando se busca convivir con quienes piensan de manera diferente y se utilizan los instrumentos y vías democráticas para resolver los conflictos. Porque si los utilizan y buscan una solución pacífica, a lo mejor resulta que sus argumentos no son lo suficientemente sólidos y no obtienen la razón, cosa que con la violencia no sucede, puesto que no hay necesidad de convencer, sólo de vencer por medio de los ataques y los golpes.
El pacifismo es útil porque es la única estrategia que puede transformar la realidad o la situación que ha dado lugar al conflicto. La violencia puede imponer un determinado resultado puntual, pero no cambiará nada del contexto, todo lo contrario, habrá legitimado su uso, al machismo como fuente de inspiración, y a los hombres y su masculinidad tradicional como ejecutores y líderes. Un resultado que hará que dentro de un tiempo veamos a otros hombres con ideas diferentes, pero con la misma pancarta diciendo “nos habéis enseñado que ser pacifistas es inútil”, y que actuarán con violencia, puesto que la habrán hecho lícita para que nada cambie, excepto las imágenes en las redes sociales y los protagonistas de los actos violentos.
Necesitamos una transformación de la sociedad androcéntrica y una erradicación de sus estrategias y métodos machistas. Eso exige coherencia, esfuerzo, dedicación y continuidad. No se puede defender la libertad de expresión de unos, pero no de otros; y la violencia contra unos pero no contra otros.
Nadie ha enseñado que ser pacífico es inútil, porque, de momento, la paz, la Igualdad y la convivencia por las que lleva siglos trabajando el feminismo, no se han alcanzado.
Puede quedar muy romántico una pancarta que hable de la violencia como destino irremediable, pero es falaz y solo una excusa moral para justificarse en su uso, como hace cualquier violento. En todos mis años como médico forense no he visto a un solo asesino que no tuviera una razón ética para haber actuado de manera violenta. Cada uno con la suya, todos con una.
Al final unos la llevan en una pancarta y otros en la voz, pero todos van de la mano de la violencia que mece el modelo conservador y machista, algo incompatible con la izquierda y el progresismo democrático. No se es antisistema con la violencia, con ella el sistema basado en la violencia continúa y se refuerza.