Señor Casado, aún está a tiempo
El principal rival del PP es el PP. No hace falta ser un sesudo analista político para concluir que la estrategia electoral de los populares en los últimos días está siendo un desastre sin paliativos. Más aún: es digna de ser estudiada en el futuro como ejemplo de lo que jamás debe hacerse en política si se aspira a presidir el Gobierno de un país.
Lo peor que puede pasarte en una campaña electoral es que te tomen a broma. Y lo de Casado y sus huestes está siendo tan chusco, tan patoso, tan sinsentido, que uno incluso llega a sospechar si no formará parte de una estrategia tan perfectamente delineada por el PP que el común de los mortales es incapaz de entender.
Todos los partidos políticos atacan a sus contrarios. Es su derecho y casi su obligación. Es la esencia de la política. Pero cualquier formación debe establecer unas líneas rojas que no se deben sobrepasar. Sostener, como ha hecho Pablo Casado, que Pedro Sánchez prefiere “las manos manchadas de sangre que manos blancas” es, sencillamente, exceder cualquier límite. Está a la altura del ignominioso “Usted ha traicionado a los muertos” de Rajoy a Zapatero.
En esa carrera desesperada hacia el 28-A, el PP se ha convertido en un pollo que ha perdido la cabeza de tanto mirar alrededor —el aliento en el cogote de Ciudadanos y Vox emana ya un calor insoportable— y no repara si en el camino hay piedras, rocas o muros. El pollo sigue corriendo, incansable. No importa dónde, la única obsesión es correr para llegar a la meta.
“No es esto, no es esto”, se lamentaba Ortega y Gasset en 1931. No es esto, no. Precisamente en el momento en el que el PP debe demostrar que es un partido de Gobierno responsable, los de Casado se desatan en un frenesí de fruslerías, contradicciones, ataques y mentiras que dicen más bien poco de un partido del que, al contrario de Vox, se espera ciertas dosis de altura política. No, no se entiende la torpeza de Casado defendiendo un Salario Mínimo por debajo de la cuantía actual y luego, cuando los medios han hecho lo que tienen que hacer —reproducir sus palabras—, diga que todo son fake news. No se entiende que siga mintiendo cuando sabe que va a ser cazado en el embuste casi de inmediato.
Que las juventudes del PP tengan la ocurrencia de gastar 2.500 euros en alquilar un local (cerrado) para atacar a Pedro Sánchez por el uso del Falcon es una chiquillería que podría ser incluso ingeniosa si no fuera porque Rajoy hizo lo mismo que los populares critican ahora a Sánchez. Forma parte del lógico cuerpo a cuerpo electoral. Pero se sale de cualquier estrategia sensata fomentar la crispación alertando de un posible corralito si sigue gobernando Sánchez. Casado se siente impune a la mentira y la manipulación.
La campaña coge al líder del PP con el pie cambiado en un frenesí de palabrería y polémicas que tal vez sólo pueda entenderse de una manera: que hablen del PP, aunque sea para mal. Pero que hablen. El candidato es incapaz de llenar plazas de toros —apenas 700 personas en la de Vitoria— y las encuestas le son cada vez más desfavorables. Su volantazo ideológico hacia la derecha para taponar la sangría de votos a Vox no parece estar dando el más mínimo fruto y, visto todo este cúmulo de despropósitos, sería aconsejable que Casado cambiase de estrategia.
En estas elecciones, una hecatombe del PP no puede ser nunca una buena noticia. Porque si los populares caen el 28-A será, fundamentalmente, en beneficio de Vox.
Señor Casado, aún está a tiempo.